El más reciente ataque del presidente Donald Trump contra el fiscal general Jeff Sessions podría olvidarse pronto.
Las audiencias sobre el ascenso del juez Brett Kavanaugh a la Corte Suprema podrían restarle importancia. También podría hacerlo una nueva controversia sobre Trump -que él mismo podría provocar, por lo que sabemos- con un ataque aún más abrasador contra Sessions. El presidente claramente cree en el poder de la repetición.
Durante los minutos en que dedicamos atención a esta historia, el enfoque estará en si lo que Trump está diciendo es corrupto o incluso procesable. Trump criticó al "Departamento de Justicia de Jeff Sessions" por presentar cargos contra dos congresistas republicanos y poner así sus escaños en riesgo para que sean ocupados por los demócratas en noviembre.
De acuerdo con Trump, quien previamente se quejó de que Sessions "nunca tomó el control del Departamento de Justicia", las investigaciones fueron "operaciones de larga duración y de la era de Obama". Una de ellas, la investigación sobre el Representante republicano Chris Collins de Nueva York, en realidad se trata de operaciones con información privilegiada que supuestamente tuvieron lugar durante la administración Trump.
Pero vale la pena tomarse un minuto adicional para apreciar la rareza de la disputa de Trump-Sessions. El presidente nombró a Sessions y tiene el poder de despedirlo en cualquier momento. Sin embargo, ha optado por reclamar contra él mes tras mes. Cuanto más tiempo se observa, más extraña parece la situación que Trump ha creado en su administración. Sessions emitió su propio comunicado de prensa jactándose de que tomó el control de su departamento el día que asumió el cargo. Él tiene ciertamente mayor control del que Trump tiene de su administración. La primera prueba que afirma esto: la molesta calificación de Trump sobre el Departamento de Justicia de "Jeff Sessions".
Comentando sobre Trump y Sessions, la senadora republicana Lindsey Graham dijo: "Todo presidente merece un fiscal general en el que pueda confiar”. Pero si el presidente ha perdido la confianza en un fiscal general, puede despedirlo y nominar a uno nuevo (incluso si ese candidato no se confirma, el fiscal general subrogante sería otro designado por Trump -el vicefiscal general, Rod Rosenstein- que se dice, Trump estaría alentando). Pero en lugar de despedir a Sessions, Trump tomó la decisión ejecutiva de tuitear la cita de Graham. Lo que Graham dijo es correcto como una generalización: El presidente y el fiscal general deberían tener una sólida relación de trabajo.
Sin embargo, incluso hoy, Trump y Sessions parecen estar sincronizados en casi todos los asuntos de política, desde lidiar con la crisis de los opioides hasta separar a los solicitantes de asilo de sus hijos. También pueden alinearse juntos contra la reforma de la justicia penal, proyecto que apoyan los republicanos influyentes en el Congreso.
O tal vez no. Es difícil de decir, dado que Trump no ha hecho el más mínimo esfuerzo necesario para imponer el orden en su administración. Trump ha estado presionando a los senadores para que se vuelvan contra Sessions (una vez más, su propio designado, a quien puede despedir).
Según Politico Magazine, Graham y el presidente del Comité Judicial del Senado, Chuck Grassley, están molestos con Sessions por oponerse al proyecto de ley de justicia penal, al igual que el yerno del presidente, Jared Kushner.
Esto también es peculiar. La oposición de Sessions difícilmente importa excepto en la medida en que convenza al presidente Trump para que la comparta. ¿Lo hace? Los defensores del proyecto de ley dicen que Sessions está caracterizando erróneamente a Trump como un oponente. ¿Saben quién podría aclarar la posición del presidente Trump? El mismo presidente Trump.
Si Graham quiere decir que todos los presidentes merecen tener confianza en que su fiscal general enjuiciará a sus opositores políticos y será benevolente con sus aliados -todo lo que Trump ha dicho indica que también es lo que cree que Sessions debería estar haciendo- entonces la senadora de Carolina del Norte está, obviamente, gravemente equivocada. Los comentarios de Trump pisotean las normas que gobiernan cómo los presidentes deberían interactuar con el Departamento de Justicia, normas que Trump parece desconocer.
Debido a que Trump está insistiendo en un mayor grado de control presidencial directo sobre la aplicación de la ley de lo que hemos observado hasta ahora, existe la tentación de verlo como un hombre fuerte y autoritario. Sin embargo, lo que Trump está mostrando es lo opuesto a la fuerza.En el mejor de los casos, él está tratando de engatusar a los miembros de su propio partido para que estén dispuestos a confirmar a un nuevo candidato a un alto cargo del gabinete. En el peor de los casos, él está tratando de hacer que presionen a Sessions para que renuncie porque, aparte de (el show televisivo) "The Apprentice", en realidad evita despedir a personas que trabajan para él.De cualquier forma, los ataques del presidente a Sessions son un signo de su debilidad. Para el fiscal general, quien hizo más que casi nadie para poner a Trump en la Casa Blanca, trabajar para él puede ser un castigo conveniente.
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