
La economía china creció 10,4% en 2006 y, de esta forma, se ha expandido a una tasa anual promedio
del 9,3% en los últimos 28 años. El resultado es que, en el transcurso de tres décadas, su producto
bruto se ha multiplicado por cinco y el ingreso per capita se duplicó cada 8 años.
El crecimiento chino es obra de la inversión y el comercio internacional; y la primera causa
representa el 40% del producto bruto interno, la más elevada del planeta; el segundo factor
sobrepasó los 1,7 billones de dólares este año, y se convirtió en el último trimestre de 2006 en el
segundo del mundo, después de Estados Unidos.
El nivel de inversión en China es financiado por la tasa de ganancias de las empresas, que en
el primer semestre de 2006 creció 28%, 9 puntos más que en igual período del año pasado.
El comercio internacional chino es obra de las empresas transnacionales, que representan 57%
de sus exportaciones y más del 60% de las importaciones. El sector transnacional de la economía
china es el 20% del producto interno y el 30% del PBI industrial. Para eso, ocupa el 3% de la
fuerza de trabajo (24 millones de trabajadores) sobre 752 millones.
Así, 3% de los trabajadores chinos produce 30% del PBI industrial; y la razón es que el nivel
promedio de productividad del sector transnacional supera al nacional en una proporción 9 a 1.
La participación de las transnacionales es aún mayor en lo que hace al crecimiento económico,
sobre todo en los últimos tres años, en que es responsable de más del 40% del total.
El sector transnacional de la economía china crece 18% anual, mientras que el segmento no
transnacional lo hace a una tasa de 5%/6% en el año. Sin la participación de la inversión
extranjera directa (IED) de las transnacionales, el crecimiento chino hubiera sido 3,4 puntos
porcentuales inferior por año desde 1990 en adelante.
El stock de IED en China hoy (2006) supera los 600 billones de dólares, casi 45% del PBI; es
el segundo país en atracción de IED después de EE.UU.; el primero del mundo emergente. El número de
empresas transnacionales en China asciende a 242.000, de las cuales 160.000 son industriales.
El fenómeno del crecimiento en China no es, en síntesis, esencialmente chino, ni tiene un
carácter circunstancial ni transitorio. Es, ante todo, expresión estructural de la nueva fase de
acumulación capitalista, vigente en el mundo desde 1991 en adelante.
El crecimiento chino encabeza el auge de la región Asia-Pacífico; India, con 1.100 millones
de habitantes, creció este año 8,9%; la región en su conjunto, 3.300 millones de personas, la mitad
de la población mundial, se expandió 7,7%, promedio. Con el vuelco de China e India al capitalismo
globalizado y tras la desaparición del comunismo en Europa Oriental y la ex Unión Soviética, la
oferta de trabajo mundial se duplicó en los últimos 15 años: pasó de 1.400 millones de trabajadores
a 3.000 millones. En síntesis, es la mayor expansión del mercado mundial capitalista en toda su
historia, desde la Revolución Industrial en adelante.
No se puede establecer el futuro de antemano; pero sí señalar a dónde llevan las tendencias
centrales del presente. “El ingreso global se ha duplicado desde 1980, y más de 450 millones
de personas han emergido de la situación de extrema pobreza en los últimos 26 años; y la
expectativa de vida en los países en desarrollo es ahora 65 años, promedio”, sostiene el
Global Economic Prospects: Managing the Next Wave of Globalization del Banco Mundial, 2006.
La previsión es que de acá a 2030 la economía mundial se duplicará, y en el mundo en
desarrollo se triplicará. El ingreso per cápita promedio del sudeste asiático (China-India)
converge con el de los países de alto nivel de desarrollo en términos de capacidad de compra
doméstica. El ingreso per cápita de China, por ejemplo, pasará del 19% al 42% de los países de alto
nivel de desarrollo.
El Banco Mundial, en definitiva, no prevé una fase expansiva más de la economía mundial, sino
una nueva onda larga de crecimiento, la cuarta en la historia del capitalismo. Es un fenómeno
estructural, no cíclico, sustentado en tendencias de fondo –salto tecnológico en EE.UU. y en
el mundo, ampliación del mercado mundial– difícilmente reversibles o frustrables, aún por
fuertes conflictos geopolíticos.
Esta tendencia de fondo coincide con un aumento general de la conflictividad, cuyo eje está
en Oriente Medio, sobre todo en Irak; y el conflicto en Irak se resuelve, en un sentido u otro, en
los primeros 6 meses del 2007: o EE.UU. restablece las condiciones mínimas de seguridad en Bagdad,
o la opinión pública norteamericana impone el retiro inmediato de las tropas, lo que constituiría
la mayor derrota desde 1975, con consecuencias inmensamente superiores al fracaso en Vietnam.
El conflicto no es hoy interestatal ni territorial, sino intraestatal; por eso, el desafío no
es la defensa en términos militares, sino la seguridad; y la seguridad no es cuestión de
enfrentamientos entre fuerzas convencionales, sino un conflicto que abarca, ante todo, a la
población y a las estructuras sociopolíticas. No hay, en estos conflictos, ni
“amenazas” ni “enemigos”, sino desintegración de las estructuras estatales:
implosión.
Por otro lado, Bolivia vive el mejor momento económico de los últimos 20 años: 6% de
crecimiento en 2006, superávit de cuenta corriente y fiscal; al mismo tiempo, en los próximos 6
meses se define el conflicto de fragmentación/secesión entre el gobierno de Evo Morales y los
cuatro departamentos de Oriente. Es la mayor crisis político-estatal de la historia de Bolivia
desde la Revolución de 1952.
Los narcotraficantes del Comando Vermelho atacaron en 9 lugares distintos de Río de Janeiro
el jueves y mataron a 19 personas; su objetivo fue dejar claro su poder frente al Estado. No hay
guerra civil en Brasil sino crisis de seguridad, con un Estado frágil (por ejemplo, en la reciente
crisis aérea) y ausente, que se ha retirado de las favelas de Río y de los suburbios de San Pablo.
La crisis política (crisis de seguridad) que recorre al mundo no es lo contrario de la
globalización, sino, probablemente, su principal consecuencia. El mundo es uno, cada vez más
acelerado, cada vez más crítico.