COLUMNISTAS

Asesinato a la española

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Estuve en Madrid hace un par de semanas. En mi recorrida por las librerías, solía preguntar si tenían algún policial para recomendarme. Pero los libreros españoles no leen policiales o, al menos, no confiesan que lo hacen. Era como preguntar por DVD pornográficos en la Cinemateca. En cambio, los libreros me hablaron de los dos sellos editoriales independientes más modernos y vistosos del mercado español: Periférica y Errata Naturae, cuyos títulos filosos y diseños elegantes llaman la atención en las mesas de novedades. De hecho, los libreros no me dieron mucha información sobre lo que buscaba, pero me contaron todo lo que había que saber de estas casas de edición tan coquetas y esmeradas. Así averigüé que una de ellas fue fundada por una pareja, pero que ahora están separados y la mujer está de novia con el dueño de la otra editorial. No sé si será cierto y no me acuerdo si el dueño de Periférica sale con la dueña de Errata Naturae o viceversa, pero me sorprendió gratamente que los libreros consideraran parte de su trabajo informar a sus clientes sobre la vida de los editores. Creo que la práctica le da un toque humano a un medio cada vez más impersonal y dominado por las multinacionales.

Si los libreros no supieron decirme qué era lo que yo debía llevarme, las respuesta llegó en cambio en forma de libro, ya que justamente Errata Naturae acaba de publicar su Guía de la novela negra. Con una tapa de color marrón y uno de esos excelentes dibujos humorísticos que hacen a la distinción del sello, el libro está firmado por Héctor Malverde, de quien se aclara en la solapa que no es más que el seudónimo de un señor que se ocupa habitualmente de la Gran Literatura, pero que ha condescendido a regalarnos su erudición en este género menor sin darse a conocer. Parece justo: un tema vergonzoso merece eruditos secretos. Pero la lectura hace sospechar algo peor que un caso de cobardía. Hay gato encerrado en Guía de la novela negra. Para hacer honor al género, se trata de un crimen cometido contra los lectores, acaso por una asociación ilícita que ha construido un autor falso cuyos datos biográficos pueden rastrearse a lo largo del texto pero tienen toda la apariencia de haber sido inventados por la banda que se repartió la tarea.

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Como corresponde a una novela de enigma, las pistas sobre Malverde bien podrían ser falsas. En lugar de identificar a su autor, la uniformidad del estilo y la repetición de los adjetivos prueban más bien que este no existe como tal, ya que todo escritor es incoherente en algún grado mientras que el autor de Guía... se muestra implacable y sistemáticamente fiel a sí mismo. Así es como cada entrada (el libro se organiza por autores y de cada autor se elige un título y se esboza su biografía) es idéntica a las otras: farragosa hasta la intrascendencia y enfática hasta el empalago. Como guía se parece más bien al mapa de una ciudad en la que todas las calles llevan el mismo nombre (acaso el futuro de Río Gallegos). Todos los escritores son magníficos y geniales y, si no lo son, merecen igualmente que los leamos porque “unimos la fascinación propia de esta truculenta historia a la destreza narrativa y el oficio siempre excelente del escritor.

Malverde, o el conjunto de titiriteros que se oculta tras su nombre, cree que esa venta masiva e indiscriminada de libros a la que se aplica con enjundia se justifica en la uniformidad del lector de policiales, que este es un personaje que busca simultáneamente el entretenimiento más irresponsable y una coartada ideológica que le recuerde lo sórdido que es el mundo. Es que Malverde no distingue nada y al no hacerlo nos humilla como lectores. Merece que lo estrangulen. Si no es por el libro, por creer que Woody Allen es la cumbre del cine.