El MALBA inauguró la muestra retrospectiva "Narciso Plebeyo" que reúne una selección de más de cien obras de Pablo Suárez entre pinturas, dibujos, objetos y esculturas, con la curaduría de Jimena Ferreiro y Rafael Cippolini.
Se trata de la primera gran exposición dedicada exclusivamente al artista después de aquella que fuera curada por Patricia Rizzo en el Centro Cultural Recoleta en 2008.
Al carecer de un archivo inicial del artista, el equipo del museo debió hacer una investigación de campo para dar con las obras pertenecientes a colecciones públicas y privadas.
Ferreiro sostiene que "se trata de uno de los artistas clave para la historia del arte local y que debe ser abordado con una mirada amplia y abarcadora".
Cippolini, por su parte, destaca la importancia de lo que representa la obra de Suárez en la actualidad para la historiografía y para el "el arte argentino", un concepto al que habitaba y que hacía propio. A través de esa idea se posicionaba frente al arte de todo el planeta y asumía la propuesta de Borges de "ser un criollo en el universo".
"Toda la potencia tan desfachatada y salvaje que tenía Suárez no perdió vigencia en absoluto. Sigue siendo un artista tan descarado como siempre", señala Cippolini.
"Pablo Suárez era un provocador y era muy crítico hacia el sistema del arte" destaca Ferreiro. Una de sus actitudes fue remarcar que su producción debía tener comunicación directa con el espectador y estaba en contra de la interpretación de su obra y la teorización del hecho artístico.
"Vivió las transformaciones que comenzaron a suceder fundamentalmente en la década de 1990, en términos de rediseño del campo de arte bajo paradigmas profesionales. Parodió bastante la figura del crítico, la figura del curador".
Una línea de tiempo ubicada en el pasillo que debe recorrerse antes de ingresar a la sala sitúa en cuatro bloques algunos episodios correspondientes a las décadas de producción y que aporta información relevante para entender la obra.
Las primeras pinturas de Suárez fueron expuestas en 1961 y eran de carácter informalista, aunque el artista Alberto Greco planteaba que en ellas ya existía una figuración que estaba pujando por salir.
Así, en la primera mitad de la década del 60 desarrolla una figuración que llega a su punto más importante en la serie de "Muñecas bravas" de 1964, de la que sólo sobrevive una pintura que se expone en la muestra del MALBA.
Esta historia de la mujer de actitud provocativa y de un erotismo extravagante es retomada en los años 80, siempre con el cabaret como telón de fondo, aunque paulatinamente la mujer como tema queda de lado y se produce una progresiva exaltación de la homosexualidad en que se celebra la figura del "chongo".
La figura que señala el cambio en la sala es "El sátiro", una pintura de un hombre desnudo sentado en un sillón que marca el ingreso a un mundo homoerótico con la figura masculina como protagonista, con una genitalidad muy expuesta y a la que Suárez dota cada vez más de volumen e intensidad. Aquí es donde aparecen algunas de las obras más significativas de su trayectoria como Narciso de Mataderos.
Este período marca también un regreso en cuanto a estilo y temas, tal como proclamó Roberto Jacoby, ya que durante los años 70 Suárez pensaba en términos de la tradición local y había significado para él una etapa de introspección y ensimismamiento, durante la cual pintaba todo aquello que lo rodeaba, sus propios objetos y las cosas que le eran inmediatas. De esos años son las pinturas sobre malvones o interiores domésticos, con tonos intimistas.
En cierto sentido se había alejado así del arte conceptual al que llegó a considerar elitista por generar una distancia con el espectador al utilizar un lenguaje demasiado encriptado.
En esta época se adentró también en la trama literaria del siglo XIX y se acerca a lo telúrico, la violencia y el matadero. Desde los 80 su paleta adquiere colores cada vez más saturados, asociados a la arquitectura oficial -algo que también se percibe en la utilización de azulejos que otorgan un fondo aséptico y austero que contrasta con la intensidad de su obra- y a la bandera argentina.
Desde entonces, junto con aquellos personajes que exhiben una sexualidad manifiesta, aparecen también las referencias a las figuras del trepador, el excavador, el adaptado, el profesional, el curador cucaracha y otros arquetipos sociales que protagonizan las miserias cotidianas a los que abordó de manera satírica.
A ellos les contrapuso imágenes románticas moviéndose siempre en el límite entre lo heroico y lo patético, como el Hijo del hombre, -Cristo que carga su cruz- o las cabezas del Chacho Peñaloza y de San Juan el Bautista, clavada en la punta de una lanza una, apoyada en una bandeja sobre un charco de sangre la otra.
Junto con la muestra se editó un catálogo sobre la obra del artista que será presentado a mediados de diciembre con ensayos de los curadores y un texto encargado a la escritora Gabriela Cabezón Cámara, además de una recopilación de testimonios inéditos de Pablo Suárez.
Jimena Ferreiro dictará un curso en febrero en que repasará la investigación de la exhibición y recorrerá la producción de Pablo Suárez durante las cuatro décadas.
La exposición se presenta de acuerdo al proyecto de investigación y puesta en valor de grandes artistas argentinos, una línea que lleva adelante el MALBA desde sus comienzos.
La muestra Pablo Suárez - Narciso Plebeyo, puede visitarse en el MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA, hasta el 18 de febrero de jueves a lunes de 12.00 a 20.00 y los miércoles de 12.00 a 21.00.