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Tecnología para pobres

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

En tanto cada vez más almas se entretienen con la chatarra virtual que ofrece el celular, se habla de los millonarios que montan huertas y granjas, coleccionan libros y vinilos o desertan de aplicaciones y redes gracias a móviles vintage. Como todo, la tecnología pega diferente en pobres y ricos. Inside (2023) aborda tangencialmente este problema, mostrando el infierno que una vivienda inteligente puede ocultar bajo su eficacia, aunque decepciona con alegorías tontas. Casi muda, sabe sacar partido de William Dafoe, quien nos recuerda con su desempeño lo complicado que es ser actor. Al verlo como único protagonista de la película, es difícil no cuestionar las performances de tantos creadores de contenido que, a fuerza de inmovilidad y frases repetidas, nos van alejando del noble oficio de actuar. Mucho de lo que diferencia a los actores de los que no lo son, como el alto grado de control sobre la voz y el cuerpo, no está disponible en los productos ficcionales de redes que van reemplazando a los viejos formatos de la cultura popular. Lo nuevo parece un hijo estilístico de la abundancia de texto propia de las sit-coms y de los planos medios mirando al frente de las telenovelas, y no la evolución natural de un lenguaje de alcance masivo. Por supuesto hay excepciones, porque entre tanta oferta tiene que haberlas, y existe gente capaz de actuar con todas las de la ley que, tal vez sin proponérselo, jerarquiza la infinita sucesión de reels. 

Un caso en particular me sedujo primero, y me entristeció después. Se trata de una comediante muy joven, hábil para ejecutar roles diferentes mediante transformaciones físicas dignas del Oscar, pese a estar restringida a un sistema que no tiene nada de industrial y a una pantalla diminuta. Con una batería de recursos de comicidad impresionante, me dio largos minutos de alegría en Instagram, como a sus cientos de miles de seguidores. Después de no verla –o consumirla, como se dice en este mundo que consume en vez de disfrutar– por un tiempo, me mató dar con un video en el que, modificada por la IA, pulveriza su talento. Eso que tan bien sabe hacer solita queda en manos de la tecnología. A su público de redes, la pérdida de calidad que supone esta intervención le pasa inadvertida. Quizás por eso haya empezado una trayectoria paralela en teatro, el lugar en el que la IA no puede modificarla. Mientras scrolleamos maquinalmente, la actuación como la conocimos se consolida como en un lujo reservado a unos pocos, como los libros, las huertas, o no ser esclavo de internet.