Defensora de Género

Paradoja de la niñez: un grupo privilegiado y olvidado en Argentina

Reconocer. Que los niños necesitan atención, no se traduce en mejoras. Foto: cedoc

Desde hace décadas, cuando por los 50 un presidente de la Argentina decía: “Los únicos privilegiados son los niños”, hasta ahora en 2025, han pasado muchos y diferentes gobiernos y grandes cambios en el mundo, y también en el país. Los cambios en la comunicación son, tal vez, los que más nos impactan y vemos claramente, algo que modificó mucho las formas de vincularse las personas entre sí y con otros, incluso los gobiernos y decisores políticos, y que afecta a la niñez. En estas décadas la situación de la niñez, o sea de los de 0 a los 17 años según la clasificación universal de niñez, ha cambiado mucho, en general ha empeorado. Empecemos por reconocer que en los 50, el lema “Los únicos privilegiados son los niños” tampoco significó una ventaja o mejoría de la niñez en lo relativo a su vida cotidiana. Fue más una declaración que una realidad, pero tuvo el valor de reconocer a niñas, niños y adolescentes, un grupo en general muy ignorado o poco atendido. Un aspecto muy importante de este olvido o ignorancia es que no es un grupo que vota; por lo tanto, no es un grupo al que se dirigen o refieren habitualmente los políticos que en general buscan ser votados. Y cuando lo hacen es en busca del apoyo de los votantes adultos. Los intereses de la población adulta cambian según diferentes variables, el interés por gobiernos que privilegien las acciones referidas a la niñez no tiene una gran valoración, algo que quienes participan en política registran muy bien. En ese sentido, las reiteradas crisis económicas que atravesó el país en estas décadas, sumadas a las diferentes circunstancias políticas, explican esta pérdida de prioridad de la niñez. Las frecuentes dictaduras militares en estas décadas tuvieron importantes efectos en ese sentido, siendo la última la más notoria al generar la prioridad de la vigencia del derecho a la vida como derecho humano fundamental frente al atropello que significó esa dictadura que persiguió y mató a miles de personas. Entre dictaduras, hubo gobiernos que priorizaron directa o indirectamente a la niñez, pero esto quedó asociado a otras acciones. Un ejemplo fue el Plan Alimentario Nacional –PAN– desarrollado por el gobierno de Alfonsín, pero como incluía a otros miembros de la familia: mujeres embarazadas y ancianos además de niñas, niños y adolescentes, se asoció a la familia en general. Algo similar ocurrió con el reconocimiento de los hijos “naturales”, que quedó englobado en el cambio de la Ley de Matrimonio y de la Patria Potestad.

Un factor muy importante sobre la situación de la niñez es el aumento de la desigualdad, algo que paulatinamente se instaló y que alcanza en estos días el máximo nivel en el país. En el mundo, la tendencia al aumento de la desigualdad es una realidad; sin embargo, esto tiene diferencias e impactos distintos según la situación inicial desde la cual parten las diversas sociedades. La Argentina, en la década del 50, era menos desigual, la clase media fue creciendo y su peso relativo fue una de las principales características diferenciales en la región por décadas. En los 90 empezó la transición y el retroceso  de la clase media, retroceso que se extendió y que continúa hasta nuestros días. El domingo pasado, en PERFIL, Rodrigo Lloret, en la nota “Milei no leyó a Piketty”, reseña la situación de la desigualdad al referir datos del Reporte Técnico de Inequidad Global del G20. Este señala que entre 2000 y 2024 el 1% más rico acaparó el 41% de la riqueza, mientras el 50% más pobre se reparte el 1%. A esto se agrega que el coeficiente de Gini que mide la distribución en la sociedad, en el país en el segundo semestre de 2025, era de 0,424, comparado con el 0,538 de 2002. El Indec reconoce que persisten grandes diferencias estructurales en los ingresos, por eso la brecha entre los que tienen ingresos más altos y los de ingresos más bajos es aún significativa. Esto se refleja en la situación de la niñez, que viene experimentando niveles de pobreza muy altos. Según los datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en el segundo semestre de 2024 la pobreza infantil bajó al 52,8%; esto cuestiona los datos del Indec, que para el  primer semestre de 2025 da un 45,2%, porque podría estar sobrerrepresentada. Aparte de estos análisis, ambos reconocen que la cifra de pobreza es alta y afecta especialmente en algunas regiones del país y a sectores carenciados en áreas desarrolladas. Esto se acompaña del aumento de la inseguridad alimentaria, o sea de las carencias alimentarias que afectan más a estos sectores pobres y que en la niñez tienen un valor muy significativo en el futuro desarrollo intelectual de ese niño.

Frente a este panorama, la reducción de los gastos del Gobierno en los programas sociales para apoyo alimentario y educacional de la niñez es preocupante. En lo social, lo importante es la actualización de la asignación universal por hijo que realiza el Gobierno. En cuanto a los fondos para la educación, estos han disminuido y es muy preocupante la baja prioridad que el Gobierno otorga a la educación y que la sociedad comparte. En tiempos en que el acceso a redes sociales implica graves riegos para la niñez y la adolescencia, el abandono de la escuela como apoyo a defenderse del bombardeo en las redes y el abandono de la Educación Sexual Integral constituyen un aumento de abusos. También sabemos que el aumento de la productividad de un país requiere ahora niveles educativos altos. En contraposición, en Argentina las pruebas Aprender evidencian el bajo rendimiento de los alumnos tanto en Matemáticas como en Lengua, con pocas variaciones entre escuelas públicas –siempre más bajo– que en privadas. Este es un tema que un gobierno que prioriza el mejoramiento económico del país debería atender. Por ahora no ocurre.