Médicos de los hospitales públicos de Brasil dicen que están siendo presionados para suministrar hidroxicloroquina por parte de pacientes y colegas, incluso en medio del debate sobre su eficacia y seguridad.
“Me llamaron varias veces para detener las peleas”, dijo Joao Assy, especialista en enfermedades infecciosas en Santarem, una ciudad costera en el estado norteño de Pará. Él y sus colegas médicos hicieron circular una petición instando a otros profesionales médicos de la ciudad a no recetar hidroxicloroquina ni su medicina hermana, la cloroquina. Pero algunos colegas no estuvieron de acuerdo y las disputas con sus pacientes se volvieron feas.
Especialistas llaman a no automedicarse con cloroquina ni hidroxicloroquina por Covid-19
El reciente diagnóstico positivo de Jair Bolsonaro para COVID-19 solo aumenta la confusión, pues el presidente tomó una píldora en un video que subió a redes sociales esta semana en el que pregunta a sus seguidores: “Creo en la hidroxicloroquina. ¿Y ustedes?”. A medida que el virus se propagó, la administración de Bolsonaro importó millones de dosis, aumentó la producción local y envió lotes a todo Brasil.
Según una reciente encuesta de la asociación médica de Sao Paulo, cerca de la mitad de casi dos mil médicos entrevistados en todo el país dijeron que también se habían sentido presionados a suministrar tratamientos sin respaldo de evidencia científica.
Meses después del inicio de la mortal pandemia, la comunidad médica mundial todavía está dividida sobre si los medicamentos baratos contra la malaria representan la mejor esperanza para pacientes con COVID-19 o una falsa esperanza. La efectividad de ambos tratamientos ha sido objeto de acalorados debates desde que Donald Trump los promocionó como posibles métodos revolucionarios contra el virus. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. revocó el mes pasado a autorización de uso de emergencia después de determinar que los medicamentos pueden tener efectos secundarios mortales, y la Organización Mundial de la Salud anunció la semana pasada que suspendería sus propias pruebas de hidroxicloroquina.
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No obstante, un estudio que demostraba que los medicamentos estaban relacionados con un mayor riesgo de muerte y enfermedades cardíacas fue retirado el mes pasado. Además, el tratamiento tendrá otra oportunidad para demostrar que funciona, a medida que un ensayo dirigido por la Unidad de Investigación de Medicina Tropical Mahidol Oxford, con sede en Bangkok, recluta hasta 40 mil trabajadores de la salud en contacto con pacientes de COVID-19 para determinar si puede prevenir la infección.
La controversia sobre el uso de estos medicamentos ha sido particularmente acalorada, y politizada, aquí en Brasil. Los críticos de Bolsonaro, de 65 años, dicen que al optar por este medicamento en lugar de elementos disuasivos más ampliamente aceptados, como el distanciamiento social y las cuarentenas, ha dejado solos a los gobiernos locales y confundido a la población. Brasil solo sigue a Estados Unidos con casi 70 mil muertes confirmadas y más de 1,76 millones de casos en total.
Bolsonaro ha perdido a dos ministros de Salud desde el primer caso confirmado del país en febrero. El primero fue despedido en abril después de exigir medidas de distanciamiento social más agresivas y criticar como contraproducente el uso de tratamientos no probados. El segundo renunció después de menos de un mes en el cargo, supuestamente porque Bolsonaro quería que emitiera una política de uso general para la familia de la cloroquina.
Bajo el general militar en servicio sin experiencia en salud que ahora ocupa el cargo temporalmente, la administración amplió silenciosamente la producción y el uso de la hidroxicloroquina. Según el Ministerio de Salud, se han distribuido unos 4,3 millones de dosis a los sistemas de salud en todo Brasil, de las cuales casi la mitad fueron donadas por el gobierno de norteamericano.
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El Ministerio casi que llega hasta formular el tratamiento. Lo recomienda para casos leves, que incluyen síntomas como tos y fiebre, y también graves, que involucran dificultad para respirar y presión arterial baja. En junio, comenzó a recomendarlo a mujeres embarazadas y niños, y la semana pasada publicó directrices que destacan más de una docena de estudios que defendieron su uso.
Independientemente de su eficacia, el medicamento da crédito a las afirmaciones de Bolsonaro de que ahora es seguro para los brasileños comenzar a trabajar nuevamente, dice Anya Prusa, analista del Instituto Brasil de Wilson Center. “Cuando se trata de mitigar las consecuencias económicas, es conveniente tener un tratamiento no comprobado que pueda ofrecer”, dijo.
Entretanto, la confusión y el caos continúan en el frágil sistema público de salud de Brasil. “Un paciente con síntomas leves me gritó y exigió que se lo recetara, pero me negué”, dijo Camila Louise, una médica que trabaja en un hospital de campaña de Santarem. “Va en contra de nuestro protocolo y mi conducta ética”.
P.M CP