Senado en tensión

El presupuesto como prueba de fuego

En la política argentina, el presupuesto también es otra cosa: es la moneda de negociación con los gobernadores. Son ellos quienes controlan votos, territorios y tiempos. Y son ellos quienes, hoy, le exigirán al Presidente recursos, compensaciones y garantías. No por ideología, sino por supervivencia política.

Sesión en el Senado por presupuesto 2026. Foto: Pablo Cuarterolo

El gobierno de Javier Milei enfrenta hoy una prueba de fuego que excede largamente lo técnico: la aprobación del Presupuesto comprometido con el Fondo Monetario Internacional (FMI)  No se trata solo de números, sino de credibilidad política. El presupuesto es el instrumento donde las promesas dejan de ser retórica y se convierten en obligaciones verificables. Y ahí, precisamente, es donde la coherencia se pone a prueba.

El acuerdo con el FMI exige un marco fiscal consistente, metas claras y previsibilidad intertemporal. Pero en la política argentina, el presupuesto también es otra cosa: es la moneda de negociación con los gobernadores. Son ellos quienes controlan votos, territorios y tiempos. Y son ellos quienes, hoy, le exigirán al Presidente recursos, compensaciones y garantías. No por ideología, sino por supervivencia política. Milei llega a esta instancia con una ventaja táctica evidente: una oposición nacional fragmentada y una arquitectura institucional debilitada. Ese vacío le permite prometer. Prometer equilibrio, obras futuras, alivios fiscales diferidos, “amor eterno”. Prometer sin pagar hoy. El problema —y la historia argentina lo demuestra— es que la promesa sin cumplimiento tiene fecha de vencimiento.

La confianza no se construye por reiteración del discurso, sino por consistencia Guillermo O’Donnell dejó en claro que cuando los compromisos no están respaldados por instituciones fuertes, la política se degrada en transacción coyuntural. Eso es exactamente lo que se juega ahora: un presupuesto negociado para pasar el día, no para ordenar el año.

Hay quórum en el Senado y ya se debate el Presupuesto 2026

Los gobernadores lo saben. Saben que el Presidente tiene incentivos para prometer hoy y ajustar mañana. Saben que la épica libertaria no paga sueldos provinciales ni sostiene cajas previsionales. Por eso la negociación no será ideológica, sino defensiva. La clave no es si Milei logrará aprobar el presupuesto, sino cuántas promesas quedarán flotando en el aire una vez conseguido el voto y que pueda cumplir

Si el presupuesto se aprueba a fuerza de compromisos implícitos que luego no se honran, la coherencia del gobierno quedará dañada. Y cuando la coherencia se daña, la palabra presidencial pierde valor de cambio.

Le seguirán creyendo? No solo los gobernadores. También los mercados, el FMI y, sobre todo, la sociedad. La política argentina está llena de presidentes que ganaron tiempo prometiendo y lo perdieron incumpliendo. La diferencia es que hoy no hay margen social para la paciencia. El ajuste ya se hizo sentir. El crédito simbólico se consume rápido.
Milei todavía puede elegir. Puede usar el presupuesto como ancla de previsibilidad, cumpliendo lo que firma y ordenando expectativas. O puede usarlo como herramienta de supervivencia, prometiendo más de lo que está dispuesto —o puede— cumplir. En el primer caso, construirá autoridad. En el segundo, sumará un antecedente más a la larga lista de promesas rotas.

Porque en política, como en el mercado, la confianza no se rompe de golpe. Se desgasta. Y cuando finalmente se agota, ya no hay presupuesto, FMI ni épica que alcance para recomponerla