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Binner-Reutemann, la diferencia suiza

Los porteños pudieron tener una imagen más cercana de los protagonistas de los dos polos políticos que dividen a la provincia de Santa Fe.

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Los porteños pudieron tener una imagen más cercana de los protagonistas de los dos polos políticos que dividen a la provincia de Santa Fe. Fueron los invitados de los programas En el llano, conducido por Morales Solá, y A dos voces, de Bonelli y Sylvestre.

Los dos hablan pausado. Ambos provienen de familias suizo-alemanas. Los dos son altos. Eso en cuanto a las semejanzas. Todo el resto son diferencias.

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Lo que los separa no es desde mi punto de vista aquello que aduce Hermes Binner respecto de su antecesor. Ni son las inundaciones, ni el secretario de Seguridad que participó del Proceso, ni el primo del Lole nombrado en la Corte Suprema, ni la privatización del Banco Provincia y su gerenciamiento por los hermanos Rohm, ni el descuento por ausentismo a los docentes, y menos la rabaja salarial del 13% de los empleados públicos.

Cada una de estas realidades y medidas de gobierno pueden ser un asunto opinable. Aquellas lluvias fueron una calamidad climática inédita que quizá no se solucionaba con la finalización de algunas obras inconclusas; no todos los funcionarios del Proceso son criminales sin antes haber sido sometidos a juicio; las privatizaciones no fueron una invención de Carlos Reutemann y puede decirse a su favor que no emitió bonos ni patacones; el descuento por faltar a clase es una medida que puede ser defendida en casos de ausentismo injustificado; y la ley Machinea fue nacional.

La diferencia reside en que uno tiene una visión del mundo y el otro se acomoda al poder de turno. Uno es inflexible y el otro muy flexible en cuestiones de principios.

Los dos pueden dar cuenta de sus gobiernos, tanto el socialista de dos intendencias en Rosario como el menemista con dos gobernaciones. Lo que las divide no es la honestidad en las políticas y en la función pública, porque no hay mucho que decir al respecto dado que a la transparencia de la gestión Binner se le puede sumar la prolijidad de la administración Reutemann.

La visión del mundo que tiene Binner radica en que tiene un ideal y es un hombre de valores. Cree en principios en lo que concierne a las relaciones entre Estado y sociedad. Con él se puede hablar de políticas en lo referente al aborto; de cómo encarar el tema de la adolescencia; de nuevos modos de mejorar los barrios de emergencia con la acción vecinal; de la finalidad y el funcionamiento de los centros cívicos; del modo en que se conectan centros de salud y hospitales; de la necesidad de proyectar escuelas de acuerdo a una idea de apertura de espacios y funcionalidad de tareas; del nuevo plan de centros de reclusión para jóvenes delincuentes y las tareas de resocialización, etc.

Por su lado, Reutemann dice que él sabe que para contar vacas hay que enumerarlas por sus cabezas y no como otros intelectualoides que cuentan las patas. Desprecia los libros, es decir la educación, e invoca el sentido común y la simplicidad. Sin duda que es mejor postulante que los candidatos del peronismo tradicional de la provincia que lucraban con juguetes y donaciones. Puede estar del lado de Menem, ser dirigente de la UCD, o asociarse con Duhalde y Kirchner. Se lo puede calificar de pragmático si esta palabra de por sí significara algo. Se es pragmático en el marco de una concepción valorativa de la acción.

No creo que las acciones que lleva a cabo Binner se comprendan al interior de una ideología. La noción de ideologia es un concepto masa, sirve para hacer empanadas, fideos y panqueques. La misma ideología socialista se aplica a un sinnúmero de experiencias disímiles que van de Chávez a Bachelet, de Fidel Castro a Zapatero, de Evo al primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg.

Es más difícil pensar la política ya no desde las ideologías sino en términos de valores y de “políticas” en plural. Los derechos humanos, la equidad, la justicia, la ética, la igualdad, la libertad, son cofres demasiado grandes en los que todos pueden poner algo propio.

El discurso ético se ha vuelto universal, por lo que ha perdido eficacia. Sólo en la medida en que se materializa en políticas lo moral adquiere singularidad.

Si queremos comprender la acción política de Binner, debemos tomarnos un poco de tiempo. No es sólo una cuestión de resultados. La composición de valores y política tiene su sutileza. Confía en la gente, eso es lo que me diferencia de Binner –en quien tengo confianza–; quiero decir que yo no confío en el género humano. Pero no se trata de quien aquí escribe, si no fuera porque mi percepción de las cosas es la de muchos otros. Pertenezco a la era de la seguridad que encuentra en el filósofo Hobbes a su doctrinario más consistente. La tesis que la define es que el hombre es un ser imprevisible que busca ante todo su propia conservación y que puede pasar de la piedad a la crueldad.

La idea de libertad que se desprende de esta posición es negativa. Por la misma, la ley en una sociedad republicana debe protegernos de los desmanes del prójimo y protegerlo de los nuestros. Si no quiero que me peguen ni que me roben, no debo robar ni pegar. Es una idea sólo limitativa.

La confianza que tiene Binner en la gente no es ilimitada pero sí real. Esta confianza se muestra en la acción y no en poses televisivas de quienes cada dos palabras dicen “nos importa la gente”.

Su política de presupuesto participativo en el que los vecinos opinan y deciden sobre las prioridades de una parte de la recaudación, la tradicion del trabajo comunitario, la importancia que le da a la autogestión, a los microemprendimientos, a la educación popular, su insistencia en que es posible consensuar y conciliar intereses y que la verdad de la dialéctica de la historia no es la guerra sino la cooperación, muestra un modo de valorar la acción humana.

Del pensamiento de Reutemann se deduce que sabe darle a cada uno lo que le corresponde si muestra que tiene poder. A los gremios lo que piden si tienen poder, a los empresarios lo que demandan si tienen poder, a los medios de comunicación lo mismo. Si Scioli está con fuerza arregla con él, si Macri va para adelante será con Macri, si Duhalde resucita, bienvenido sea, si Néstor Kirchner arremete, lo deja pasar, si la Iglesia se enoja, se somete; es lo que se dice un hombre equilibrado.

Las dificultades que atraviesa nuestro sistema político son culturales. Lo que está en crisis es un modo de hacer política. El 2001 derrumbó un sistema que ya era frágil. Se recompuso agrietado. Los que se presentan como nuevos protagonistas son tragados por la vieja organización y los intereses corporativos. Hay algo más en juego en la política nacional que la coyuntura económica y las próximas elecciones. La mentada “diferencia suiza” nos puede ilustrar sobre esta nueva zona que se llama futuro.


*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar)