A pesar de compartir una frontera con Brasil, uno de los epicentros mundiales del coronavirus, Uruguay no ha tenido más de cien casos activos en ningún momento durante casi un mes. En total, se reportaron solo 932 casos confirmados desde que comenzó la pandemia y 27 muertes. Argentina tiene más de 62 mil casos. En Brasil, al norte, los contagios han alcanzado la asombrosa cifra de 1,34 millones.
El lunes 29, Uruguay se convirtió en uno de los primeros países del continente en retomar clases, y la última tanda de escuelas reabre en Montevideo, su capital. Es parte de un reinicio gradual de la economía, desde sitios de construcción hasta centros comerciales, que comenzó a finales de abril. Eventos públicos, como presentaciones teatrales también abrirán pronto.
La razón por la que este pequeño país parece haber evitado el caos del coronavirus que azota a sus vecinos podría tener tanto que ver con medidas de años anteriores y actuales.
Las claves de Uruguay para derrotar al coronavirus sin cuarentena
El presidente, Luis Lacalle Pou, actuó más rápido que sus pares regionales, cerró las fronteras y emitió una cuarentena voluntaria menos de un mes después de asumir el cargo el 1 de marzo (Brasil y México, potencias de América Latina por tamaño y población, nunca emitieron cuarentenas nacionales). Pero los uruguayos también gozan de una sólida red de seguridad, gracias al generoso gasto en atención médica, pensiones y programas sociales durante los 15 años anteriores bajo Gobiernos de izquierda.
“Es muy probable que Uruguay mantenga una evolución favorable debido a la consistencia en la forma en que aplica medidas” para contener la enfermedad, dijo Giovanni Escalante, representante local de la Organización Mundial de la Salud, en una entrevista telefónica.
En 2018, Uruguay ocupó el segundo lugar en el continente con un gasto social de más de 17% de su producto interno bruto, según los datos más recientes compilados por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe. También tiene una de las tasas de pobreza más bajas en 8,8% el año pasado, en comparación con casi un tercio para toda América Latina.
El distanciamiento social en esta nación escasamente poblada también podría desempeñar un papel al momento de mantener el virus a raya.
Uruguay es aproximadamente del tamaño de Missouri, pero con 3,5 millones de personas, su población es aproximadamente la mitad.
La mayoría de las más de 2.700 escuelas públicas primarias y secundarias del país que acogen a casi 700 mil estudiantes ahora imparten clases vía un proceso gradual que comenzó con las escuelas rurales a fines de abril. El uso de tapabocas es obligatorio, y las clases se llenan frecuentemente a la mitad de su tamaño previo al COVID-19 a medida que los estudiantes rotan entre enseñanza in situ y en línea. Los padres también pueden optar por no enviar a sus hijos a la escuela por ahora.
Pero incluso con una mejor infraestructura y bajas tasas de infección, los casos activos han aumentado de aproximadamente una docena el 18 de junio a 83 el domingo debido a un brote en la provincia de Treinta y Tres, que limita con Brasil y donde las escuelas permanecen cerradas. Escalante, el representante local de la OMS, advierte que Uruguay probablemente verá brotes más localizados —las enfermedades entre trabajadores de la salud, la complacencia y las ciudades a lo largo de la frontera con Brasil son todos factores de riesgo— aunque su respuesta a los focos recientes es alentadora.
“Lo importante en todo esto es no cantar victoria”, dijo el ministro de Educación, Pablo da Silveira, a periodistas en Montevideo. Los retrocesos en el distanciamiento social y las medidas de higiene del público podrían “exponernos a una recaída”.