El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 749: "Defender lo indefendible", el libro que Milei no pudo escribir

Hay una distancia entre el Milei que habla y el Milei que gobierna. Probablemente, en su cabeza, anhela un mundo en el que el mercado sea quien gobierne. En los hechos, su gobierno es populista de derecha que favorece solo transitoriamente a los que más tienen.

Día 749: “Defender lo indefendible”, el libro que Milei no pudo escribir Foto: CEDOC

El controvertido Murray Rothbard, el padre del anarcocapitalismo y uno de los fundadores de la ideología libertaria, odiaría el gobierno de Javier Milei. Rothbard estaba en contra del personalismo, el culto al líder, la represión estatal y la injerencia del Estado en la economía, como lo que hace Milei al mantener un tipo de cambio artificial para poder ganar elecciones. Estaría en contra de la represión a los jubilados todos los miércoles, de aumentar los fondos de la SIDE para espiar a los opositores y de utilizar el dinero del Estado para financiar medios y streaming con el único objetivo de hablar bien del Presidente y su hermana. Pero, de aplicarse completamente las teorías de Rothbard, las consecuencias serían aún peores.

Su discípulo Walter Block, un pensador más mediocre que escribió el libro que Milei le regaló a funcionarios de su gabinete, elogió a Milei como figura de difusión de las ideas libertarias, pero no analizó su presidencia. Se ve que hasta el autor de “Defender lo indefendible” tiene algunos límites para ejercer el título de su obra, demostrando su limitación conceptual.

Es decir, hay una distancia entre el Milei que habla y el Milei que gobierna. Probablemente, en la cabeza del propio Milei, su paso por la política sea solo un medio para ir hacia un mundo en el que el mercado sea quien gobierne la vida de las personas y el Estado sea solo un garante de última instancia para mantener el orden. En los hechos, el Gobierno de Milei es un gobierno populista de derecha que favorece solo transitoriamente a los que más tienen, porque finalmente todos pierden en una sociedad que se comprime.

Le baja los impuestos a las empresas extranjeras, favorece a la clase media alta con un dólar barato sostenido en base al endeudamiento, que paga con el dinero del presupuesto que achica de la salud, la educación y la asistencia social de los más pobres. Mientras tanto, utiliza partes de las ideas libertarias para correr la llamada ventana de Overton con el objetivo de preparar el terreno para lo que en su cabeza es una sociedad completamente diferente.

La ventana de Overton es el marco que delimita qué ideas políticas son socialmente aceptables en un momento dado. No define lo verdadero ni lo justo, sino lo decible sin escándalo. Fuera de esa ventana, las propuestas parecen impensables; dentro, razonables. Desplazarla implica correr los límites del debate público para que ideas antes extremas se vuelvan normales y, luego, posibles.

Milei y Milei: el profeta y el político pragmático, el jefe de Estado y el polemista. Esta dualidad en el Gobierno es expresada en su propio círculo de hierro. De un lado, los santiagocaputistas, con el Gordo Dan y el ejército de trolls batallando con las ideas por una Argentina libertaria, diciendo que la educación y la salud deben ser privadas; y, por el otro, está Karina Milei, con los pies en el barro, aliándose con viejos políticos ex peronistas, ex radicales y ex macristas que le ayudan a construir poder, un poder posible, aplicable, bastante lejos de las ideas que pregonan desde el troll center.

¿Cómo se puede gastar millones en reprimir a los jubilados, fortalecer la inteligencia para espiar opositores e intervenir la economía y, a la vez, decir que se es “el topo que viene a destruir el Estado desde adentro”? “Defender lo indefendible” da una introducción que la presidencia de Javier Milei podría completar. Es decir, si “le sale bien”, como dicen en las redes, la gestión de los hermanos Milei podría funcionar como un corolario del libro.

La obra de Walter Block es una defensa de los personajes más aberrantes de la sociedad, amparándose en que brindan un servicio que el mercado requiere. Block defiende a proxenetas, narcotraficantes, a quienes cobran dinero por hacer chantajes y la venta de órganos. Para el autor, estos personajes odiados por la sociedad no deberían ser perseguidos por la policía, porque simplemente venden lo que otros quieren comprar y, si se mantienen dentro del principio de no agresión en relación con los ataques físicos, la justicia no tiene por qué accionar contra ellos.

