Hace unos días escribí sobre Milita Molina para la revista Seúl y mencioné al escritor argentino Luis Thonis (1949-2016). Mariano Dupont, que fuera amigo de Thonis, me envió un mensaje para decirme que yo le había adjudicado erróneamente a Thonis la condición de psicoanalista. También me di cuenta de que le había escrito mal el apellido, sin la hache. Creo que es momento de escribir algo sobre Thonis a modo de desagravio.
Thonis fue poeta, ensayista y narrador, pero tal vez haya sido más conocido como polemista. Era un liberal cuyo pensamiento político, literario e histórico se puede rastrear en el blog Libros peligrosos que sigue estando disponible en la internet. Allí se encuentra, por ejemplo, una refutación a la horda de psicoanalistas que salió a cazar a Oscar del Barco cuando este osó decir que los militantes revolucionarios deberían arrepentirse de haber violado el mandamiento de no matar, especialmente por crímenes como el asesinato de algunos de sus compañeros que decidieron abandonar la organización (específicamente, Ejército Guerrillero del Pueblo de Masett, que actuó en los sesenta). Thonis estaba convencido de que el problema del progresismo que nos rodea y nos impone su pensamiento es no haber aceptado que sus ídolos de juventud, desde Lenin a Mao pasando por Fidel Castro y el Che Guevara eran, ante todo, unos genocidas. También creía Thonis que desde allí, el mundo se había embarcado en el proyecto de “constituir un zombi terminal que conjugue en sí todos los nihilismos”.
Conocía de oídas el pensamiento de Thonis, pero no sabía nada de sus obra literaria. Me pareció recordar que tenía en casa un libro de relatos suyo titulado Microficciones, publicado por Editores Argentinos. Lo tenía, pero no se llama así sino Micoficciones, en homenaje a Informe para una academia, el relato de Kafka cuyo cuyo protagonista, Peter el Rojo, es un mono más humano que los humanos. Me pareció que le debía a la memoria del calumniado autor la obligación de leerlo.
Resultó muy divertido y muy original, dentro de un género que podría llamarse erótico-filosófico y reúne el humor con una impronta confesional. El protagonista, a veces llamado Lancelot, es un hombre que ama a las mujeres: vive con ellas historias apasionadas que terminan abruptamente aunque derivan en amistades duraderas. El tipo es capaz de regalarles un auto a todas sus ex novias. Lancelot es una especie de dandy de este tiempo, solo atormentado porque sus tórridas aventuras sexuales lo desvían de la literatura. Lancelot afirma que sabe escuchar a las mujeres, aunque la mayor parte de las veces no las entienda y tampoco entiende por qué se enamoran perdidamente de él. Hay una alegría contagiosa en estos cuentos, un saber vivir que solo está empañado por un detalle: el estado del mundo, tema sobre el que Thonis tiene ideas muy firmes y muy precisas. Por ejemplo: “Antes, entre el hombre y la mujer estaba el Partido, ahora está la Universidad, que se propone terminar con el hombre y la mujer como si fueran ilusiones genéricas”.
Como ocurre con tantos escritores de los márgenes, este pensador y seductor, que fue Thonis merecería ser más cononcido: lo que leí de él es altamente disfrutable y sería muy auspicioso que su obra se reeditara. Por lo menos para que nadie lo vuelva a tildar de psicoanalista.