Una noche de esplendor lírico

Elina Garanča ofreció en el Colón un recital en seis idiomas que abarcó de Brahms a Gardel

La mezzosoprano letona se presentó el 20 de octubre junto al pianista escocés Malcolm Martineau en el marco del Ciclo Aura 2025. Con obras en alemán, francés, italiano, letón, inglés y español, recorrió un repertorio que unió la tradición europea con la identidad porteña y culminó con “Mi Buenos Aires querido”.

Elina Garanca deslumbró en Buenos Aires con un concierto íntimo junto a Malcolm Martineau Foto: Juanjo Bruzza

El Teatro Colón vivió una de esas noches que permanecen en la memoria. Sin escenografía ni efectos, solo una voz y un piano bastaron para recrear mundos enteros. Elīna Garanča regresó a Buenos Aires seis años después de su debut y lo hizo con la elegancia de quien ya no necesita demostrar nada, solo respirar, cantar y dejar que la música hable.

El Teatro Colón incorporó al maestro Alejo Pérez como el nuevo Director Titular de su Orquesta Estable

El concierto, presentado el 20 de octubre, formó parte del Ciclo Aura, una coproducción entre el Teatro Colón, Mama Hungara Live y Elisa Wagner ICP, dedicada a reunir a las grandes voces de la lírica internacional en un formato de cámara. Martineau, con su presencia serena y su dominio del tiempo musical, fue el complemento ideal para la mezzo, que cantó en alemán, francés, italiano, letón, inglés y español sin perder naturalidad ni emoción.

El programa se abrió con cuatro canciones de Johannes BrahmsLiebestreu, Geheimnis, O wüßt’ ich doch den Weg zurück y Von ewiger Liebe—, donde Garanča desplegó un dominio absoluto del Lied. Cada palabra resonó con naturalidad, cada frase se sostuvo en un hilo de aire contenido. Martineau, siempre atento al detalle, respiraba junto a la cantante, sosteniendo el equilibrio entre acompañamiento y protagonismo.

El siguiente bloque trajo la intensidad del romanticismo francés con D’amour, l’ardente flamme de Hector Berlioz, una de las arias más exigentes del repertorio, interpretada con una contención expresiva que reemplazó el dramatismo por profundidad emocional. A partir de allí, la velada tomó un giro íntimo y autobiográfico.

El Ballet Estable del Teatro Colón celebró su centenario con una gala histórica

La artista abrió su corazón ante un teatro silencioso: “Me gustaría traerles un poco de mi cultura”, dijo antes de presentar tres canciones de su país. Recordó a su madre, también cantante, y contó cómo esas melodías fueron las primeras que aprendió de niña. Entonces el Colón dejó de ser un teatro para convertirse en una casa donde la voz traía recuerdos. La Canción de cuna de Jāzeps Vītols y las piezas de Mediņš y Vītols llenaron el aire de una melancolía dulce y pura.

Después llegó Cilea, y la mezzosoprano retomó el perfil operístico que la hizo famosa: Io son l’umile ancella, de Adriana Lecouvreur, fue una lección de control y sensibilidad. Garanča mantuvo la línea melódica como una seda tensa, nunca forzada, construyendo una emocionalidad madura y sin excesos.

En la segunda parte, el recital se expandió hacia el romanticismo francés. La voz de Garanča se movió entre la oscuridad y la luz en La Reina de Saba de Gounod y Sansón y Dalila de Saint-Saëns. El pianista acompañó con un delicado equilibrio de color y silencio. Luego, las melodías de Henri Duparc y el Clair de lune de Debussy crearon una atmósfera etérea, un respiro suspendido entre canción y sueño.

La intensidad volvió con Voi lo sapete, o mamma de Mascagni, una interpretación de una pasión trágica y contenida, y más tarde con las zarzuelas de Ruperto Chapí. En esas piezas, Garanča dejó ver su lado más luminoso, casi lúdico. El público respondió con risa y aplausos a Art is Calling for Me de Victor Herbert, una pieza ligera que cerró el programa oficial con gracia teatral.

Homenaje a Lía Crucet, Trueno con Gorillaz, Tame Impala y más: qué hay de nuevo para escuchar

Pero la noche no terminó ahí. Las ovaciones reclamaron bises, y la artista regresó al escenario con una serie de obras que revelaron su capacidad para moverse entre géneros sin perder coherencia. La Habanera de Carmen sonó más introspectiva que seductora, Musica proibita de Gastaldon tuvo toques de ironía, y el aria de Puccini O mio babbino caro fue cantada como una caricia al público.

Entonces ocurrió lo inesperado, la voz de Garanča entonó las primeras notas de "Mi Buenos Aires querido". El teatro entero contuvo la respiración. El tango, en la voz de una diva letona, fue más que un gesto de cortesía: fue un acto de amor. Martineau acompañó con una sobriedad perfecta, mientras la artista miraba a la platea como quien agradece haber sido adoptada por una ciudad. El último acorde fue para Falla, con una Nana que cerró la noche como una plegaria. El público de pie, las flores, los aplausos, y ese instante de silencio posterior que solo ocurre cuando la música ha dejado una marca real. 

Con esta función, el Ciclo Aura reafirmó su papel dentro de la programación 2025 del Teatro Colón como un espacio destinado a la difusión de la lírica internacional en formato de cámara. La próxima y última fecha del ciclo está prevista para el 3 de diciembre, con la participación de la soprano estadounidense Nadine Sierra y el pianista canadiense Bryan Wagorn, quienes cerrarán la temporada con un programa dedicado al repertorio romántico europeo.