En diciembre de 2020 la pobreza infantil alcanzará 8,3 millones de niños. De ellos, 2,4 millones vivirán en la indigencia, no tendrán satisfecho el mínimo de necesidades energéticas y proteicas que requiere un ser humano para vivir.
Vivir en la pobreza significa no tener acceso a condiciones elementales para el desarrollo de una existencia digna. Es no tener agua potable, ni una cama donde descansar. Es no poder ir a la escuela, ni acceder al cuidado indispensable de la salud. Vivir en la pobreza extrema significa no tener garantizada ni siquiera la alimentación necesaria para sobrevivir. La pobreza en la niñez y la adolescencia como etapa vital de crecimiento y desarrollo acarrea consecuencias graves en la salud, el desarrollo y el bienestar.
La malnutrición infantil, por déficit o por exceso, tiene implicancias en las personas y en las sociedades. La malnutrición conlleva retrasos en el crecimiento, problemas en el desarrollo cognitivo y emocional, prevalencia de enfermedades y hasta la muerte. Acarrea además consecuencias económicas, sociales y sanitarias que son graves y de largo plazo.
Abordar la pobreza infantil requiere tomar acción sobre las múltiples vulneraciones de derechos que implica para los niños. Es imprescindible que el Estado implemente las políticas públicas necesarias para que ningún niño, niña o adolescente deba enfrentarse al desolador escenario cotidiano de no saber si va a comer.
No es posible aceptar ni un día más que un niño busque en la basura algo que comer o mendigue en una esquina las sobras de un almuerzo ajeno. No podemos permitir que ningún niño pase otro día más sin saber si va a desayunar o almorzar. Hay un futuro posible si cada uno de nosotros hace hoy su acción por la niñez. El Estado debe cumplir su parte y cada uno de nosotros puede dar un paso por la protección. Sin un presente digno para niños y adolescentes no habrá futuro esperanzador para nadie.
*Directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina.