Picoteando ideas
Incapaz por el momento de tener alguna idea propia sobre el resultado de las elecciones del pasado 26 de octubre, me dedico por ahora a picotear ideas ajenas. Las más simples fueron las más inmediatas y sinceras, emociones y reacciones, más que ideas. Un reconocido dirigente de larga militancia en defensa de todos los derechos que el partido más votado en estas elecciones pisotea y pretende aniquilar, escribe el mismo día, en un chat grupal, “casi estoy en posición fetal con un dedo en la boca.” Una amiga enojadísima, al otro día, exclama: “¡No me vengas con citas de Brecht! ¡No me consueles!”
Pero tarde o temprano hay que salir de la posición fetal y pensar desde el desconsuelo.
Así se intentó hacer el pasado lunes 3 desde un encuentro organizado por el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, dirigido por Horacio Tarkus)… y el Colectivo Fuerzas de la Tierra, que integro, con el título: “Ante lo imprevisible: un debate sobre las elecciones de octubre” coordinado por el periodista y editor Mariano Schuster y del que participaron el sociólogo Pablo Alabarces, la filósofa y activista feminista Diana Maffia y el politólogo Germán Lodola.
Alabarces señaló, en primer lugar, la renuencia actual de los partidos a identificarse explícitamente con la izquierda, con la excepción del FIT y el Movimiento ciudadano (más tarde recordaría a Nanni Moretti en su film Aprile (1998) mirando la tele y rogando: “¡D’Alema, dí qualcosa di sinistra!”). Se preguntó si estábamos ante un escenario en el cual el gobierno de Milei duraría seis años o seis meses, cuando todos los economistas, aun los cercanos al Gobierno, plantean que el programa económico no puede sino fracasar (salvo, aclaró, que se extermine a diez millones de argentinos), y luego afirmó: “El peronismo acaba de mostrar su fracaso definitivo” –no en términos meramente electorales: ya no es más que una máquina narrativa que evoca fantasmas y Arcadias no verificables en la vida cotidiana, y traiciona su mito fundacional– el de ser quienes en la política, escuchan la voz del pueblo. Se ha vuelto un ‘plebeyismo sin plebeyos’. Se preguntó, también, si pasará de ser un partido a un mero conglomerado de estructuras provinciales y liderazgos dispersos, a la caza de ahora en más de partidos fuertes o exitosos a los cuales ofrecer o vender sus votos, como le sucedió y le sucede al radicalismo a partir del 2001 –Mariano Schuster recordaría luego la frase de Juan Carlos Torre que se remonta al menos al 2017 y que cobra actualidad aun mayor en el presente: “al peronismo le llegó su 2001”.
Diana Maffia empezó diferenciando la idea de libertad negativa (“libertad de”) que propugna Milei, que supone que la no intervención del Estado alcanza para que cada uno pueda realizar su proyecto de vida, de la positiva (“libertad para”, ambos tomados de Dos conceptos de libertad de Isaiah Berlin) que depende de políticas activas de parte del Estado para que sea mínimamente posible para la mayor parte de la población. Señaló que la facilidad con que Milei barrió con las políticas estatales de derechos humanos, feminismos y diversidades se debió en parte a la precaria institucionalización de las mismas durante los gobiernos kirchneristas, que al fundarlas sobre contratos efímeros, muchas veces trimestrales, hizo posible que apenas con esperar que se vencieran fuera posible desmantelar el andamiaje entero.
Germán Lodola por su parte señaló que para esta elección, el mileísmo abandonó pragmáticamente el discurso que lo llevó al poder en 2023: dejó de hablar de la casta y se refugió en la grieta. Recordé entonces una exclamación que había escuchado por aquel entonces y repetí muchas veces: ¡Quién hubiera dicho que después de tantos esfuerzos nada menos que Milei iba a cerrar la grieta! ‘La casta’ situaba a todos los políticos de un lado y a Milei y sus seguidores del otro, el de la “antipolítica”; al elegir como su adversario al kirchnerismo –gracias a la victoria de éste en las elecciones bonaerenses de septiembre, logró reactivar el voto anti-k– a costa de diluir sus diferencias con el PRO de Mauricio Macri. Mariano Schuster recordaría poco después la elemental y temible pregunta que se hace, obsesivamente, el protagonista de Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa: “¿Cuándo se jodió el Perú?”, que entre nosotros se traduce obviamente como: “¿Cuándo se jodió la Argentina?” Con el peronismo, respondió siempre sin dudar el partido de Macri, mientras que Milei, hasta hace poco, siempre iba más atrás: con Yrigoyen, con la democracia y la posterior creación del Banco Central. ¿Revisará Milei partir de ahora su mito dis-fundacional de la Argentina? ¿Ha iniciado el camino que lleva de ideólogo y profeta que clama en el desierto al del político pragmático que dice lo que según las circunstancias hay que decir? Habrá que ver.
La intervención de Trump, señaló también, no tuvo el efecto negativo o bumerang que tuvo en Canadá y Brasil, donde terminó apuntalando a los candidatos o gobernantes que pretendía doblegar, porque con esos países procedió amenazando, y con nosotros ofreciendo:
“No vino con palos sino con zanahorias” (habrá que ver cuánto nos cuestan las zanahorias, pero ese es otro tema). Lo más interesante, para mí al menos, fue una de esas observaciones que parecen banales y hasta obvias, pero que reacomodan las placas a veces algo fosilizadas, de la mente: el mileísmo no se propone resolver, ni siquiera mejorar, nuestros graves problemas económicos. Ni siquiera los no tan graves. No se propone resolver nada. Simplemente apuesta a administrar el empobrecimiento del país, o más bien de la mayor parte de la población. Irán llevando la economía, sin sobresaltos, gradualmente. ¿El pueblo argentino va a aceptar mansamente empobrecerse? se preguntó luego, agregando: probablemente no, pero para eso necesita una oferta política que por el momento no aparece (me vino a la mente el mito de las ranas en la olla donde el agua se caliente tan, pero tan lentamente que no se dan cuenta y mueren hervidas; y también recordé la corrección científica: el mito es falso, en todos los experimentos que se han realizado las ranas tarde o temprano saltan y se salvan. Esperemos que esto también se aplique a las personas y la economía).
La socióloga y escritora Maristella Svampa, una de las organizadoras del evento, hablando desde las butacas del público comparó al peronismo como una gran vaca capaz de digerir en su cuatro estómagos todas las izquierdas –menos al trotskismo, claro (y hubiera podido agregar, desde Menem, también a todas las derechas. ¿Tendremos, eventualmente, un peronismo mileísta? me pregunto).
Como Lula, comentó otro miembro del público, para ser corregido por Svampa: Lula es un gran líder, Cristina Fernández de Kirchner no lo es: se parece más a Evo Morales; con tal de preservar su protagonismo es capaz de sacrificar el movimiento.
El debate completo puede verse en este link.
Mientras tanto, seguiré picoteando.
*Escritor.
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