EL CÍRCULO VICIOSO DE LAS REDES SOCIALES

Likes tóxicos: cuando el odio es buen negocio

Con el sistema de monetización impulsado por Elon Musk, las redes sociales ya no premian el contenido valioso, sino el que más ruido genera. ¿El resultado? Una economía del escándalo que contamina la conversación pública.

Imagen ilustrativa Foto: MrJayW / Pixabay

Sí, es cierto. Y es una de las consecuencias más perversas del modo en que funcionan hoy los algoritmos en redes sociales, especialmente en plataformas como X (ex Twitter), propiedad de Musk.

El sistema premia el engagement, es decir, la cantidad de interacciones que genera un posteo, como likes, compartidos y, especialmente, comentarios. Y el contenido agresivo, polarizante o escandaloso suele ser el que más reacciones provoca.

Desde que se implementó el programa de monetización de contenido, algunos creadores comenzaron a recibir dinero por posteos que generan mucho tráfico. ¿Qué implica esto? Que decir cosas polémicas, violentas o extremas puede convertirse, literalmente, en un negocio.

La historia trágica de Margarita Oliden

 

En este nuevo ecosistema, se fomenta el contenido incendiario. Ya no importa si lo que se dice es cierto, responsable o constructivo; lo que importa es que genere ruido.

El algoritmo no recompensa la calidad, sino la interacción. Y como su lógica es matemática, si algo genera clics, lo muestra más. El odio, lamentablemente, genera muchos.

Así, se consolida una economía del escándalo. Muchos creadores se están especializando en decir lo más provocador posible porque eso les da visibilidad y dinero.

Lo que antes era simplemente desagradable, ahora es rentable. Y eso contamina el ecosistema digital y la conversación pública. Estamos frente a un círculo vicioso: cuanto más odiás, más te miran; y cuanto más te miran, más cobrás.

¿Qué se puede hacer? Exigir mayor responsabilidad de las plataformas, para que no todo se mida en clics. Fomentar la alfabetización digital, para que los usuarios comprendan cómo funciona este sistema. Y, sobre todo, no premiar con atención a quienes viven del odio.