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Hongos mágicos dan un mal viaje a los inversionistas

Convencer a unos amigos que se planteaban un costoso divorcio de que probaran una terapia con drogas psicodélicas puede haber sido el consejo financiero más valioso que el multimillonario inversionista alemán Christian Angermayer haya dado nunca. No pasará mucho tiempo antes de que los políticos viajen juntos para resolver sus diferencias.

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Psicodelia | Agencia Shutterstock

Convencer a unos amigos que se planteaban un costoso divorcio de que probaran una terapia con drogas psicodélicas puede haber sido el consejo financiero más valioso que el multimillonario inversionista alemán Christian Angermayer haya dado nunca, según afirmaron colegas de finanzas y tecnología. No pasará mucho tiempo antes de que los políticos viajen juntos para resolver sus diferencias, admitieron.

Cuando no está defendiendo los efectos terapéuticos de los psicodélicos -ocasionalmente con su amiga la actriz Uma Thurman-, Angermayer intenta consumirlos él mismo una vez al año (solo donde son legales). Incluso ha convencido a sus padres para que participen.

Esta encantadora franqueza ha convertido al fundador y presidente de la empresa berlinesa de desarrollo de fármacos Atai Life Sciences NV en un eficaz defensor de los potenciales beneficios para la salud mental de psicodélicos como la psilocibina, el ingrediente activo de los hongos mágicos. Aunque estos compuestos siguen siendo ilegales en la mayoría de los lugares, en los últimos años, han disfrutado de un extraordinario auge de la investigación médica y la inversión financiera.

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Angermayer también predica con el ejemplo: después de que Atai recaudó US$260 millones el año pasado en una oferta pública inicial que la valoró en US$3.000 millones, su oficina familiar prometió no vender su participación principal durante al menos otros dos años. A principios de este mes, redobló la apuesta al invertir una modesta cantidad en derivados financieros que se rentabilizan si el precio de las acciones de Atai se duplica en los próximos tres años.

Pero en este momento, la ofensiva de encanto no está funcionando tan bien. Un fondo cotizado en bolsa que sigue las acciones de psicodélicos ha perdido dos tercios de su valor desde que alcanzó un máximo el año pasado. Si bien algunas de estas empresas no se han visto tan perjudicadas —por ejemplo, el valor empresarial de GH Research Plc sigue siendo de casi US$730 millones—, los inversionistas minoristas que se dejan llevar por el entusiasmo a menudo han sufrido grandes pérdidas. La caída también ha hecho mella en el patrimonio de Angermayer. Al ajustar por su efectivo, los inversionistas ahora valoran la cartera de medicamentos de Atai en US$470 millones.

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En 2021, las compañías de psicodélicos recaudaron casi US$1.800 millones de inversionistas públicos y privados, según la empresa de investigación Psilocybin Alpha. Pero aunque los resultados de los ensayos clínicos han sido muy alentadores, las docenas de empresas que han aparecido en este espacio están en su mayoría muy lejos de obtener la aprobación regulatoria y, por lo tanto, de tener un producto comercializable.

El aumento de las tasas de interés también ha hecho que los proveedores de capital sean menos tolerantes con las empresas que no generarán ganancias durante años, y las empresas de psicodélicos no son una excepción. Las que no cuentan con un sólido colchón de efectivo tienen más dificultades para conseguir financiamiento.

Angermayer me dijo que los inversionistas tienen parte de la culpa por financiar empresas “sin sentido” que promocionan los psicodélicos, pero que no tienen “una estrategia claramente definida ni un modelo de negocio viable”. (No incluye a Atai ni a su empresa de psilocibina Compass Pathways Plc en ese grupo). Mi opinión es que los proveedores de capital necesitarán más garantías sobre la regulación, la escalabilidad de los tratamientos con drogas psicodélicas y la defensa de los derechos de propiedad intelectual antes de volver a entrar con cautela.

No hay duda de que la actitud hacia los psicodélicos ha cambiado últimamente. Con la ayuda de libros populares como “Cómo cambiar tu mente”, del escritor gastronómico Michael Pollan, y el apoyo de personas influyentes como Tim Ferris, los psicodélicos se están despojando rápidamente de su bagaje contracultural.

Muchos miembros de la comunidad médica y psiquiátrica comparten este entusiasmo debido a la creciente evidencia de que los psicodélicos pueden ayudar a tratar la depresión, la ansiedad, la adicción y otros trastornos mentales. La necesidad es mayor que nunca, ya que el aislamiento y el estrés provocados por el covid han dejado a muchas más personas luchando contra estos problemas, mientras que los tratamientos farmacológicos existentes no siempre son eficaces.

