Las PASO dejaron al descubierto las diferencias existentes en el Gobierno, constituido por una coalición de sectores políticos que bajo el paraguas del peronismo encubre diferencias y perspectivas que en muchos casos son opuestas y por ende muy difíciles de amalgamar. Esto ocurre cuando el resultado electoral es opuesto y evidencia una mirada de la sociedad que no coincide con la de quienes ejercen el gobierno. Ya pasó en 2015, nada nuevo hasta ahí. La diferencia ahora es que la lucha de poder desatada salió del ámbito interno, se puso en evidencia ante el público. Homologando con la violencia de género, en la política tiene los beneficios de salir del ocultamiento y traslucirse para todos. Si bien no tuvimos acceso a los intersticios de la disputa interna, vislumbramos los grandes rasgos. Ahí es donde desde la perspectiva de la igualdad de género podemos referir dudas y temores a cambios en la dirección política que afecten esa igualdad.
Para superar y cambiar la imagen del Gobierno se incorporaron antiguos dirigentes que conocimos antes en el ejercicio de funciones de poder y sabemos cuáles son sus características. En ese sentido, la figura del jefe de Gabinete es la que centra los mayores temores y resistencias. El domingo pasado, en la sección Política, Daniela Mozetic señalaba en una nota las críticas feministas que la designación de Juan Manzur como jefe de Gabinete produjo. Críticas que se basan en su papel como ministro de Salud de la Nación y luego como gobernador de Tucumán. No es desconocida su resistencia a reconocer y aprobar el protocolo de atención del aborto en casos de ILE (Interrupción Legal del Embarazo), esto produjo una crisis inadvertida en general por el público, pero no por quienes desde hace años luchamos por la disminución de la mortalidad materna y su peso por la no implementación del Código Penal y su artículo 86, que permite desde 1921 la interrupción legal del embarazo. Esto luego se repitió en la provincia de Tucumán en el caso Lucía, una niña abusada embarazada y que es obligada a tener un parto por negársele la ILE. Esto junto a otras políticas, como la no implementación de la Educación Sexual Integral en la provincia, y otros antecedentes. Por eso no fue casual que el Presidente se reuniera con la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad el mismo día del anuncio (ver nota en sección política del domingo 19). Cómo no tener una conversación con quien no solo tiene a su cargo el ministerio que debe promover y efectivizar políticas de igualdad de género, sino que además personalmente estuvo involucrada en contra del gobernador por “Lucía”.
Y como si esto fuera poco, con este nuevo cambio de gabinete la paridad en la distribución de cargos en el PEN se convierte en una ilusión inalcanzable en este gobierno. Al comienzo no existía la paridad, pero había una tendencia. Ahora eso se rompió, solo quedan la ministra de Salud y la de Mujeres, Géneros y Diversidad. Este pobre número de dos en veinte es más preocupante porque los reemplazantes no son adalides de la igualdad de género. Sumado a que el jefe de Gabinete tiene los antecedentes ya referidos. Esto plantea un panorama difícil para quien, desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, debe movilizar esas políticas en el Gobierno articulando con los otros ministerios. Deberá empezar por capacitar a estos nuevos ministros con la Ley Micaela, porque todo cambio necesita representación interna, como reconoce la ejecutiva de Google en la nota de 50/50 el domingo. Esto no parece sencillo, pero es imprescindible, si bien no somos optimistas en cuanto a sus resultados. Cabe preguntarnos si estos cambios tendrán impacto o asegurarán el inmovilismo. Lamentablemente creemos que habrá cambios y no serán auspiciosos hacia la igualdad de género. ¡Ojalá nos equivoquemos!