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Ni un presidente de Gobierno puede frenar las fuerzas de mercado

Casi a la mitad del primer mandato de Donald Trump aún no pudo encontrar la forma para revertir el declive industrial de Estados Unidos. Galería de fotos

White House Delivers Daily Press Briefing
White House Delivers Daily Press Briefing | Bloomberg

Donald Trump puede preocuparse todo lo que quiera por el cierre de plantas, los recortes de empleos y la cancelación de modelos por parte de General Motors Co. Incluso puede amenazar, como lo hizo el martes. Pero es difícil imponerse a las fuerzas del mercado, incluso si se es presidente de Gobierno.

Trump llegó a la Casa Blanca en gran parte gracias a la historia que contó: que podía revertir el declive industrial de Estados Unidos. Prometió recuperar empleos de manufactura y combustibles fósiles dados de baja como víctimas del comercio global y la regulación excesiva.

Pero casi a la mitad del primer mandato de Trump, las divergencias frente a su argumento "Make America Great Again" (Que Estados Unidos vuelva a ser grande) continúan acumulándose, debido a la tecnología, la globalización y el cambio climático.

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Trump se está defendiendo. El martes, el día después del anuncio de GM, el presidente amenazó por Twitter con recortar todos los subsidios que GM recibe, entre ellos las deducciones fiscales para vehículos eléctricos. Larry Kudlow, director del Consejo Nacional de Economía de la Casa Blanca, también comentó: "Hay una gran decepción ya que parece que GM prefiere fabricar sus coches eléctricos en China en lugar de Estados Unidos", dijo Kudlow a los medios en una sesión informativa justo antes de los tuits de Trump.

No está claro si Trump tiene autoridad para revocar los subsidios sin intervención del Congreso. También es difícil, si no imposible, que Trump se imponga a la dinámica que lleva a las empresas a elegir robots en lugar de humanos, descontinuar marcas y cerrar plantas. Algunos están optando por construir más cerca de los consumidores y las cadenas de suministro, como en China, mientras que otros están trasladando las líneas de producción a países de costes más bajos, como México.

Déficit comercial

Los consumidores también prefieren cada vez más la energía alternativa para automóviles y hogares. A medida que los salarios finalmente aumentan, los consumidores también compran más bienes importados, lo que aumenta el déficit comercial de Estados Unidos, una medida por la cual Trump evalúa la economía.

"El mercado es un tsunami", dijo Seth Kaplowitz, profesor de finanzas de la Universidad Estatal de San Diego. "Si uno va con él, le irá bien, pero si se lucha contra él, es demasiado fuerte".

Para el Gobierno chino, los aranceles de Estados Unidos no harán que China ceda

Trump ha hecho todo lo posible para revivir industrias en el pasado históricas. Las compañías estadounidenses de acero y aluminio lograron impuestos para obstaculizar la competencia internacional. El Gobierno golpeó al mayor rival de Whirlpool, Samsung Electronics Co. de Corea del Sur, con aranceles a lavadoras. Para las mineras del carbón, Trump ha propuesto reducir las regulaciones ambientales introducidas durante la era de Obama. También presentó su recorte de impuestos corporativos como elixir para el gasto de capital y la creación de empleo.

Quid pro quo

En ocasiones, Trump ha ofrecido un quid pro quo muy explícito. Para GM y otros fabricantes de automóviles, se comprometió a relajar las normas de economía de combustible a cambio de puestos de trabajo. Su Administración también está considerando tarifas a la importación de automóviles y componentes por motivos de seguridad nacional.

Todo esto además de la principal estrategia del presidente para reactivar la industria: iniciar una guerra comercial con China, el mayor socio comercial de Estados Unidos.

Las fuerzas del mercado, sin embargo, han demostrado ser demasiado poderosas. Para Mary Barra, máxima responsable de GM, el plan de cerrar unas cuantas plantas antiguas y despedir a más de 14.000 empleados responde a principios básicos de economía. Los consumidores están rechazando sedanes, como el Chevrolet Cruze de GM, a favor de camionetas y SUV. Con algunas fábricas reducidas a un turno por día, GM dijo que necesitaba reducir la capacidad de fabricación de automóviles de pasajeros tradicionales y liberar recursos para invertir en vehículos autónomos y eléctricos. La compañía mantiene la producción, de más bajo coste, en México.