Día 742: Milei y el animal que choca con la misma piedra
El Ejecutivo atraviesa un momento de “reformismo permanente” o “vamos por todo”, el constante error de los gobiernos. El Presidente podría cometer el mismo error que Mauricio Macri al querer pureza y encerrarse en su propio círculo.
En la última entrevista que le hicimos en Modo Fontevecchia a Miguel Ángel Pichetto hablamos, entre otras cosas, del momento en el que Mauricio Macri había ganado las elecciones de 2017 y enfrentó la decisión de ampliar su coalición con gobernadores del peronismo y el propio Pichetto, o cerrarse sobre el PRO y apoyarse en sus aliados de Juntos por el Cambio sin compartir demasiado las decisiones. El diputado recordó una reunión en la que Macri dio un discurso llamando a construir una nueva mayoría en relación con temas clave en los que efectivamente había acuerdo.
Luego de todo esto, el Gobierno giró hacia otro lado y avanzó con lo que llamó su “reformismo permanente”: reforma laboral, previsional e impositiva. Macri chocó con una masiva manifestación en la calle, no pudo avanzar con la reforma laboral y, si bien aprobó la previsional, el costo político fue tan alto que su gobierno empezó un declive acelerado. Si hubiese ampliado su base de sustentación, probablemente habrían salido proyectos menos ambiciosos, pero posibles. Pichetto recordó que en 2019 Macri lo fue a buscar para que sea su candidato a vicepresidente, cuando evidentemente era demasiado tarde para recuperar el capital político perdido.
Terminado su gobierno, Macri sacó una conclusión opuesta a la que planteamos acá. Según el expresidente, su gobierno fracasó por el freno que le ponían sus aliados radicales y de la Coalición Cívica. Dijo que, si volviera a ser presidente, “haría todo lo mismo, pero más rápido”. Él utilizó el término “buenismo” para referirse al costado con más sensibilidad social de su gobierno.
Javier Milei parece haber heredado esta conclusión y avanza tratando de doblegar y humillar a sus aliados. Esto generó que se haya caído la primera Ley Ómnibus, que la Justicia haya rechazado el capítulo de reforma laboral que había en el DNU 70/23 y que ahora se haya rechazado el artículo 11 del Presupuesto, que derogaba las leyes de discapacidad y financiamiento universitario, y que, en el mismo distanciamiento de sus aliados, también se haya postergado la reforma laboral. El Gobierno quiso hacerles votar a sus aliados en contra de dos leyes que ya habían votado cuatro veces. El Presidente requiere un grado de sumisión y humillación que pocos políticos podrían aceptar.
Presupuesto 2026: el Gobierno enfrenta una semana clave en el Congreso
Un refrán conocido, de origen anónimo, dice que "el hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra”. Es decir, los humanos somos los únicos animales que necesitamos varias experiencias para poder procesar lo que sucedió. ¿Esto es así o es simplemente un rasgo de falta de autoestima de nuestra especie, algo mortificada por sus miserias y dramas existenciales?
Biológicamente, la afirmación es inexacta. Los animales son sumamente eficientes aprendiendo mediante el condicionamiento operante. Como planteó Edward Thorndike con su “Ley del Efecto”, un organismo evitará rápidamente cualquier conducta que le genere dolor o consecuencias negativas. Un animal rara vez repite un error que comprometa su integridad física o su acceso al alimento; su supervivencia depende de esa eficacia inmediata y de un aprendizaje asociativo muy robusto.
La diferencia reside en que el ser humano no suele chocar con piedras físicas, sino con piedras simbólicas. Sigmund Freud exploró esto mediante la “compulsión de repetición”, explicando que los humanos recreamos situaciones fallidas debido a conflictos inconscientes no resueltos. Además, el filósofo Séneca sentenció que, aunque errar es humano, persistir en el error es “diabólico” o necio. A diferencia del animal, que responde al estímulo directo, el hombre está mediado por el ego y sesgos cognitivos que le hacen ignorar la evidencia del fracaso previo. Tropieza de nuevo porque, a menudo, la piedra es una parte invisible de su propia estructura mental. Milei comete el mismo error de Macri al querer pureza y encerrarse en su propio círculo.
Luego del rechazo de Diputados al capítulo 11 del Presupuesto, desde el Gobierno hicieron trascender que Milei vetaría su propio proyecto y prolongaría un año más el devaluado Presupuesto 2023. En nuestra última columna, titulada “Día 739: Milei acelera contra el Congreso”, dijimos que esto podría traerle problemas con sus acreedores, que le piden mayor nivel de estabilidad institucional para seguirle dando crédito. Ayer, en el programa de Luis Majul en La Nación+, despejó esta duda, pero nos dejó otras. "Lo que sí vamos a hacer es acomodar las partidas, lo vamos a corregir por la vía de la reasignación de gastos en el resto del presupuesto o de la reformulación de los recursos en las propias áreas", sostuvo el Presidente.
