Argentina está atravesando una etapa de grandes desafíos y grandes cambios por realizar. Pero, ¿cuáles son los problemas principales?
La economía argentina enfrenta hoy cuatro problemas principales:
1- Reducir el gasto público.
2- Reducir las tasas impositivas sobre los ingresos del trabajo y del capital.
3- Reducir el intervencionismo estatal.
4- Reducir la inflación.
Sin embargo, el enfoque para solucionar estos problemas es erróneo. Bajo la teoría del derrame invertido, el gobierno de Fernández busca reactivar la economía incentivando el consumo de los sectores más marginados y de bajo poder adquisitivo. Lo que Fernández deja completamente de lado es que para que una economía crezca, primero se necesita inversión y antes de ello, ahorro. Si nuestro plan de reactivación económica es encarado desde los deciles más bajo, estamos dejando de lado la realidad de que la capacidad de ahorro de estos sectores es tendiente a cero, ya que gran parte de sus ingresos se destina al consumo inmediato. Al no poder ahorrar, este sector social no puede acumular capital productivo y por ende no podrá generar nuestros trabajos ni aumentar la matriz productiva del país. La teoría del derrame invertido falla por todos lados.
Sin embargo, estamos a tiempo de recapacitar y aprender de las decisiones tomadas por otros países. Justamente, un país que enfrentó exactamente los mismos problemas que nosotros en estos momentos fue Estados Unidos bajo la gobernación de Ronald Reagan.
La política de Reagan fue el intento más serio de cambiar el curso de la económica de EE.UU., que venía en caída. Su filosofía fue: “Solo reduciendo el crecimiento del gobierno podemos aumentar el crecimiento de la economía”.
Reagan enfrentó exactamente los mismos problemas que Fernández, pero optó claramente por otro camino. Estados Unidos buscó generar políticas que promovieran un aumento del ahorro y la inversión, aumento del crecimiento económico, equilibrio del presupuesto público y que lograsen restablecer los mercados financieros saludables y redujeran la inflación y las tasas de interés.
El presidente Reagan cumplió cada uno de sus cuatro objetivos políticos principales. El gasto público en porcentaje del PBI disminuyó 2,5% durante su administración. La tasa impositiva sobre el ingreso individual se redujo del 70% al 28%, la tasa del impuesto a las ganancias corporativas se redujo del 48% al 34%, los tramos fiscales individuales se indexaron por inflación y la mayoría de los pobres estaba exenta del impuesto sobre la renta individual.
En 1981 se aprobó un paquete complejo de incentivos a la inversión que buscaba alentar la creación de nuevos empleos ¿Los resultados? La economía crecía a una tasa anual de 2,8%, el PBI real por adulto en edad laboral pasó de crecer 0,8% por año a hacerlo a una tasa de 1.8%. La productividad industrial pasó de un 0,5% a 1,4%.
Pero lo mejor de todo fue lo siguiente, el desempleo disminuyó de 7,0% en 1980 a 5,4% 1988. La inflación disminuyó de 10,4% en 1980 a 4,2% en 1988, la tasa de formación de nuevos negocios aumentó increíblemente y los precios de las acciones alcanzaron máximos históricos. La economía estadounidense dejaba de lado su estanflación y su desempleo agobiante.
En Argentina, hoy podemos optar por dos caminos:
1) Disminuir la intervención estatal y defender el libre comercio.
2) Aumentar la intervención del Estado y limitar el ahorro para potenciar el consumo.
El tiempo nos dirá si el camino que tomamos desde el 10 de diciembre fue el correcto o si nos equivocamos radicalmente. Lo único que espero es que el país pueda lograr su equilibrio y su crecimiento lo más pronto posible, millones de argentinos lo necesitan.
* Director de Bull Market Group.