Fue uno de los hechos relevantes de la semana política: la declaración testimonial de Alberto Fernández en la causa por el atentado contra la AMIA, que tiene como uno de sus incriminados a Cristina Fernández de Kirchner. La citación, promovida por familiares de las víctimas del ataque terrorista más grande que sufrió la Argentina, se originó en las declaraciones que el ahora precandidato presidencial del Frente de Todos realizó en el programa El juego limpio el 26 de febrero de 2015, un mes y ocho días después de la muerte del fiscal Alberto Nisman, un magnicidio. De ese reportaje, que duró nueve minutos y cincuenta segundos, se reproducen a continuación los primeros tres minutos y 57 segundos. Su lectura es fundamental para que el lector tenga una acabada idea de lo dicho por Fernández y de sus implicancias.
FERNANDEZ: Yo creo que Cristina va a dejar el gobierno con dos máculas, que son el haber hecho dictar dos leyes para protegerse penalmente de dos delitos cometidos: el primero, el encubrimiento a Boudou por el caso Ciccone, y el segundo, el encubrimiento al haber hecho aprobar por ley el pacto con Irán, que es definitivamente un acto de encubrimiento.
CASTRO: De eso usted no tiene dudas.
F: Absolutamente. Rafecas tampoco. Rafecas también lo ha dicho hoy con todas las letras.
C: Es muy interesante lo que usted dice, porque Rafecas tira abajo la denuncia (de Nisman) porque entiende que ese delito no ocurrió aun cuando había una idea de hacerlo. Coincide en la idea pero sostiene que el delito no se cometió.
F: Trataré de explicarlo de la manera más simple posible. En la consumación de un delito hay etapas que se llaman iter criminis, es decir, las etapas intermedias desde que el delito se idea hasta que el delito se comete. Yo pienso en matar a alguien, voy y compro un arma, disparo y causo la muerte. Una ideación, un acto preparatorio, que fue comprar el arma, el disparo, que es el comienzo de ejecución, y el resultado, la consumación, que es la muerte. Qué es lo que dice Rafecas: el delito de encubrimiento no existió porque no se comenzó a ejecutar, porque Irán nunca aprobó el tratado. Pero él no dice que el delito no existe; él dice que, en todo caso, el delito quedó en una etapa preparatoria porque faltó una etapa, que fue la aprobación de Irán. Pero lo que está diciendo implícitamente es que ese acuerdo tenía un fin de encubrimiento. Claramente. Yo creo, y mire que tengo buena opinión de Rafecas, que es un mal análisis, porque si él quería analizar las etapas del iter criminis, el delito comenzó a ejecutarse con la firma del convenio y no se consumó por circunstancias ajenas a la voluntad de los autores, que es que una Cámara (del Parlamento iraní) declaró inconstitucional el tratado. Lo que esto haría es dejar el encubrimiento en grado de tentativa. Y me parece que, siguiendo la lógica de Rafecas, esa hubiera sido la calificación correcta. Pero bueno, él ha pensado otra cosa. Yo pienso que eso va a tener que ser revisado… Días atrás, escribí un artículo en el diario La Nación en el que hablaba de eso, de que finalmente el acto de encubrimiento es la firma del acuerdo y que lo que Nisman dejaba al descubierto es cómo el gobierno se valía de personajes secundarios, de personajes liminares, de personajes casi marginales de la política para vincularse y relacionarse con el gobierno de Irán y que eso, con las escuchas que se pasaron, todos lo hemos observado. Y yo creo que eso merecía una mejor investigación por lo mismo que dice Rafecas. Si Rafecas piensa que el delito no se consumó porque Irán no aprobó el tratado, está diciendo que Argentina hizo todo lo necesario para consumar el delito.
C: Su palabra nos interesaba mucho porque usted es una persona que, junto con Néstor Kirchner, tuvo que ver con la génesis de la presencia de Nisman en la investigación del atentado contra la AMIA. Su evaluación entonces es que la investigación de Nisman no era un delirio.
F: No. Además, creo que le comenté, cuando hablamos por radio, que en diciembre lo vi a Nisman, que me comentó en el supermercado: “Tengo probado el encubrimiento”; yo me reí y le dije: “Pero el encubrimiento ya existe, es el tratado”…
Hasta ahí el diálogo. Hay varias cosas que se desprenden de los dichos contundentes de Alberto Fernández: primero, señala que al terminar su mandato Cristina Fernández de Kirchner lo haría manchada por dos decretos destinados a protegerse de otros tantos delitos: el caso Ciccone y la firma del tratado con Irán. Segundo, caratula al delito como encubrimiento en grado de tentativa. Tercero, explica en términos técnicos del derecho penal por qué debe considerarse la firma del tratado como un delito. Cuarto, menciona la palabra “encubrimiento” siete veces. Quinto, afirma sin lugar a dudas que la investigación del fiscal Nisman que comprometía a la ex presidenta tenía bases sólidas.
Todo esto derrumba sus declaraciones –en medio de un enojo que no le conocíamos y que tuvo reminiscencias de lo que hacía Aníbal Fernández en sus tiempos de apogeo– diciendo que lo manifestado en aquel reportaje eran solo apreciaciones políticas.
Por si no quedó claro: en ningún momento del reportaje habla de un error político sino de un encubrimiento, o sea, de un delito.
Alberto Fernández es un muy buen profesor de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la UBA, por lo que su explicación de las etapas del delito aplicadas a la firma del memorándum que detalla en la entrevista es muy didáctica.
Es verdad que su citación por parte del juez Claudio Bonadio resulta extemporánea. Es producto de la presentación hecha por un grupo de familiares de las víctimas del atentado contra la AMIA. Quienes están a cargo de las diferentes causas vinculadas con el hecho debieron haberlo llamado a comparecer a su debido tiempo, es decir, hace cinco años. Que ello haya ocurrido en medio del proceso electoral le da un tufillo de campaña que es malo para la investigación en sí. Muestra además las deficiencias –que parecen insolucionables– de la Justicia argentina.
En su condición de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, Alberto Fernández compartió la posición del entonces presidente, quien se negó rotundamente a cualquier vía de un entendimiento que pusiera freno a la investigación del atentado, objetivo que el gobierno de Irán buscó con denuedo.
Por eso, este episodio lo puso a Alberto Fernández frente a una indiscutible contradicción. Y es que, en verdad, su candidatura a la presidencia de la Nación, compartiendo fórmula con Cristina Fernández de Kirchner, representa eso: una enorme contradicción.
Producción periodística: Lucía Di Carlo.
N. de la R.: esta columna está dedicada a la memoria de Pepe Eliaschev.