¿Era necesario amenazar con vetarlo y convertir un triunfo legislativo en fracaso? Es interesante que el Presidente dijo que “acomodaría las partidas para respetar el déficit cero”. ¿Qué significa esto? ¿Subejecutar las partidas? Es decir, ¿gastar menos dinero en salud, educación y ayuda social de lo que ya se ajustó? En resumidas palabras, preguntamos: ¿se ajustará más en algunas áreas para compensar la caída del capítulo 11? Esto hace parte del error de Milei. En vez de tratar de recuperar a sus aliados, dándoles en parte la razón sobre las leyes de discapacidad y financiamiento universitario y discutir con ellos cómo resolver el problema del déficit, avanza de manera unilateral sobre el presupuesto. ¿Qué sentido tiene votar un presupuesto, asignar partidas que luego se subejecutarán?
Ya en febrero del año pasado, cuando caprichosamente Milei retiró la Ley Ómnibus porque no se aprobaba, y tuvo que esperar medio año para sancionar la Ley Bases con un tercio de los artículos originales, Pichetto le advirtió al Gobierno sobre los problemas de esta orientación. “Al oficialismo les pedimos que tengan una cuota de flexibilidad. Les encanta seguir perdiendo”, dijo en aquel momento.
La Cámara de Diputados tratará esta semana la Ley de Inocencia Fiscal, proyecto que acompaña al Presupuesto 2026.
Para entender más el problema de orientación del Gobierno, escuchemos al genial analista Sergio Berensztein, quien hizo esta misma comparación entre Milei y Macri, a la que también agregó a Cristina Kirchner. "Hace 44 años que empecé a estudiar y el concepto más importante que aprendí es que hay que ser generoso en la victoria", dijo, al ser consultado sobre si Milei comete el mismo error que Macri.
“Generosos en la victoria”. Podríamos pensar que hay parte de idiosincrasia argentina en esto. Pienso en la cultura de la gastada en el fútbol o en la política cuando se le gana al rival, como si se necesitara de la humillación del otro para terminar de convalidar una victoria. El problema es que cuando se humilla al otro y se lo acorrala, es probable que reaccione. Si se les pide a los diputados del PRO, radicales y peronistas disidentes que voten en contra de las universidades y la discapacidad cuando ya lo hicieron a favor cuatro veces, es pedirles que renuncien a todo tipo de identidad política. Es que se vuelvan unos simples levantadores de mano a cambio de coparticipación para sus provincias. ¿Qué destino político puede tener un simple levantador de manos? ¿Por qué Javier y Karina Milei no los reemplazarían luego por levantadores de manos aún más obedientes, que no tengan ningún pasado que no sea violeta puro?
Esto hace recordar al caso que involucra a un grupo de cinco legisladores conocidos como los “radicales peluca”. Este grupo, integrado por Mariano Campero (Tucumán), Martín Arjol (Misiones), Luis Picat (Córdoba), Pablo Cervi (Neuquén) y José Federico Tournier (Corrientes), protagonizó uno de los giros políticos más comentados de 2024. En junio, estos diputados impulsaron y votaron a favor de la ley de movilidad jubilatoria, un proyecto de autoría radical que buscaba recomponer los haberes frente a la inflación. Sin embargo, tras una reunión y una foto con el presidente Milei en la Casa Rosada, cambiaron drásticamente su postura en septiembre. En la sesión para tratar el veto presidencial a esa misma ley, votaron en contra de la insistencia del proyecto que ellos mismos habían avalado meses antes.
Esta decisión fue justificada por los legisladores bajo el argumento de la necesidad de “preservar el equilibrio fiscal” y el “déficit cero” que el Gobierno consideraba amenazado por el aumento a los jubilados. Campero y Arjol fueron las caras más visibles de este cambio, defendiendo la postura oficialista a pesar de las duras críticas de su propio partido. La situación generó un quiebre profundo en la Unión Cívica Radical, llevando a la Convención Nacional del partido a suspender su afiliación. El episodio se selló simbólicamente con un asado en la Quinta de Olivos, donde Milei agasajó a los “87 héroes” que blindaron su veto.
Pensemos en estos legisladores por un momento. Si Milei eligiese prescindir de sus candidaturas, ¿en qué espacio político tendrían lugar? ¿Representan los valores radicales de centro, instituciones fuertes y respaldo a la universidad y la salud pública? ¿O, por el contrario, solo pueden ser votados por la base electoral de Milei, que, si no los elige como candidatos, quedan fuera del juego político? Incluso desde el punto de vista del electorado libertario es lícito preguntarse: ¿cómo se sabe que estos diputados acompañarán al Gobierno cuando la situación sea adversa y no volverán a querer adaptarse a la situación?
