El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 701: ¿Quo vadis american peronist?

El peronismo es la principal fuerza de oposición y está sumido en una profunda crisis que amenaza con hacerlo estallar en varias fracciones. Es probable que la renovación venga de quien pueda salir del entuerto en el que está metido frente a Javier Milei.

Día 701: ¿Quo vadis american peronist? Foto: CEDOC

Carlos Menem citó una frase genial de Juan Domingo Perón: “Los peronistas son como los gatos, cuando parecen que se están peleando, se están reproduciendo”. A nosotros se nos ocurre una mucho menos brillante, pero tal vez en este momento de crisis del justicialismo, un tanto atendible. Los gatos cuando se están peleando, también parece que se están peleando. Quizás en este momento no se esté reproduciendo y quizás se esté procesando una amarga pelea que deje a todos lastimados. 

Sin embargo, a pesar de la falta de rumbo, las disputas entre las diferentes tribus y la certeza de que una parte del peronismo ayudará a Javier Milei en la sanción del presupuesto y las reformas que necesita sacar en el Congreso, la realidad es que el peronismo vive, tiene debates, sigue atrayendo a buena parte de la juventud politizada universitaria y secundaria que este año ha ganado centros de estudiantes en buena parte de las principales facultades y colegios preuniversitarios del país. 

Además, el titular del Tesoro norteamericano, Scott Bessent acusa de “peronist” a los demócratas, signo de que cada vez más personas discuten sobre el peronismo y es una categoría que, lejos de apagarse y perder sentido, sigue reproduciéndose. En ese sentido, también los peronistas son como los gatos: cuando se pelean hacen mucho ruido. 

La mayoría de los argentinos no votaron por los candidatos de Javier Milei en las últimas elecciones. De los que votaron, el sesenta por ciento eligió otras listas, y luego se encuentran los que no votaron, de los cuales probablemente también haya un porcentaje que no está de acuerdo con sus ideas. Para esta mayoría social que no piensa como Milei, hay un serio problema en la oposición: el peronismo es la principal fuerza de oposición, por lejos, y está sumido en una profunda crisis que amenaza con hacerlo estallar en varias fracciones.

Kicillof y Massa impulsan una ley que enfrenta a las petroleras: alertan desde el sector por el riesgo de desabastecimiento

En Modo Fontevecchia, el candidato de Fuerza Patria de la provincia de Buenos Aires, Jorge Taiana, dijo que el peronismo no estuvo a la altura de ofrecer una alternativa de poder frente a la crisis del Gobierno. Tampoco supo qué hacer frente a la intervención de Trump y Bessent, y descansó en la idea de que el antiimperialismo, propio de la subjetividad del pueblo argentino, iba a generar un voto opositor que acentuaría aún más la diferencia que el peronismo ya había sacado en septiembre en suelo bonaerense.

Luego de la remontada histórica de Milei en provincia de Buenos Aires y del triunfo en todo el país, los pases de facturas no se hicieron esperar, y Cristina Kirchner apuntó contra su reciente rival interno, Axel Kicillof, a quien culpó por la táctica del desdoblamiento electoral. Cristina planteó que la victoria bonaerense por catorce puntos generó un efecto de alerta en el antiperonismo y esto provocó la victoria libertaria.

El planteo de la expresidenta está muy por debajo de su talla intelectual al que estábamos acostumbrados. Es obvio que, si una fuerza despierta tanto voto en contra y miedo por la posibilidad de una vuelta al poder, lo que debe revisar justamente es cuáles son las razones que generan estas ideas y sentimientos en una importante parte de la población, no intentar ganar unas elecciones sin que estos se den cuenta.

Quien logró desatar un debate más interesante es el director de Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, José Natanson, quien planteó que el peronismo necesitaba recuperar la idea de que era el partido del orden económico y esto se hacía con un economista moderado. "El peronismo necesita un Astori. Tiene que construir confiabilidad económica". 

