Cuando en 1951 el peronismo canónico planeó reemplazar la lista sábana por la votación por circunscripción uninominal (muy eficaz en países avanzados), se trazó un dibujo topográfico tan artificioso que permitió al peronismo ganar en casi todos los distritos. Una trampa. Cuando en los años 90 Menem ofreció a Alfonsín hacer una reforma constitucional, se pensó que la reelección era el único costo a cambio del cual se introducía el
Consejo de la Magistratura, institución tan saludable que en Italia había permitido el “mani pulite” y en España había aliviado al Tribunal Constitucional de todas las tareas administrativas. Otra trampa: sirvió para armar un organismo destinado a proteger a jueces adictos y perseguir a los independientes. Cuando Néstor Kirchner ideó las PASO, muchos pensaron que llegaba a la Argentina el sistema de elecciones internas que tanto éxito tiene en Estados Unidos.
Olvidaron que aquí ya no hay partidos políticos y las PASO sólo sirvieron como una encuesta. Otro fracaso. Cuando en 2012 el Senado aprobó candorosamente el pliego de Alejandra Gils Carbó, el engaño consistía en presentarla como una jurista idónea en comparación con Daniel Reposo, lo cual era cierto, pero se omitía decir que sería una talibán del kirchnerismo. Otra trampa.
Ahora el Gobierno sancionó un nuevo Código Procesal Penal, como presunta respuesta al reclamo de agilizar la Justicia. Se introduce el sistema acusatorio (con preeminencia de la investigación por parte de los fiscales) en desmedro del inquisitorial (con la investigación liderada por el juez) y se fijan plazos más breves para las resoluciones.
Este proyecto viene a dejar el campo minado para cuando tengan que irse. El nombramiento de 1.717 funcionarios adictos podría ser no sólo una malla defensiva frente a eventuales juicios por corrupción sino, aun peor, la consolidación de un plantel comandado por Gils Carbó para conferir visos de legalidad a la persecución de adversarios políticos. En tales condiciones, ¿la rapidez de los juicios sería buena o nefasta? Con 1.717 funcionarios judiciales adictos, aun Hitler habría hecho el genocidio en un año sin necesidad de apartarse demasiado de la ley. Y no se diga que la desconfianza es un argumento pobre frente a un proyecto plausible, pues los antecedentes del populismo argentino avalan la sospecha.
¿Por qué los institutos que en otros lados funcionan en la Argentina son desvirtuados y fracasan? Es que aquí se los piensa desde los intereses tácticos de las élites populistas. ¿De qué sirve negar la picardía, la avivada y la anomia si son la constitución real que late por debajo de las normas formales? Con la realidad se puede hacer cualquier cosa menos negarla. Los fracasos de
Estados Unidos en Afganistán (después de 2001) y en Irak (después de Saddam Hussein) al querer imponer una democracia centralizada que no estaba en las tradiciones domésticas, en lugar de trabajar en una coalición de líderes tribales, prueban que la pulsión ortopédica de la mejor ley siempre tropieza con los límites que impone la realidad. Y cuánto peor es en nuestro caso, donde de antemano la ley es pensada como el caballo de Troya para contrabandear la cizaña.
El gran escritor chileno Roberto Bolaño, que vivió largo tiempo en ese México terrible inficionado por el narcotráfico, escribió en 2004 un libro titulado 2666. Es un monumento literario. Allí describe esa esquizofrenia política: una constitución real que anida por debajo de la constitución formal, un Estado real dominado por los narcos que le gana al ficticio Estado formal. El kirchnerismo se apresta a abandonar sólo la superficie: con una espesa red de negocios, medios audiovisuales, legisladores y fiscales adictos, va tejiendo un poder paralelo que, desde los subsuelos, cuando ya no estén, competirá con el poder formal. Conviene saber que en esta fase agónica no habrá ni una acción, por inocente que parezca, que no esté destinada a ese fin espurio.
* Escritor y periodista.