entre la economía y los dd.hh.

EE.UU. y Cuba se preparan para una nueva etapa

La apertura a la actividad privada en la isla puede facilitar el vínculo, pero no habrá reformas profundas como las de Barack Obama.

Líderes. El cubano Miguel Díaz-Canel y el estadounidense Joe Biden. Hay cambios en la isla, pero sin que se modifique el férreo control de toda oposición. Foto: apf

La apertura a la actividad privada que puso en marcha el gobierno de La Habana puede servir de estímulo a la administración Biden para definir una nueva política hacia la isla, diferente a la “máxima presión” que aplicó Donald Trump con un ojo en la comunidad cubana de Florida, pero la posibilidad de reestablecer los vínculos intensos que siguieron a la visita de Barack Obama a Cuba, en 2014, aún se ve lejana, así como un eventual levantamiento del embargo. 

Tal como sucedió hace siete años, cuando el presidente era Raúl Castro, el régimen, encabezado ahora por Miguel Díaz-Canel, no da indicios de acompañar con libertades civiles las reformas económicas que impulsa, acosado por el desplome del producto bruto.  

“No preveo un rápido regreso a la estrategia de Obama”, dice a PERFIL Eick Fansworth, vicepresidente del Consejo de las Américas, que nuclea a las principales corporaciones que operan en América Latina. “Hay una percepción real de que, a pesar de la apertura, Cuba no dio ninguna respuesta favorable”, explica. 

La administración Obama restableció las relaciones diplomáticas a nivel embajadas, en el marco de una batería de medidas: liberación del monto de las remesas que los cubanos podían enviar a sus familiares en Cuba, liberalización y estimulo de los viajes de norteamericanos a la isla, autorización a compañías hoteleras para establecer negocios, programas de intercambios pueblo a pueblo y apertura de posibilidades al incipiente sector privado. 

Como destaca el opositor Manuel Cuesta Morúa, un historiador y activista socialdemócrata que vive en La Habana, “otros dos pasos marcaron la relevancia estratégica de la apertura: el otorgamiento de visas abiertas a los cubanos, lo que desdibujaba la separación de las familias y restablecía un flujo y una dinámica social posideológica, y la eliminación de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo”.

Cuesta Morúa destaca que esa “mano tendida” de parte del presidente estadounidense fue muy bien recibida por la población cubana, pero no por el régimen. “Lo que la sociedad entendía como apertura, el gobierno lo asumía como reconocimiento o normalización”, recuerda. 

Auge fugaz. Las medidas de Obama alentaron el empoderamiento del sector privado cubano, que experimentó un verdadero auge, con la apertura de bares, restaurantes y tiendas. Pero los emprendedores privados locales quedaron atrapados por la respuesta de Raúl Castro, cuyo gobierno elaboró una lista de apenas 127 actividades autorizadas por el Estado.

Ese listado es el que el gobierno de Díaz-Canel extendió ahora a unas 2.100 actividades. Así, habrá asalariados privados en la agricultura, la construcción, la programación de computadoras o la enseñanza de idiomas, explicó la ministra del Trabajo, Marta Elena Feito.

El gobierno reserva para el Estado 124 actividades, algunas de las cuales también son monopolio estatal en otros países, como la extracción de petróleo, carbón y minerales, la fabricación de armas o la fabricación y distribución de gas y electricidad y la venta de vehículos. 

Pero entre las actividades prohibidas para los privados también figuran la “producción audiovisual y cinematográfica, actividades de grabación de sonido y edición de música”, o la “edición y maquetación de libros, periódicos, tabloides y revistas en cualquier formato o soporte”, así como las “actividades de agencias de noticias”. De apertura, nada.

“Estoy de acuerdo con las prohibiciones que tienen que ver con el control de armas y de todo lo que atente contra la seguridad y/o el bienestar ciudadano, pero me leería –completo– el informe que demostrara que el resto de las prohibiciones benefician al pueblo. Por largo que fuera”, escribió en su blog el reconocido cantautor Silvio Rodríguez.

Sí, pero no. Para los analistas, esto demuestra que, más allá de la apertura económica, la ausencia de otras medidas liberalizadoras hará que la administración Biden se maneje con prudencia en un comienzo.

“Biden acompañó a Obama en el anterior acercamiento, y vio la frustración acumulada por los escasos avances”, recuerda Carlos Malamud, investigador argentino del Real Instituto Elcano de España. Por eso, estima, ahora “habrá más vocación de diálogo, pero pocas concesiones sin contrapartidas. Habrá cambios, pero serán progresivos y cuidados”.

Esas contrapartidas no parecen estar en el horizonte del régimen castrista. Al explicar el rechazo a protestas de artistas por las prohibiciones, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, las calificó como “un intento de recolonización” y denunció el uso de la cultura “con fines subversivos”. 

Pese a que varios analistas consideraron que la autorización de actividades privadas puede ser vista como un “guiño” a Biden, el investigador del Instituto Elcano la atribuye mucho más a necesidades internas, con dos objetivos concretos: “enfrentar en mejores condiciones la abolición de la doble moneda” y dar respuesta a “la grave crisis económica que se cierne sobre el país”.

Para el economista cubano Omar Everleny Pérez, Díaz-Canel no tiene otra alternativa que darle protagonismo al sector “no estatal” (el régimen no utiliza la expresión “privado”) por la gravedad de la situación. 

“Este es un país que decreció un 11% en 2020, en el que las exportaciones decrecieron en un 40% y como consecuencia las importaciones decrecieron en un 30%”, explica Pérez. La idea es, por tanto, reducir la participación del Estado (85% de la economía) para dar más espacio al sector privado.

¿Y el embargo? Durante décadas, el “bloqueo” norteamericano y la denuncia de su costo humano y económico ha sido uno de los motivos principales esgrimidos por el castrismo para no conceder libertades civiles en un país “acosado por el imperio”. Con la apertura impulsada por Obama se especuló con que pudiera ser levantado, pero finalmente eso no sucedió.

Vigente desde 1962, el embargo es, desde 1992, parte de la legislación norteamericana, por lo tanto, cualquier intento de levantarlo necesita pasar por el Congreso. “Dada la composición actual de las Cámaras, no creo que eso suceda a corto plazo”, explica Fansworth, del Council of Americas.

Malamud también ve como “muy improbable” que la administración Biden puedan modificar esa política hacia la isla. Para eso, “el régimen cubano debería dar pasos sustantivos hacia la democratización de su sistema político y cesar la represión a sus ciudadanos”.

Desde La Habana, Cuesta Morúa no ve posibilidades reales de que la administración Biden pueda dar un paso así frente a un gobierno cubano tan cerrado como siempre. “No creo que los Estados Unidos vayan a aparecer haciendo concesiones gratuitas a los autócratas incompetentes”.

Pero algunos piensan que Biden sí podría hacer algo al respecto. “Estados Unidos debería afirmar que el embargo nunca tuvo la intención y no se utilizará para penalizar a la empresa privada en Cuba”, tuiteó el senador demócrata estadounidense Patrick Leahy.