Para algunos, la espera puede estar a punto de terminar. Oregón se está preparando para autorizar el uso terapéutico de la psilocibina a partir del próximo año, mientras que Canadá empezó a permitir que los médicos soliciten estas sustancias para trastornos resistentes al tratamiento. Tras haber obtenido el estatus de vía rápida para probar la metilendioximetanfetamina (MDMA) para tratar el estrés postraumático en 2017, la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos, una organización sin fines de lucro, podría obtener la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos en 2023.

A riesgo de generalizar, parece que los psicodélicos ayudan a calmar el ego, a romper los patrones de pensamiento negativos y a que algunos pacientes enfrenten mejor el trauma. Al estimular la neuroplasticidad —la capacidad del cerebro para cambiar y establecer nuevas conexiones—, los pacientes pueden experimentar un cambio de perspectiva positivo. Hay pruebas de que estos efectos antidepresivos pueden ser bastante duraderos.

Aunque en general no se sabe que sean adictivos, los viajes psicodélicos pueden ser aterradores y perjudicar el juicio, por lo que los terapeutas hacen hincapié en la importancia del “set y setting”, es decir, crear las expectativas adecuadas antes de la terapia y el entorno físico y sensorial adecuado para llevarla a cabo. Los pacientes pueden necesitar horas de supervisión en la clínica durante los viajes, así como apoyo psicológico para prepararse y procesar lo que experimentan.

Obtener la aprobación federal para las terapias psicodélicas será, por lo tanto, solo la mitad de la batalla. También hay que persuadir a los programas de salud del Gobierno y a las aseguradoras de salud privadas para que paguen la cuenta. Las empresas no suelen revelar los costos de las terapias psicodélicas, pero los analistas de Cowen calculan que alcanzan los US$3.000 por tratamiento, en contraste con los aproximadamente US$700 anuales que cuestan los antidepresivos diarios.

Los problemas de reembolso son una de las razones por las que algunos inversionistas dudan de que los psicodélicos lleguen a ser un negocio lucrativo. Otro impedimento, algo irónico, es la eficacia potencial de las drogas. Si un par de viajes de psilocibina curan a un paciente, ¿cómo va a ganar dinero una industria farmacéutica acostumbrada a repetir recetas?

Sin embargo, las empresas han encontrado formas de convencer a los inversionistas de que disfrutarán de un retorno de su capital. Uno de los enfoques consiste en adquirir una amplia cartera de compuestos psicodélicos y no psicodélicos, como lo hace Atai, para estar menos expuestos a los contratiempos clínicos con un fármaco en particular.

Otros, como Field Trip Health Ltd. y Numinus Wellness Inc., combinan el desarrollo de fármacos con la operación de clínicas terapéuticas, que tienen un flujo de ingresos más inmediato. En EE.UU., la ketamina, un anestésico y droga de discotecas, y la esketamina, un compuesto afín aprobado por la FDA y desarrollado por Johnson & Johnson en forma de spray nasal, ya están disponibles en este tipo de centros.

Las empresas emergentes también esperan desarrollar psicodélicos de acción más corta, como el DMT (el ingrediente activo de la bebida amazónica ayahuasca), que potencialmente ofrecen una experiencia más rentable con los mismos beneficios terapéuticos. (Es una pregunta abierta si la duración de hasta ocho horas de un viaje de psilocibina, o de 12 horas para el LSD o el ácido, es fundamental para el proceso de curación).

A diferencia de la industria del cannabis, las empresas activas en este campo no suelen presionar para que se legalice el uso recreativo de los psicodélicos. Y al sintetizar y modificar los compuestos psicodélicos existentes (que son naturales o tienen patentes vencidas), esperan asegurar una mayor protección de la propiedad intelectual, lo que tranquiliza a los inversionistas, pero enfurece a los puristas.

Una parte del capital privado que se dirige a los psicodélicos acabará desperdiciándose, pero gran parte contribuirá a avanzar en el conocimiento y la aceptación regulatoria de estas moléculas y, en última instancia, a aliviar el sufrimiento de las personas con problemas de salud mental. No sería la primera vez que una burbuja financiera destruye la riqueza de los inversionistas a corto plazo, solo para dejar un legado de innovación y cambio social.