Un altar digital para D10S
Las redes sociales se transformaron en el principal espacio donde millones de personas en el mundo despidieron al Diez.
Este es el primer fallecimiento trascendentalmente popular atravesado por la tecnología. La muerte de Diego se expresó en las redes sociales y en medios digitales como nunca antes y no son frecuentes, ni muchos, los hechos que produzcan este efecto. El tráfico de interacciones en las plataformas -Instagram, Facebook, Twitter, etc-, se multiplicó y no solo en Argentina sino también en países de todos los continentes, algunos tan remotos como la India.
Mandatarios, deportistas, personalidades y millones de personas encontraron en sus múltiples dispositivos la manera de proyectar su voz, de contar qué sentían, de sucumbir a la “pulsión tecnológica”. Ese proceso adictivo y emocionante que reduce a cero la correlación entre la elaboración de nuestros procesos mentales de razonamiento y la acción de presionar la pantalla con nuestras huellas dactilares transpiradas por la emoción, sea cual fuera.
Pero definitivamente el catalizador del sentir popular fue WhatsApp y los grupos con los que cotidianamente convivimos intensamente, sobre todo desde la incorporación del “chaleco de fuerza pandémico digital”. Es decir, nuestro teléfono celular, tablet o dispositivo se convirtieron en la herramienta de catarsis para expresar el sentimiento que embargó a todos con la ida de D10S.
Videos, fotos, entrevistas, memes, recuerdos y la grieta, la nueva grieta. Los que consideraron expresarse a sabiendas de las limitaciones y conflictos que un mero “send” puede provocar a la hora de que el resto de la audiencia esté emocionalmente afectada, consternada, triste. Y que definitivamente la tecnología por el momento y solo por el momento, no puede transmitir.
Abrumados por la incontrastable realidad, la ida de Diego motorizó a WhatsApp como canal de expresión y amplificación de sentimientos a favor y en contra. Secuencias de “+5411XXX-XXXX salió del grupo” luego de compartir alguna foto irónica, o desafortunadamente hiriente, que con o sin intención de desdibujar la figura del ídolo, dolió y fue el gatillo para disparar un cúmulo de sensaciones transportadas por “bits y bites” que la pantalla de nuestros dispositivos no pudo disimular. Obviamente no hizo falta llegar a la lamentable imagen de los empleados de la casa funeraria, que en muchos casos generó el cierre del grupo o la expulsión de algunos de sus integrantes.
La tecnología, las redes sociales, y WhatsApp como púlpito actuaron como pequeña plataforma elevada, como las hay en las iglesias, desde donde se predica y se dirigen los rezos o cánticos.
* CEO de BTR Consulting, especialista en ciberseguridad, riesgo informático y de negocios.