La idea del Gobierno de dormir la economía en una suerte de páramo sin sobresaltos depende de dos variables: que entren dólares por la balanza comercial y que se consiga algún soporte extra con créditos puntuales. En la bolsa de los créditos puntuales entran los arreglos oscurantistas con China, como el esotérico swap de divisas. Pero en términos absolutos esto es muy limitado y mueve poco la aguja. ¿Entonces?
Acotadas las chances de créditos externos, sólo queda la balanza comercial. Para tener un saldo positivo, se necesita tener más exportaciones que importaciones. Pero en cuanto a las exportaciones, está sujeto al vaivén de los precios internacionales, aquellos que no ha podido ni podrá nunca doblegar. Y entre esos precios, el más relevante para Argentina es el tipo de cambio del real contra el dólar. El dólar está subiendo en todo el mundo, y en particular está subiendo de una manera muy marcada contra el real, que en los últimos dos meses se devaluó en un sorprendente 20%. ¿Qué implica esto?
Implica que Argentina se vuelve cada día más cara para Brasil. Y eso es un gran problema, porque Brasil es el destinatario del 21% de nuestras exportaciones. Con lo cual, una caída del valor del real frente al dólar empuja a la Argentina de una manera muy inmediata a tener que devaluar su moneda, por el mero hecho de que no tiene otra manera de financiarse. ¿Podría el Gobierno solucionar el problema emitiendo pesos como lo ha venido haciendo? Sólo de manera limitada, ya que tiene que afrontar vencimiento de deuda por unos 14 mil millones de dólares. Así, el dilema pasa a ser devaluación o default, claramente una elección muy desagradable. Quienes todavía escuchan retumbar en sus cabeza célebres frases como “quien depositó dólares recibirá dólares” no pueden evitar que se les erice la piel cuando Alejandro Vanoli se ataja y dice: “Aunque Brasil devalúe, nosotros mantendremos el tipo de cambio”. Desde mi punto de vista, es la clara confirmación de que el tema es problemático.
*CEO de Carta Financiera.