Claudio Fantini: "Comienza una tendencia mundial en contra de la ultraderecha”
El politólogo analizó el triunfo del socialista Zohran Mamdani en Nueva York y lo interpretó como parte de una reacción a los "liderazgos con rasgos mesiánicos" de la democracia liberal de Occidente.
El politólogo Claudio Fantini analizó el triunfo de Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York y señaló que se trata de un "fenómeno general" que muestra su rechazo a "la hiper concentración de riqueza" de los multimillonarios y a la ultraderecha. "En Estados Unidos, en estos últimos años, se ha agigantado la desigualdad hasta volverla obscena", criticó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
Claudio Fantini es politólogo, periodista, profesor y mentor de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Siglo XXI. Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Católica Argentina, especialista en análisis internacional y columnista de la revista Noticias.
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Mamdani se trata de un fenómeno mundial, o un anticipo de algo que está pasando en el mundo. Hay ejemplos de otros triunfos locales de sectores de izquierda, como en el caso de Berlín. ¿Mamdani es un caso único, de una persona con una enorme capacidad histriónica, o se trata de una demanda que está creciendo en distintas sociedades del mundo como respuesta al triunfo de la extrema derecha?
Mi impresión es que se trata de un fenómeno general, no de un hecho aislado, accidental o barrial. No es una cosa puntual que sucede ahí, en Nueva York. Me da toda la impresión de que se trata de las primeras señales de una posible reacción generalizada, que puede expandirse en los lugares de Occidente donde la democracia liberal ha estado supurando estos liderazgos con rasgos mesiánicos, que parecen abocados a construir plutocracias, en un sistema donde el poder económico, pero también el político, está en manos de los millonarios. Ese me parece que es un rasgo del gobierno de Donald Trump.
Y contra ese rasgo se ha producido, en todo ese martes electoral, una suerte de rebelión en las urnas. Los demócratas ganaron las gobernaciones en Virginia y en New Jersey. Ganaron ciudades importantes como Detroit y Cincinnati, donde el derrotado del Partido Republicano era el hermano de J.D. Vance, el vicepresidente. También ganaron los demócratas en Atlanta, en Pittsburgh y en otras ciudades.
Después estuvo el referéndum en California, que enfrentaba cara a cara, a favor de la propuesta, al gobernador de California, Gavin Newson, que es quien estaba en alza para posicionarse como el archirrival de Trump. Y del otro lado, en contra de esa propuesta, la Propuesta 50, estaba Trump. Fue un cara a cara. Y en ese cara a cara, Trump salió perdiendo, y mucho, porque a favor de la propuesta de Newson votó el 63% de los californianos.
Dentro de esa rebelión en las urnas, el epicentro mayor estuvo en Nueva York. Porque nadie hubiera imaginado que, en la ciudad que vio aquel 11 de septiembre de 2001 aviones incrustarse en las Torres Gemelas, hacerlas arder como antorchas hasta que se hundieron en el vientre de Manhattan, algún día un musulmán podría gobernar esa ciudad. Sin embargo, eso ha ocurrido, con el añadido de que ese musulmán está a la izquierda de Bernie Sanders y de Elizabeth Warren, y se define con la palabra “socialista”.
Lo que ha pasado en las urnas norteamericanas es una suerte de rebelión contra la hiper concentración de riqueza, que en el caso de los Estados Unidos, en estos últimos años, ha agigantado la desigualdad hasta volverla obscena. Está el hecho de que Nueva York es una ciudad de inmigrantes, y se está gritando algo que la historia lo dice con claridad: Estados Unidos lo crearon y lo expandieron territorialmente hasta la costa del Pacífico los inmigrantes de Inglaterra, Escocia y Gales. Pero lo hicieron una economía gigantesca y moderna los inmigrantes. Es un país de inmigrantes, y Trump está lanzando la peor y más cruel de las cacerías de inmigrantes que se haya visto en el último siglo, por lo menos en los Estados Unidos. Creo que contra eso también hay una gigantesca rebelión, porque le dieron la alcaldía de Nueva York a un joven que no solo es musulmán y se define con la palabra “socialista”, sino que además es inmigrante. Es la contracara absoluta de lo que representa hoy Trump.
Me entusiasma escucharlo decir que se trata no de un hecho aislado, sino de un fenómeno que trasciende a cualquiera de los candidatos. ¿Es trasladable a nivel mundial? De la misma manera que uno podría decir que la corriente de ir hacia la derecha, iniciada con Reagan y Thatcher, fue un ciclo largo. Trump llega al paroxismo, y estaríamos pegando la vuelta. ¿Es un fenómeno solo norteamericano o puede extenderse al resto del mundo occidental?