Tampoco los padres tienen obligaciones para con sus hijos; para él, podrían dejarlos morir de hambre siempre y cuando no los agredan directamente. Para Block, la crianza que conlleva la manutención de los menores es caridad, algo que puede hacerse pero no es obligatorio. En ese sentido, avala a quienes ponen a trabajar a menores. Las leyes de prohibición de la explotación infantil, para este autor, son nocivas para la independencia del niño.

En resumidas cuentas, no es que Block considere que estas actividades son moralmente correctas o deseables; admite que son aberrantes, pero plantea que no se las puede castigar y que el Estado las debe permitir porque brindan servicios que son requeridos por consumidores. Lucrar con la enfermedad de las adicciones, la pobreza infantil o la necesidad de mujeres y niños que deben prostituirse son defendidas porque detrás de ello está el mercado, el núcleo filosófico e incuestionable del pensamiento de Block y de Milei.

Este es el punto de encuentro con el gobierno de Milei. Éñ probablemente crea que su gobierno fortalece al Estado para destruir a quienes son sus principales defensores y luego acabar con él o reducirlo a su mínima expresión. En ese sentido, “defiende lo indefendible”, al igual que Block, porque detrás estaría el camino al verdadero libertarianismo.

Milei irá al Reino Unido en los próximos meses y busca levantar la restricción de compra de armas por el conflicto de Malvinas

A su vez, el sugerente título les da una idea marcada a sus funcionarios. Deben “defender lo indefendible” porque es en defensa del Presidente, que es alguien que tiene una misión divina: la de acabar con la casta estatizante y liberar los potenciales de la sociedad en el mercado. El mercado no es moral; no hay ni bien ni mal, solo hay transacciones. La pobreza, el hambre, la prostitución y el narcotráfico son simples consecuencias del libre intercambio.

Si el Milei presidente es el político táctico, Block representaría el Milei estratégico. La relación entre táctica y estrategia es compleja. Para Carl von Clausewitz, la táctica y la estrategia son niveles distintos pero inseparables de la guerra. La táctica se ocupa del uso de las fuerzas en el combate: cómo se libra una batalla concreta, la disposición de tropas, el momento del ataque, la maniobra inmediata. Es el arte de ganar enfrentamientos.

La estrategia se ocupa del uso de las batallas para alcanzar el fin de la guerra. No pregunta cómo ganar hoy, sino para qué se pelea y qué sentido tienen esas victorias parciales dentro de un objetivo político mayor.

Clausewitz es tajante: ganar batallas no garantiza ganar la guerra. La estrategia subordina la táctica al fin político, porque la guerra es la continuación de la política por otros medios. Cuando la táctica se autonomiza, cuando se pelea bien pero sin propósito, la guerra se vacía de sentido y puede volverse autodestructiva.

La ideología libertaria y la suposición de que Milei tiene una misión divina funcionan en la cabeza de los funcionarios del Gobierno como un horizonte estratégico que valida cada una de sus acciones. No importa mentir, reprimir, engañar o manipular la realidad si es en defensa de Milei y del Gobierno. Todo se ve como una acción necesaria en favor último del mercado y en contra de la casta estatizante.

Probablemente, Milei esté cansado de reprimir su verdadero pensamiento en el cepo a sus insultos y declaraciones provocadoras que se autoimpuso tras la derrota electoral bonaerense en septiembre y el libro de Block sea una forma implícita de recuperar sus deseos. Como cuando hace un retuit: usa a otros para decir lo que le gustaría decir. Pero en 2023 lo decía sin pelos en la lengua.

Sobre la venta de órganos, dijo: "Mueren más de 350.000 personas por año en Argentina. Por la ley Faustina son todos potenciales donantes, y hay 7.500 que están esperando donantes. Algo no funciona bien. Revisemos el mecanismo y busquemos mecanismos de mercado para resolverlos. No hay peor solución que la garra del Estado". 

En una entrevista en 2022, el periodista Ernesto Tenembaum le preguntó a Milei si ante la pregunta sobre si la venta de órganos debería ser legal, la debería ser no, el entonces diputado dijo: "No, depende. Si tuviera un hijo no lo vendería". En definitiva, habilitar la venta de órganos, de niños, legalizar a los proxenetas o exculpar a los narcotraficantes tiene en común considerar al cuerpo una mercancía transaccional, una propiedad, enajenada del yo, casi como si se pudiera dividir el cuerpo del yo en un dualismo extremo. Y al ser una propiedad, incluso se podría destruir el propio cuerpo, como sería en el caso de quienes consumen lo que compran al narcotraficante.