Empecemos por explicar quién fue Astori. Danilo Astori (1940-2023), economista y profesor del Frente Amplio (FA), fue el gran arquitecto del consenso fiscal uruguayo. Fue ministro de Economía durante las presidencias de Tabaré Vázquez y José Mujica. Su perfil de socialdemócrata pragmático garantizó la estabilidad macroeconómica, logrando crecimiento sostenido, reduciendo el déficit e implementando la reforma tributaria, incluyendo el IRPF, una forma de sustitución del IVA. Astori fue la garantía de seriedad que el FA ofreció al establishment y a los inversores, asegurando que la llegada de la izquierda no desestabilizaría el país. 

Es interesante que la otra expresión progresista latinoamericana de principios de siglo XX que está gobernando nuevamente, la del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva también tuvo un Astori, Antonio Palocci. El primer mnistro de Hacienda de Lula, nacido en 1960, comparte con Astori un perfil pragmático y la misión de ganar la confianza de los mercados. Palocci implementó una política de metas de inflación y un superávit primario alto en el inicio del gobierno de Lula (2003-2006), consolidando la estabilidad brasileña, aunque su carrera política posterior se vio truncada por escándalos de corrupción. Ambos ministros cumplieron el rol de ser el rostro de la ortodoxia fiscal en gobiernos de izquierda. 

Danilo Astori y Antonio Palocci.

Astori asumió en 2005 en el primer gobierno de izquierda, y tuvo que lidiar con las consecuencias de la crisis de 2002. En ese contexto, abogó por la prudencia en materia fiscal y el cumplimiento de compromisos financieros internacionales. Esto es interesante porque muestra cómo la izquierda uruguaya logró salir de una discusión interna justamente sobre gasto público. 

En relación con Palocci, que tuvo un final lamentable, envuelto en casos de corrupción, recuerdo una entrevista que le realicé en la que me comentó que el PT en Brasil había decidido no cobrar retenciones a las exportaciones. Todo esto me lo comentaba mientras acá las rutas estaban cortadas por los productores rurales contra la medida de las retenciones del kirchnerismo. El planteo del gobierno de Brasil era maximizar el superávit comercial y generar confianza en los mercados, con casi 400 mil millones de dólares de reservas en el Banco Central. Todas estas decisiones se explican ahora con las diferencias en lo que genera en los mercados el PT y el kirchnerismo. 

Lula no solo eligió a Palocci para que intente generar confiabilidad, también utilizó un recurso que Cristina utiliza a menudo: una carta pública. La Carta al Pueblo Brasileño, emitida en junio de 2002, fue la pieza que aseguró su victoria presidencial al apaciguar el temor de los mercados, que temían que el PT incumpliera compromisos. El documento fue un compromiso formal y pragmático con la estabilidad económica, garantizando el respeto a los contratos, el equilibrio fiscal y, de manera central, el honramiento de la deuda pública y una relación constructiva con el FMI.

La prueba definitiva de este pragmatismo llegó en 2005, cuando el gobierno de Lula, bajo la gestión económica iniciada por Palocci, decidió cancelar anticipadamente la totalidad de la deuda con el FMI, pagando 15.500 mil millones de dólares. Esta acción no solo demostró solvencia e independencia, sino que consolidó la confianza necesaria para que el PT implementara sus ambiciosos programas sociales y gobernara con éxito.

Cuánta diferencia con Cristina, que hizo una carta después de que se sembrara miedo por un posible lunes negro económico si triunfaba el peronismo y no antes para disuadir sobre el miedo. Es decir, hizo una carta a destiempo. Además, en vez de tratar de discutir ese problema de fondo, utilizó su misiva para atacar a su anterior hombre de confianza y hoy rival, Axel Kicillof. Por más antipático que suene para muchos adherentes a la expresidenta que pueden ser parte de la audiencia, una parte del problema del progresismo argentino es que Cristina no es Lula, tiene características bien distintas. 

En 2008 tuvo la oportunidad de entrevistar largo a ambos, a Astori y a Palocci. No había ninguna diferencia en su discurso con el de la socialdemocracia europea o con los economistas de Cedes en Argentina, como Roberto Frenkel, quienes se definen como heterodoxos de derecha o matemáticos de izquierda, el famoso centro, o el caso más exitoso y emblemático de Roberto Lavagna.  

