Los “Trenes de la felicidad”: un viaje solidario que devolvió la infancia a 70.000 niños italianos
Entre 1945 y 1952, más de 70.000 niños del sur de Italia viajaron en los llamados “trenes de la felicidad” para vivir con familias del norte que podían ofrecerles alimento, cuidado y un respiro frente a la miseria de la posguerra.
Entre 1945 y 1952, en una Italia devastada por la Segunda Guerra Mundial y marcada por la miseria, surgió un proyecto único de solidaridad conocido como los Treni della felicità (“trenes de la felicidad”). La iniciativa, impulsada por la Unión de Mujeres Italianas y apoyada por el Partido Comunista Italiano, permitió que más de 70.000 niños pobres del sur del país fueran trasladados en tren al norte para convivir con familias que podían ofrecerles alimento, techo y un respiro frente a la miseria cotidiana.
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El sur de Italia fue una de las regiones más golpeadas por la guerra: hambre, falta de vivienda y un sistema sanitario colapsado marcaron la vida de millones. El racionamiento de pan y alimentos básicos era insuficiente, y enfermedades como la tuberculosis afectaban a los más pequeños. En este escenario, miles de madres aceptaron enviar a sus hijos a hogares desconocidos con la esperanza de garantizarles, aunque fuera por unos meses, mejores condiciones de vida.
El proyecto fue promovido en 1945 por Teresa Noce, dirigente comunista y figura clave de la resistencia antifascista. La primera experiencia se realizó en diciembre de ese año, cuando 1.800 niños partieron desde Milán hacia Reggio Emilia. Poco después, otras ciudades como Parma, Bolonia, Piacenza, Módena y Rávena se sumaron a la campaña, que en cuestión de años se transformó en un movimiento nacional de solidaridad.
Las familias anfitrionas no eran necesariamente ricas, en su mayoría se trataba de hogares obreros, con recursos limitados pero en condiciones de ofrecer más que la miseria extrema del sur.
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Hoy, a casi 80 años de aquellos viajes, quienes fueron niños recuerdan la experiencia como un antes y un después en sus vidas. Bianca D’Aniello, originaria de Salerno, relató a la BBC que con apenas diez años subió a uno de estos trenes junto a su hermana: “Nunca había visto un tren. Recuerdo la cara negra de hollín y el miedo de separarme de mi madre. Pero también recuerdo la primera vez que vi una mesa servida con pan, agua limpia y polenta”.
Su historia refleja la contradicción emocional de la experiencia, la angustia de la separación frente a la posibilidad de un futuro mejor. Muchos pequeños terminaron siendo adoptados por las familias anfitrionas, lo que marcó su destino de forma definitiva.
Historiadores italianos consideran que los trenes de la felicidad no solo fueron una respuesta solidaria a la crisis humanitaria, sino también un ejemplo temprano de acción social organizada en la posguerra. Según la investigadora Anna Bravo, autora de varios estudios sobre el tema, el proyecto mostró cómo “la movilización de mujeres y asociaciones civiles pudo generar un puente entre el norte y el sur, dos realidades del país profundamente divididas”.
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La memoria de esta experiencia ha quedado plasmada en libros, investigaciones académicas y obras de ficción. La novela El tren de los niños (2019) de Viola Ardone, inspirada en estos hechos, fue adaptada recientemente en una producción de Netflix, devolviendo al presente un episodio que, durante décadas, permaneció en el silencio de las historias familiares.
En total, alrededor de 70.000 niños viajaron en estos trenes solidarios. Algunos regresaron a sus pueblos después de meses con nuevas fuerzas; otros encontraron en las familias anfitrionas un nuevo hogar definitivo.