Sí, yo tengo la impresión de que puede extenderse, porque hay algunas otras pequeñas señales en realidades políticas y socioeconómicas muy diferentes. Pero, por ejemplo, el hecho de que Bernardo Arévalo haya llegado a la presidencia de Guatemala. Es el hijo de Juan José Arévalo, que fue sobre finales del 40 el creador de la democracia en Guatemala, el impulsor del posterior presidente Jacobo Árbenz, un socialdemócrata, para decirlo de algún modo. Arévalo, que nació en el exilio, era la antípoda absoluta de lo que representaban el anterior presidente y la fiscal general, que es una protectora de los plutócratas guatemaltecos y de la corrupción en Guatemala. Para mí, que finalmente pudiera ganar y llegar a la presidencia un hombre de la posición política centrista de Arévalo, es una señal en Guatemala.
Y más cerca en el tiempo está la señal de Bolivia. Este fin de semana asumió la presidencia Rodrigo Paz. Este hombre, que si bien es sobrino nieto de Víctor Paz Estenssoro, cuatro veces presidente en el siglo XX, e hijo de Jaime Paz Zamora, líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, también presidente, es un hombre de centro, o centroizquierda, como sus dos célebres ancestros. Pero lo que hemos visto en las urnas de Bolivia es que, en la primera vuelta, dejaron afuera estas dos décadas de hegemonía del MAS y de esa sociedad que fue tan exitosa en la primera década, la de Evo Morales y Luis Arce. En la primera vuelta, sacaron de la cancha los votos a la izquierda populista que había gobernado estas últimas décadas, salvo el interinato de Jeanine Áñez.
Y en la segunda vuelta, en el balotaje, los bolivianos le dijeron que no a la derecha dura que representa Jorge “Tuto” Quiroga, quien fue vicepresidente del general Hugo Banzer y luego quedó en la presidencia tras su muerte. Fue su vicepresidente no en la dictadura banzerista que se instaló tras derrocar a Juan José Torres, sino cuando Banzer llegó por vía de las urnas al poder, pero siempre representando un conservadurismo duro, recalcitrante y clasista. Y no en el sentido trotskista de la palabra “clasista”, sino en el exactamente inverso. En este caso, esa opción que hoy venía con una agenda económica libertaria, o por lo menos con rasgos libertarios, tuvo un rechazo contundente en las urnas. El poder, la voluntad popular, se inclinó por la opción de centro que representa Rodrigo Paz, y que se ve en los diez puntos que propuso al asumir.
Entre ellos está lo que define como un “capitalismo de todos”, o sea, un capitalismo que, en vez de poner el foco primero en lo financiero y luego en las grandes inversiones de los megamillonarios, pone el foco en construir un capitalismo que estimule la actividad privada desde las clases bajas y medias. Es sacar todas las trabas burocráticas, bajar los impuestos, hacer todo lo posible para que todos puedan convertirse en emprendedores, en empresarios privados. Y esa visión no es precisamente igual a la que presenta Javier Milei. Milei hubiera festejado y estado más cómodo en la asunción del nuevo presidente boliviano si el ganador hubiera sido quien lo ha elogiado permanentemente desde Bolivia, que es Quiroga. Pero esa versión del ultraconservadurismo es la que fue derrotada.
Estos son dos ejemplos que están muy a la vista, y que están en la región. Quizás sean también hechos sueltos, pero posiblemente sean una señal de que las sociedades empiezan a vislumbrar que estos liderazgos disruptivos coinciden en ser mesiánicos, y en vestir con el modelo liberal-demócrata -el del Estado de Derecho con límites al poder ejecutivo-, aunque más bien parecen identificarse con el modelo de autocracia que impera en Rusia. Claramente, y hasta explícitamente, suele expresarlo Donald Trump. Parecen haber surgido las primeras señales de que las sociedades empiezan a percibir que estos liderazgos disruptivos conducen hacia un capitalismo de megamillonarios que, además de tener todo el poder económico, tengan también todo el poder político.
Y le dejo de paso una felicitación: yo siempre me engancho mucho con sus entrevistas, cuando puedo agarrar una en el auto. Y los otros días, su diálogo con Malamud fue increíble. Lo felicito realmente, porque fue una pieza de reflexión verdaderamente enriquecedora.
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