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Arde el establishment

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Ojo, la cabeza de esta gente es muy distinta a lo conocido. Es la primera vez que llegan al gobierno personas que no vienen de la política ni son militares. Vienen directamente de la actividad privada o de un partido que casi no lo es. Se nota al hablar con ellos.

Que no estén contaminados de vieja política no es necesariamente bueno, pero sí es el relato bendecido por esa heterodoxa alianza social que hoy es mayoría. Será mejor que bueno si desde esta novedosa estructura de acción y pensamiento además tienen éxito en su gestión.

Este relato de época es el que cae bien en quienes ven la política como señal de corrupción o de dogmatismo ideológico. Y es el que detestan quienes sintieron los beneficios del gerenciamiento estatal desde la razón política.

Entre estos últimos están los políticos tradicionales, incluso radicales y peronistas de la coalición gobernante, y los que tienen responsabilidad de manejar cajas territoriales: intendentes, gobernadores y también policías.

Pero hay sectores empresariales que se cuentan en este grupo, como los industriales amenazados por la apertura de importaciones, los corridos por las actividades de servicios o los que dependen de un consumo que no termina de arrancar.

Todos ellos sienten en el bolsillo, en su mente y en la piel que “esta gente no entiende nada”. Algo así como: “No son flexibles, les falta sensibilidad para atender los problemas complejos del país y todo lo supeditan a números, como si continuaran manejando empresas”.

Desde el Gobierno suman maliciosamente un motivo para explicar esas críticas: “Su problema es que hoy para hacer negocios no cuentan con funcionarios corruptos”.
Hablan de los empresarios: “En lugar de competir entre ellos, ponen su esfuerzo en conseguir ventajas del Estado”. Es la traducción off the record de lo que Macri les dijo esta semana en su reunión de gabinete: “Los empresarios deben recuperar el esfuerzo productivo”.

¿El Presidente habrá leído el libro The Bully Pulpit, que Jorge Fontevecchia le envió después de ser electo? Trata sobre Theodore Roosevelt y los inicios del periodismo de investigación. Roosevelt fue el presidente de los Estados Unidos que promovió políticas antimonopólicas, impulsó impuestos a la renta y a la herencia, y se enfrentó a banqueros como J.P. Morgan y a los grandes empresarios. Hijo de una acaudalada familia, otros ricos como él terminaron considerándolo “un traidor a su clase”.

Aunque Macri todavía parece estar lejos de que lo consideren así, los crecientes cortocircuitos con el establishment no dejan de sorprender.

Lobby.
Quienes en el Gobierno lidian cotidianamente con las quejas empresariales están convencidos de que economistas ortodoxos como Miguel Angel Broda reflejan el lobby de esos críticos. El martes pasado, Broda le dijo a Marcelo Longobardi que el esquema de reformas de Cambiemos es “extremadamente gradual... pensábamos que Macri iba a ser un punto de inflexión, pero el Presidente asumió que será un presidente de transición”. También cuestionó la apreciación del peso, la no contención del gasto, a los CEOs gobernantes y llamó “manguero activo” al ministro de Finanzas.

Ese mismo día, uno de los estrategas económicos del modelo le respondía por lo bajo: “No hay que ser un experto para saber que si se hiciera el ajuste que pide sería una bomba social”.

Quien habla es uno de esos funcionarios a los que Broda llama “CEOs gobernantes”. Los argumentos que expone son los de la herencia recibida, que en materia de gasto público significó pasar del 25% del PBI, cuando Lavagna dejó el gobierno K, al 41% que dejó Cristina (el mismo porcentaje actual). Según sus datos, esos 15 puntos de diferencia se explican por tres motivos: moratoria jubilatoria, subsidios a los servicios y crecimiento del empleo público. Sobre esto último, el funcionario muestra cifras de FIEL: entre 2000 y 2015 el empleo público trepó de 2.200.000 empleados a 3.600.000. Un 64% en 15 años (el crecimiento poblacional fue del 17% en el período).

“No se puede salir de esto sin gradualismo, y menos en año electoral”, explica, para aclarar que van en ese camino: “Estamos saliendo de la política de subsidios con cuidado y bajamos 8 mil millones el gasto salarial”.

Quedan las jubilaciones, pero ajustar allí sería suicida. Se lo intentó en febrero, al revisar el cálculo para la suba de los haberes (se informó que sería 0,31% menos que con el anterior sistema), pero luego se dio marcha atrás

Este ex CEO exitoso explica: “El cálculo que se utiliza está mal hecho, pero hoy es imposible debatir. La sociedad no acepta la raíz cuadrada”. Lo de “raíz cuadrada” no es una metáfora: es el recurso que, según él, habría que usar para calcular bien la fórmula.

CEOs vs. CEOs. Por momentos, el “gobierno de los ricos” mantiene mejores relaciones con sindicatos y organizaciones sociales que con algunos sectores empresariales.
En cuanto a la apertura de la economía, por ejemplo, las críticas son múltiples: lo que para Broda es exceso de gradualismo para la Unión Industrial es destrucción de puestos de trabajo. Desde Economía responden:
“Es correcto que abrir las importaciones es delicado, por eso se va de a poco, pero abrirlas hará subir al dólar y las empresas tendrán menores costos; en ambos casos mejorará la competitividad argentina y crecerán las exportaciones. Además, generará más competencia interna y ayudará a bajar la inflación”.

Que se pierdan miles de puestos de trabajo sería un daño colateral que estaría compensado por otros miles de puestos que, suponen, generaría la nueva economía.
Desde el ultraliberalismo o desde el proteccionismo, la cuestión es que hay empresarios que incluso se muestran más molestos ahora que con el kirchnerismo.

Otra vez con un poco de malicia, desde el Gobierno le encuentran explicación: “Hoy discuten con funcionarios que fueron empresarios como ellos y a los que no pueden engañar. A los políticos les podían ofrecer obras que no iban a existir o sobreprecios, y los políticos aceptaban porque sólo les interesaban los retornos”.

En una reunión que esta semana tuvo con empresarios de AEA, Guillermo Dietrich les pidió que hagan autocrítica y “no nos mintamos”. El ministro se queja: “No logramos que las empresas constructoras denuncien la corrupción” de intendentes y sindicatos. Este funcionario es otro de los CEOs que se sumaron al Gobierno. Y cuando dice “no logramos que denuncien”, lo que quiere decir es: “No quieren denunciar porque son parte de esos negociados”.

Con los importadores, Dietrich es más directo. Acusa a la Cámara que los agrupa de haber generado un negocio que significa cobrar un seguro de 108 dólares por contenedor, cuando el costo internacional es de 8. En un encuentro con su titular, Rubén García, le habría dicho: “Flaco, estás cagando a todos los miembros de tu cámara”. Y dio por terminada la reunión: “Lo que te importa es generar unos pesitos con tu comisión directiva”.

La lógica de que “los CEOs sean unidos porque ésa es la ley primera”, no se estaría cumpliendo al pie de la letra.
Es cierto que estas peleas representan una novedad en los esquemas de gobernancia conocidos. Pero lo importante es cuánto éxito tendrá la parte del establishment a la que le tocó gobernar y hasta dónde la condiciona su efectiva falta de sensibilidad política para manejar algo mucho más grande que una
empresa.