Javier Milei tildó de "chorro" a un economista que propuso impuestos al efectivo para combatir la evasión tributaria

Volviendo al planteo de Natanson, el economista Hernán Letcher, directamente aludido por el director de Le Monde Diplomatic, contestó en una genial nota en Página 12. Letcher argumenta que el planteo de “un Astori peronista” comete un error conceptual: un proyecto de país no se resuelve con un nombre técnico, sino que es una decisión eminentemente política. El mismo rol de Astori está malinterpretado, pues él fue un líder que surgió de una articulación política dentro del Frente Amplio, y el orden de prelación siempre debe ser definir la política antes que los nombres.

Además, rechaza la noción de la "confiabilidad del mercado", señalando que un ministro de Economía no debe ser un empleado del establishment, sino alguien que articule los intereses del conjunto. Obviamente, no es lo mismo generar confianza que ser empleado del mercado. Letcher enfatiza que el peronismo debe revisar su relación con las finanzas (dejando de rotular todo como "timba") y el empresariado (superando el abordaje binario de buenos y malos), articulando sus intereses.

Finalmente, subraya que el peronismo sí tiene propuestas concretas, citando los numerosos proyectos elaborados por el CEPA, y afirma que la verdadera tarea es planificar en detalle para generar un impacto real en la vida de la gente, al tiempo que critica la estigmatización de figuras que no se doblegan al statu quo.

En realidad, hay un proyecto que se está preparando en el seno del peronismo, y plantea nuevamente el rechazo de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El planteo que se discute dentro del PJ que maneja Cristina es que Argentina sólo tiene que aceptar los vencimientos del porcentaje de deuda que le corresponde como máximo a cada miembro del organismo internacional sobre su participación accionaria. Cada miembro puede acceder a un préstamo de X cantidad de veces su cuota de socio, y Argentina la superó por mucho más. Eso que fue superado, se pagaría a los premios. Sería un proceso de semi default con el Fondo, algo que suena como una vieja canción.

Ahora, el peronismo se enfrenta a una paradoja muy importante. Por un lado, la sociedad tuvo temor a que su vuelta genero un caos macroeconómico y por el otro Donald Trump, Bessent y el FMI platearon la necesidad de que se lleven adelante acuerdos políticos que le den proyección a la economía argentina: el Presupuesto, la reforma laboral, tributaria y previsional.

Es decir, los prestamistas del país, quienes son garantes de la estabilidad económica de los argentinos hoy están indicando para dónde debe ir la política del país. Si el peronismo, como es natural, se opone, colabora con la idea de que genera caos, si no se opone su identidad se diluye. Además, los gobernadores necesitan acordar con Milei para poder obtener fondos coparticipables, obras públicas y otros intercambios fundamentales para su gestión, pero además coinciden con la necesidad de una macroeconomía ordenada. 

Cristina Kirchner en el Día de la Lealtad Peronista.

Sumado a esto, lo que perdió en las elecciones fue la idea de ser una mera resistencia a Milei. El peronismo como proyecto de mero freno a Milei no convenció y quedó totalmente en crisis. Entonces, un peronismo que no quiere seguir colaborando con la percepción de caos, que no le alcanza con ser resistencia a Milei y que tampoco tiene un proyecto alternativo de poder, ¿qué hace? Sobrevive. Cada gobernador, cada intendente y cada sindicalista intenta mantener su lugar de poder con diferentes tácticas en las que se acuerda más o menos con el Gobierno. 

Ahora, seríamos injustos si dijéramos que nadie tiene ideas sobre qué hacer con el peronismo. Hay ideas, sólo que no hay un proyecto común. En ese sentido, el peronismo enfrenta un dilema similar a los demócratas en Estados Unidos. Los demócratas frente a Trump no saben si girar a la izquierda con Bernie Sanders, Zohran Mamdani y los Demócratas Socialistas norteamericanos. No saben si girar al centro, porque los republicanos giraron mucho a la derecha y dejaron a esa gente sin representación o si ser un partido “atrapa todo”, que es de izquierda en los centros urbanos de ambas costas, de centro en las zonas con menor densidad poblacional y de derecha en el medio oeste. 