Quien reflexionó sobre cómo deben actuar quienes adhieren a este Gobierno es el influencer Sergio “Tronco” Figliuolo, ahora electo como diputado nacional. "Hay cosas en las que hay que ser termo. Hay un montón de cosas que están bien", dijo en el canal de streaming Neura, con un termo pegado con cinta a su cabeza. La Argentina en la que estamos viviendo es una distopía permanente.
A quien también podemos inscribir en este tipo de error es a la propia Cristina. Podríamos decir que tuvo dos grandes momentos en sus dos gobiernos. Todo comenzó con el conflicto por la Resolución 125 en 2008, un enfrentamiento con el sector agropecuario que sumergió al gobierno de la expresidenta en una crisis de legitimidad sin precedentes. El voto “no positivo” de su vicepresidente, Julio Cobos, simbolizó una fractura interna que se tradujo en una derrota electoral en las legislativas de 2009 frente a Francisco de Narváez. En aquel momento, gran parte del arco político y mediático diagnosticaba un “fin de ciclo” prematuro. Sin embargo, la respuesta del núcleo duro kirchnerista no fue el repliegue, sino la profundización de la agenda política mediante lo que llamaron redoblar la apuesta.
Para reconstruir el camino hacia la victoria de 2011, el oficialismo desplegó una serie de medidas de alto impacto simbólico y social. La implementación de la Asignación Universal por Hijo (AUH), la reestatización de los fondos jubilatorios (AFJP), la sanción de la Ley de Medios y el matrimonio igualitario permitieron recuperar la iniciativa y movilizar a sectores juveniles que se incorporaron masivamente a la militancia. A esto se sumó un contexto económico de recuperación tras la crisis global de 2009, con un fuerte impulso al consumo interno. No obstante, el evento bisagra fue la muerte de Néstor Kirchner en octubre de 2010. El impacto emocional transformó la percepción pública de la presidenta: de una figura confrontativa pasó a ser vista como una líder resiliente que debía completar un legado.
El Bicentenario de 2010 ya había mostrado una efervescencia popular que el gobierno supo capitalizar, culminando en el histórico 54,11% de los votos en 2011, una cifra que otorgó una sensación de hegemonía total bajo el lema “Fuerza Cristina”. Es interesante que quien salió segundo detrás de Cristina fue Hermes Binner, del Partido Socialista, con un programa también progresista, solo que apoyando al campo y planteando el problema de la corrupción kirchnerista. Es decir, la hegemonía de los valores sostenidos por el kirchnerismo era muy fuerte en la sociedad.
El descenso hacia la derrota de 2013 comenzó casi inmediatamente después de aquel triunfo. La radicalización del discurso bajo la consigna “vamos por todo” coincidió con el agotamiento de ciertas variables económicas. La instauración del cepo cambiario para frenar la fuga de divisas, junto con una inflación que empezaba a erosionar el salario real, generó malestar en las clases medias. El punto de quiebre institucional y social fue la Tragedia de Once, en febrero de 2012. El choque del tren Sarmiento desnudó fallas críticas en la gestión del transporte y la corrupción en los subsidios, quebrando la narrativa de un Estado eficiente. A esto se sumó el enfrentamiento abierto con el sindicalismo de Hugo Moyano y las masivas protestas callejeras conocidas como el 8N, por el Impuesto a las Ganancias.
Javier Milei: "No voy a vetar el Presupuesto"
La fragmentación del peronismo fue el golpe de gracia: Sergio Massa, antiguo jefe de Gabinete de Cristina, rompió con el oficialismo y fundó el Frente Renovador. En las elecciones legislativas de 2013, Massa derrotó al candidato kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, poniendo fin definitivo a la posibilidad de una reforma constitucional para una reelección indefinida y marcando el inicio del declive electoral del espacio.
Estos momentos llamados “reformismo permanente” o “vamos por todo” son el constante error de los gobiernos. Los momentos de victoria evidentemente marean a cualquiera y rápidamente quieren construir una hegemonía que vaya más allá de los contrapesos republicanos. Es ahí cuando chocan correctamente con las instituciones democráticas del país. Es decir, terminan siendo suicidas y actores de su propia destrucción.
En este punto, creo que podemos sentirnos orgullosos de la democracia que estamos construyendo, que, con todos sus defectos y límites, les ha marcado límites a estos espacios políticos. La división de poderes, el periodismo, la sociedad movilizada y el resto de los partidos políticos han funcionado como contrapesos válidos en diferentes momentos de estos 42 años de democracia.
Los seres humanos somos los únicos animales que tropezamos dos veces con la misma piedra porque nuestros obstáculos suelen ser internos. La mejor forma de aprender a eludirlos es a través de la escucha mutua. Como nadie posee la verdad absoluta y cada uno carga con sus propias dificultades, la clave para no persistir en el error reside en compartir las lecciones aprendidas y exponerlas al juicio ajeno. Al hacerlo, solemos descubrir que nuestras piedras personales guardan una profunda similitud con las de los demás.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
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