“La corriente popular refleja las aspiraciones de las grandes masas de la población. Sus ideas en materia económica reconocen la influencia del modelo keynesiano y del nacionalismo económico. Sus principales objetivos son la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo. El primer objetivo se instrumenta mediante mayores beneficios sociales y a menudo controles de precios. También recurre al manejo de los grandes instrumentos de la política económica, fundamentalmente el tipo de cambio y de las tarifas de los servicios públicos.”
“La caída de la corriente popular provoca siempre un brusco vuelco hacia la ortodoxia económica… Es así que las políticas ortodoxas reflejan el pensar y el sentir del sector agropecuario, del financiero, del exportador tradicional, y algo paradójicamente de una gran parte del industrial. El acento se ve puesto sobre el orden, la disciplina, la eficiencia, el equilibrio del presupuesto, el ahorro, la confianza, la atracción de los capitales del exterior y las virtudes del sacrificio popular.”
Estos párrafos parecen ser una crónica realizada por un observador imparcial sobre el proceso entre el fin del kirchnerismo y el ascenso del macrismo, pero no. Pertenecen al texto El péndulo argentino: ¿hasta cuándo? de Marcelo Diamand, escrito en septiembre de 1983, 35 años atrás. Ingeniero, empresario y lúcido intelectual, falleció en 2007, pero sus textos parecen proféticos en la descripción de este laberinto en que se haya perdido el país.
Predicciones. Durante la campaña electoral de 2015 Mauricio Macri parecía mostrar una tercera vía para salir del péndulo, quizás forzada para obtener resultados electorales, pero tercera vía al fin. Esto es cuando Macri planteaba algunos atisbos de desarrollismo, pero ni bien asume la Presidencia con un gran voluntarismo su gobierno se plantea esperar a que “exploten las fuerzas productivas” tras el primer paquete de medidas.
Como se sabe no explotaron las fuerzas productivas, mientras que los capitales que llegaron se dedicaron a la especulación financiera, organizada desde el propio Banco Central. Y esta forma de financiamiento estallaría en el largo “supermayo” con el retiro de parte de esos capitales, lo que llevó a la devaluación, a la suba de la tasa de interés a niveles estrafalarios, y la noticia del pedido de asistencia al FMI. Diamand también describiría esta etapa con una fidelidad sorprendentemente explicando que cuando “en algún punto del proceso sobreviene una crisis de confianza, el flujo de capitales extranjeros se invierte. Los préstamos del exterior que habían ingresado comienzan a huir. Se produce una fuerte presión sobre las reservas de divisas, una crisis del mercado cambiario y una brusca devaluación. Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en una recesión, más profunda aún que la anterior.”
Romper el péndulo. Si tanto la estrategia keynesiana como la neoliberal están condenadas a sucederse y desarmar las políticas llevadas a cabo por el otro enfoque, el país queda expuesto al fracaso permanente, cosa que no pocos argentinos piensan. La base del problema para Diamand está en la estructura productiva desequilibrada (EPD) fruto de la dualidad de la economía argentina con un sector agropecuario potente y competitivo internacionalmente coexistiendo con una industria de baja productividad y baja escala de producción. Esta industria –siguiendo al autor– para su desarrollo debería contar con protección estatal, para superar su etapa de baja productividad, y esto se lograría colocando tipos de cambio diferenciales con un nivel muy alto para la industria, y sostenido en el tiempo. Claro que los mecanismos de protección suelen ser muy resistidos por la sociedad, dado que se estaría premiando la “ineficiencia” de la industria que –al principio– no logra exportar mientras consume –en bienes intermedios– los dólares que obtiene el campo, con la contraparte de bajos salarios. Esto generaría un estereotipo anti-industrial, que idealiza al “campo” y menoscaba la industria local. Sin duda, Diamand tenía en mente los modelos de nuevo desarrollo de los Tigres Asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong o Taiwán. Evidentemente un camino que la Argentina decidió no tomar.
Regreso a la ortodoxia. Lejos un proyecto industrialista, y en el marco actual de crisis económica, el Gobierno se refugia en las medidas ortodoxas de austeridad cuya finalidad táctica es adelantarse a las demandas del FMI, en especial la ejecución de una reducción veloz del gasto público. Ya están sobre la mesa diversas medidas como el clásico congelamiento de vacantes en el Estado durante 24 meses, la restricción de viajes en clase ejecutiva para quienes tienen rango por debajo de ministro, la restri-cción al uso de vehículos de uso oficiales, etc.
No obstante, esos ahorros son mínimos en relación con la baja del gasto que se estima el Fondo pedirá para el presente año. Reducción del gasto salarial, reducción o eliminación de programas en salud y educación, detención de la obra pública, y restricciones en las trasferencias a las provincias, serán parte del paquete a aplicar para la reducción hasta el 1,5% del déficit fiscal en 2019. También continuarán la eliminación de los subsidios a la energía y el transporte, por lo que antes de fin de año se verán nuevos aumentos en las tarifas de los servicios públicos: luz, gas, colectivos, trenes y subtes, etc.
Finalmente, la semana dedicada a la sanción de la ley de la oposición que retrotraía los valores de las tarifas a 2017, vetada automáticamente por el Ejecutivo mostró dos lecciones: 1) que Mauricio Macri expuso su declinante capital político personal en la exhortación a los senadores peronistas a no seguir las “locuras” de Cristina de Kirchner, y, 2) que el veto anticipado tuvo la finalidad de bajar las expectativas en torno a un alivio en el pago de las tarifas, pero a la vez funcionó como un acelerador del diálogo entre las bancadas kirchnerista y la del peronismo “racional”, creando las condiciones para enhebrar un acuerdo táctico hacia 2019. España es un ejemplo de esto donde el PSOE habiendo firmado la intervención federal en Cataluña meses atrás, logra correr al PP de la presidencia con apoyo de los partidos independentistas catalanes, lo que muestra que en política no existen los determinismos.
*Sociólogo (@cfdeangelis)