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polarización MACRIsta

Bandera, globo y vincha

La protesta del jueves muestra que los sectores medios y altos también pueden "ganar las calles".

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¡A festejar al Obelisco! Mauricio Macri. | Pablo Temes

Con un déjà vu a 2012 el “banderazo” se llevó adelante el último jueves 9 de julio. Todes al Obelisco.  Con tantos lemas como manifestantes, el denominador común de quienes participaron en la movilización desde sus autos o a pie en la calle fue la oposición al gobierno de Alberto Fernández y al peronismo en general.

La libertad, la Constitución, la República, la infektadura (con K) la corrupción, las mafias, Vicentin, la impunidad, la dirigencia política, el Instituto Patria, y los sindicalistas, fueron algunos de los muchos asuntos planteados por los manifestantes. En esta oportunidad dos coordenadas orientaron la acción: la coincidencia con el Día de la Independencia y que se haya realizado en pleno desarrollo de la pandemia por el Covid-19. Ambos elementos se tradujeron a una sutil pero provocadora consigna: “Estamos acá aun cuando el Gobierno nos impone la cuarentena”.

El banderazo confirma una novedad política de la Argentina de las dos últimas décadas: no solo el peronismo, el sindicalismo y los piqueteros tienen el monopolio de la movilización también, los sectores medios y altos pueden “ganar las calles”, claro con otra lógica y estética, sin micros ni choripanes, en general se pueden mover en sus propios automóviles. En este sentido, la caracterización sociodemográfica de la movilización no se modificó demasiado de otras de similar tenor, aunque, sí se pudo observar en distintos puntos del país una media de edad más baja, punto no menor pues incrementa las futuras expectativas electorales de este espacio sociopolítico: la ruptura generacional en términos políticos ha sido una constante silenciosa desde la emergencia del kirchnerismo en Argentina. El banderazo confirma una novedad política de la Argentina de las dos últimas décadas: no solo el peronismo, el sindicalismo y los piqueteros tienen el monopolio de la movilización.

El albertismo mueve sus fichas, comenzó con el crecimiento mediático de Santiago Cafiero

Luego, el repudiable destrozo del móvil de C5N indica que dentro de este espacio sociopolítico también hay un pequeño sector radicalizado que engendra odios y que está dispuesto a la violencia hasta para golpear a un periodista que suele cubrir este tipo de movilizaciones con un peculiar estilo que apunta a mostrar la heterogeneidad política, y la ausencia un discurso común en los concurrentes.

Cambios, necesitamos cambios… En 2012 Cristina Kirchner acababa de asumir su segundo mandato e instauraba el cepo cambiario, una afrenta a los sectores medios que ahorran en la verde moneda. Pero el problema de fondo era que Cristina había ganado en 2011 con el 54% de los votos mientras que segundo lugar era para el recientemente fallecido Hermes Binner con menos del 17%, y el tercero quedaba el hoy oficialista Ricardo Alfonsín con el 11%.

La gigantesca brecha electoral abría los temores a la “Cristina eterna” y una reforma constitucional que habilitara la reelección indefinida, cuestión que nunca trascendió del rumor. En esos días pocos imaginaban que Mauricio Macri pudiera traspasar los muros de CABA para construir una opción competitiva: Cambiemos. Tampoco nadie se imaginaba los pasos de comedia en el peronismo para construir la candidatura a gobernador por la provincia de Buenos Aires y que abriera paso a María Eugenia Vidal, ni el escaso apoyo al propio candidato presidencial ¿kirchnerista? Daniel Scioli. 

Hoy la situación es distinta. Cambiemos no sólo se formó, sino que Macri gobernó sus cuatro años. Si las marchas de 2012 y 2013 fueron las semillas que habilitaron la emergencia del macrismo, el jueves prácticamente no se vieron banderas que reivindicaran a este sector político. De este modo las marchas de las clases medias siempre se convierten en una incógnita: ¿son sectores políticamente disponibles en busca de un nuevo líder? ¿Macri o alguien de Juntos por el Cambio podrá volver a interpretar ese 41% (que pueden transformarse en 51 por los azares de la economía)?

Mostrando las cartas. Obviamente que estos interrogantes también interpelan a Alberto Fernández que está dispuesto a hablarle al centrismo como se observó en el curioso acto oficial del 9 de julio. rodeado de representantes de sectores empresariales, incluso de los ruralistas que fueron activos protagonistas en el Banderazo. Aunque negado por los altos funcionarios del gobierno, el “albertismo” también comenzó a mover fichas, comenzando por el crecimiento del perfil mediático de Santiago Cafiero, presentándose hasta en entrevistas hostiles como le gusta decir a un diputado opositor ultratuitero. El comentario de Aníbal Fernández sobre que los miembros del gabinete debían también debían “salir a la cancha” no pasó inadvertido y algunos infirieron que predecía renovadas presiones para el desembarco de los sectores más duros del kirchnerismo en el gabinete que no digieren que por ejemplo se haya detenido la estatización de Vicentin, o que Carlos Melconian sea al menos pensable como futuro Ministro de Economía.      

También la polarización política 2.0 que vive la Argentina en medio de la crisis del Covid-19 llegó al periodismo. Pero esta vez no se trata de interpretaciones sobre el posicionamiento político de los medios, comunicadores o periodistas, sino de dos solicitadas contrapuestas con extensas cantidades de firmas. La primera, que tuvo alrededor de 300 rúbricas, hizo referencia a “las campañas de difamación pública y presiones contra periodistas desatadas en las últimas semanas desde algunos sectores del poder político”. Esta carta se hacía eco de los comentarios sobre posibles problemas judiciales de Luis Majul en relación al uso de los servicios de inteligencia en el ejercicio profesional. La respuesta llegaba después por medio de otro texto (con cerca de 1.100 apoyos) que planteaba “que las y los periodistas, como toda la ciudadanía, estamos sometidos al escrutinio público y a la ley. No tenemos privilegios. Y no toda crítica, por exagerada o injusta que sea, puede ser considerada como un “ataque a la libertad de expresión”. También hacía mención a la discusión sobre Majul expresando que “en el necesario vínculo con el poder y las fuentes, tenemos reglas por cumplir. No vale todo”.

Más allá de que se trata de una discusión que se abre, la ciudadanía podrá observar quiénes se encuentran de un lado y del otro del debate. Lo que no es poco.

*Sociólogo (@cfdeangelis)