Milei desea un mundo en el que todo se venda y todo se compre, pero para llegar a aquel ideario de sociedad Milei pega una vuelta estatista y populista que nos adelanta algo de su ideología: la mayoría de los beneficios serían para los más fuertes y la mayoría de los perjuicios serían para quienes están abajo. Utiliza la represión estatal y la injerencia del Estado en la economía; por lo tanto, no es un gobierno libertario. En su cabeza lo justifica como un gobierno minarquista, de Estado empequeñecido de transición a algo que esperemos nunca se realice.

El verdadero Milei

Por qué Milei sigue una ideología tan individualista y cruel lo explica con maestría el análisis de Gustavo González en su columna para el diario Perfil, titulada “El verdadero Milei”, que ofrece una perspectiva profunda que trasciende la mera crítica económica para adentrarse en la psicología del poder. Según el periodista, no se puede entender el experimento político que atraviesa Argentina sin analizar las cicatrices personales de quien lo lidera. González propone una tesis inquietante: la ideología que Javier Milei pregona no es solo un conjunto de teorías académicas, sino una armadura emocional construida durante años de hostilidad.

El columnista es tajante al vincular la ideología de la “antisolidaridad” con la historia de vida del mandatario. Para González, el desprecio por la mediación estatal y la exaltación del individuo autosuficiente tienen su origen en un pasado marcado por el maltrato familiar y el acoso escolar. El periodista sostiene que “quien logró superar aquellas duras condiciones de vida se siente apto para competir por su sustento con las reglas del mercado”. Desde esta óptica, el anarcocapitalismo de Milei sería, en realidad, una herramienta de supervivencia que él mismo forjó ante la ausencia total de redes de contención en su juventud.

Al regalar el libro de Block a sus ministros, Milei no solo reparte un manual de economía radical, sino que, según González, entrega su propia visión del mundo: una en la que el individuo está solo y debe valerse por sus propios medios para no ser devorado. El periodista interpreta que el Presidente está intentando “convertir en legal todo lo que una transacción comercial permita”, proyectando así su experiencia personal de soledad como un modelo universal. Para Milei, si él pudo sobrevivir sin que nadie fuera solidario con él, salvo su hermana y sus perros, el resto de la sociedad debería ser capaz de hacer lo mismo.

Esta proyección se manifiesta en lo que González define como una “batalla cultural por los valores”. El texto concluye que la insistencia presidencial en cambiar la legalidad vigente y defender lo que socialmente se considera indefendible responde a una necesidad psicológica de validación. Milei no solo busca transformar la macroeconomía; necesita que la mayoría comparta sus valores para, de alguna manera, reescribir su propia historia.

González sugiere que, al lograr que la sociedad adopte su individualismo extremo como norma, Milei busca dejar de sentirse solo. La validación masiva de sus ideas funcionaría como un bálsamo para el niño que no fue apoyado, permitiéndole sentir que su camino de dureza y aislamiento no fue un trauma, sino una virtud heroica. Sin embargo, el periodista cierra con una advertencia: el costo de este proceso de validación personal podría ser demasiado alto para el tejido social argentino. En definitiva, la nota de Perfil nos invita a ver detrás del economista al hombre que, a través de la política, intenta finalmente ser comprendido y aceptado por un mundo que alguna vez le dio la espalda.

Por eso, Milei ya no solo se desdobla, sino que se triplica. Está Milei, el profeta libertario del individualismo; el político pragmático; y Milei, el niño bulleado y maltratado que solo busca validación, finalmente el que sostiene a los tres. Esta tríada debe mirarse para entender esta figura tan compleja y poliédrica que es el Presidente. Hay una idea de mundo llevada adelante por una práctica política que no tiene principios y motivada, en el fondo, por un deseo de validación social sin límites.

A pesar de todo esto, la sociedad argentina lo tomó como herramienta para “pasar de página” y probablemente algo de nuestra tesis de que este gobierno es el descenso final de un proceso decadente de populismos que se alternan entre sí sea correcta o, al menos, plausible.

Esperemos que para el próximo año la oposición empiece a tomar cartas en el asunto y que, de los dirigentes capaces que hay en todos los espacios y de la sociedad misma, surja un proyecto superador, basado no en el deseo de validación de una persona afectada por traumas de su infancia o en una ideología que vulnera los principios más básicos de solidaridad y fraternidad, sino justamente en los valores que nos hacen humanos.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi  

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