Actualmente, hay diferentes proyectos del peronismo. Una renovación por izquierda con Juan Grabois que tiene propuestas y proyectos para diferentes áreas de los problemas argentinos. Un peronismo de centro izquierda, encabezado por Kicillof que tiene intendentes, sindicalistas y cuenta con el triunfo del siete de septiembre. Un peronismo de centro con gobernador como Gerardo Zamora de Santiago del Estero quien gana en su provincia por la mayor diferencia y además manteniendo la alternancia en el poder sin perder el control político sobre su provincia, o un peronismo de centro derecha con Sergio Massa que debería ver si puede recuperarse de su derrota en 2023, pero tiene unos ocho diputados y contactos en todos los resortes de poder en el país. O la idea de Natanson sobre un economista como Emmanuel Álvarez Agis que funcione como un outsiders aunque haya sido viceministro de Economía cuando Kicillof condujo el ministerio pero al salir de la función pública en 2015 quedó descatextizado de kirchnerismo.

Álvarez Agis está teniendo un alto protagonismo público en estos días: propuso, para combatir la informalidad, grabar impositivamente los pagos en efectivo, reduciendo los impuestos de los pagos bancarizados, lo que generó insultos del mileismo. Que la propuesta de Natanson haya generado tanta repercusión al punto de la mayor atención que generan las ideas de Álvarez Agis son un síntoma de demanda, de demanda de ideas nuevas, las nuevas canciones, de la sociedad a la oposición.

Emanuel Álvarez Agis le respondió a Javier Milei y aclaró cómo funcionaría el “impuesto al efectivo” 

El kirchnerismo no ofrece renovación, ofrece obediencia a la jefa, que según dirigentes como Mayra Mendoza, “siempre tiene razón”. Esto, a pesar de que haya elegido como candidato presidencial en el 2015 a Daniel Scioli que hoy es libertario y a Alberto Fernández con quien nunca pudo ponerse de acuerdo. Un espacio que parte de la premisa de que su líder “siempre tiene razón”, es más una organización religiosa que política. No son pocos en el peronismo piensan que para tener futuro político Kicillof debería despedir ruidosamente, y antes de comenzar sus últimos dos años de mandato este diciembre, a todos los funcionarios de La Cámpora de su gobierno, lo que no se animó a hacer Alberto y que subalternizado para siempre.

En la editorial de ayer de Carlos Pagni en su programa, Odisea Argentina, contó que el dirigente del PJ porteño, Juan Manuel Olmos planteó que la discusión del peronismo debe resolverse en una interna, haciendo recordar la interna peronista de los ochenta, tras la derrota con Raúl Alfonsín en la que compitieron Antonio Cafiero y Menem en 1988. Ya en 2022 antes de la debacle del gobierno de Alberto y Massa imagina que el candidato a presidente surgiría de una interna entre él y Kicillof. 

Este planteo resultaría interesante si la discusión genera que se puedan procesar las diferencias. Restaría resolver la falta de afiliación formal de muchos sectores como entre otros el de Grabois, con fuerte presencia de jóvenes y trabajadores informales recién llegaron al peronismo como movimiento y aún no tienen representación en cantidad de afiliados. Lo mismo con sectores vinculados a Kicillof u otros dirigentes sin tanta historia en el peronismo. Es decir, tal vez una interna sin actualizar el sistema de afiliación reflejaría un pasado del PJ que justamente lo trajo hasta acá y no una renovación. 

Probablemente, la renovación venga de quien pueda salir del entuerto en el que está metido el peronismo frente a Milei. ¿Qué acordar con el Gobierno y qué no? ¿Cuál es el plan alternativo? ¿Cómo salir del estigma de un caos económico si triunfa el peronismo y cómo ser alternativa a lo que plantea Bessent y el FMI sin caer de nuevo en generar temor en el mercado? El peronismo parece estar en una arena movediza en la que cada movimiento que hace lo hunde más y más. 

Si se pelean, se reproducen o se pelean ahora para reproducirse después, lo dirá el tiempo. Por lo pronto, el peronismo sigue siendo la principal oposición y eso también salió de las urnas. En ese sentido, parte fundamental del futuro de Argentina se dirime en la discusión interna del justicialismo que seguiremos de cerca. 

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi  

TV/ff