En el calendario romano antiguo, el año comenzaba en marzo. En el hemisferio norte, a fin de marzo comienza la primavera y también podría estar comenzando algo nuevo para Argentina si el 31 de marzo los acreedores externos aceptaran la propuesta de renegociación de la deuda cumpliendo los plazos del cronograma que anunció el ministro Martín Guzmán el viernes.
Después de recibir en Buenos Aires a la misión del Fondo Monetario Internacional el 12 de febrero y esperando sumar su apoyo, además del de la oposición ya conseguido en el Congreso, el Gobierno escucharía las opiniones de los acreedores privados en diferentes rondas y, siguiendo su agenda, construirá la estructura final de la oferta que presentará la segunda semana de marzo, expirando el plazo para ser aceptada a fin de mes.
El humor bipolar en acreedores y analistas pasa del optimismo del acuerdo al terror del default y el colapso
A pesar de lo apretado del cronograma, su anuncio oficial reencendió el optimismo en varios analistas, que volvieron a ver un camino. Se habían entusiasmado por primera vez antes de diciembre pasado cuando se presuponía que Guillermo Nielsen primero y Daniel Marx después serían actores importantes en la renegociación de la deuda. Y progresivamente se fueron apagando con el pase de Nielsen a YPF, la salida de Daniel Marx como líder del Consejo Asesor de la Deuda y el anuncio de la Provincia de Buenos Aires solicitando la postergación a mayo de la deuda que venció el 26 de enero. Mañana a las 13 (17 de Bruselas) vence el plazo para que la mayoría de los bonistas otorguen su consentimiento a ese estiramiento de los plazos.
Horas después, a las 20.30 de Europa, el ministro Guzmán entrará a la sede del gobierno alemán, en Berlín, para acompañar a Alberto Fernández en su reunión con Angela Merkel: Alemania tiene la mayor cantidad de votos en el FMI detrás de Estados Unidos, Japón y China. Y 36 horas después, en la mañana del miércoles 5, Guzmán participará en el Vaticano de un seminario de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales junto a su mentor, el premio Nobel Joseph Stiglitz, y la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, donde el tema de la deuda será el gran protagonista.
Paralelamente, Stiglitz viene realizando la tarea de agente de relaciones públicas del Gobierno, anticipando a los acreedores que deberán aceptar gustosos una relevante reducción nominal de la deuda. Hay posibilidades de que los acreedores ganen aun con una quita significativa de deuda. El propio Daniel Marx lo explica en el reportaje largo de esta edición (ver página 38): como los bonos de la deuda cotizan hoy a menos del 50% del valor de emisión, una reducción de la deuda que –combinando quita del monto nominal, baja de la tasa de interés y estiramiento de plazos– significara una quita a valor actual del total a pagar por Argentina equivalente al 35% podría permitir que los bonos pasasen a cotizarse al 65% del valor de emisión, generando un aumento promedio de su valor de alrededor del 20%.
La consultora del economista Gabriel Rubinstein –quien integró el equipo de Guillermo Nielsen sobre deuda– explicó la mejora del humor de los acreedores a partir del cronograma de Guzmán en cuatro puntos:
a) aleja la posibilidad de una oferta unilateral, al establecer diálogos con los acreedores;
b) nombra a agentes asesores y distribuidores, cuando en algún momento parecía que se prescindiría de ellos;
c) presenta (al Congreso y a acreedores) los “lineamientos” del Análisis de Sostenibilidad (en paralelo o días después de reunirse con el FMI en Argentina del 12 al 14 de febrero);
d) lanza oferta (2ª semana de marzo) y espera concluirla antes del 31 de marzo.
Aclara que el optimismo podría esfumarse si primero los “lineamientos” que se dieran a conocer fueran tan escuetos como inocuos, o si después, en el diálogo con los acreedores, se cumple solo la formalidad de oírlos o se los escucha introduciendo en la propuesta final algunas de sus recomendaciones.
Rubinstein coincide con los escenarios de Daniel Marx, sobre descuentos del monto del valor actual de la deuda entre 35 y 45% que generarían subas de los bonos del 10 al 30% para cada escenario. Y también asigna pocas posibilidades al escenario de default.
En general, los analistas construyen estas hipótesis apelando a que las partes en conflicto buscan eludir la situación de “destrucción mutua garantizada” tomada de la amenaza de guerra nuclear a fin del siglo pasado: la mutual assured destruction en inglés, cuyas iniciales (MAD) forman la palabra “loco” en ese idioma.
Pero la locura de ciertas emociones humanas no siempre permite la acción de la razón, donde la disuasión mutua acerca a las partes. Cada negociador tiene su estilo; el ejemplo sería el aparentemente soft de Guzmán y el aparentemente hard de Kicillof. El duro tiende a considerar todo conflicto como “una lucha de voluntades”, apostando a que tendrá mayores posibilidades de éxito quien tenga la posición más extrema y sea capaz de resistir más tiempo. El game of chicken, donde quien se corre es un gallina. Otro de los errores frecuentes que catapultan el no acuerdo es la tendencia a esperar a que se acaben los tiempos de la negociación para recién ahí iniciar una verdadera negociación.
"Tarde o temprano se arreglará con los acreedores. Las acciones argentinas están baratas." (Daniel Marx)
El poeta italiano Arturo Graf sostenía –con razón– que “en la vida no se obtiene una ganancia que no vaya acompañada de una pérdida”. Y el mayor gurú de gestión de la historia, Peter Drucker, sostenía que “lo más importante en una negociación es escuchar lo que no se dice”.
Desde la razón poco podría cambiar en un tema donde los números mandan: la intervención del papa argentino, la de un Nobel de Economía progresista como Stiglitz, y que la directora del Fondo provenga de un país subdesarrollado (Kristalina Georgieva es de Bulgaria). Y todo puede colapsar. Pero tampoco se podría descartar que en abril, además de ser primavera en Roma, lo sea económicamente en Argentina porque se pueda recuperar un crecimiento sostenido.