No deja de ser una paradoja que tras la clara victoria del capitalismo ante el “socialismo real”, los vencidos de entonces resulten hoy los más temibles rivales en la competencia mundial capitalista; China y Rusia a la cabeza. Ocurre que aunque el “socialismo real” no pudo sostenerse sobre sus pies, de esa intentona quedaron, con variantes, países con sociedades alfabetizadas, mano de obra de calidad y un desarrollo tecnológico y científico de primer nivel.
Así, los países ex socialistas son hoy el paraíso soñado de la producción capitalista: alto desarrollo tecnológico y científico, un ansioso gran mercado interno y una clase obrera y profesional competente y domesticada; de buen grado o por fuerza. Algo así como las dictaduras, democracias de opereta o populismos capitalistas, pero en cambio con gran organización interna y alto nivel competitivo a nivel internacional. La “guerra comercial” EE.UU./China resume el grado de enfrentamiento a escala mundial que la aparición de estos poderosos competidores ha provocado.
De modo que conviene distinguir entre lo que queda del fracaso del “socialismo real” y el de los populismos latinoamericanos. Comparar lo que quedará después del chavismo en Venezuela, un país riquísimo que no ha sufrido invasiones ni bloqueos económicos, con lo que quede en Cuba cuando de un modo u otro acabe el centralismo democrático. En Venezuela no hay medicamentos; Cuba exporta médicos.
Y puesto que en nuestra región hoy se discute el apoyo chino y ruso al régimen de Maduro, conviene tener en cuenta que “en los últimos cinco años, el gigante asiático firmó amplios acuerdos de asociación estratégica con Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Venezuela (…). Desde 2017, China es el principal socio de Sudamérica, un año en el que las exportaciones e importaciones latinoamericanas hacia y desde China aumentaron 23% y 30%, respectivamente, en parte porque las medidas proteccionistas en ese país son muy inferiores a las de EE.UU. En la última década, las inversiones chinas en la región aumentaron en US$ 25 mil millones, para alcanzar un total de 241 mil millones. Según lo anunciado por el presidente Xi Jinping, en los próximos años se sumarán otros 250 mil millones (…) en cuanto a las inversiones directas, las tasas de crecimiento chinas superan con holgura las de la Unión Europea y EE.UU” (http://bit.ly/elcomercio-404).
Algo semejante puede decirse de Rusia. “Uno de los instrumentos más eficaces que emplea la administración rusa en su estrategia comercial es el Comité Nacional para la Colaboración Económica con los Países de América Latina. Creado el 10-2-1998, trabaja codo a codo con el Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia en proyectos con mucho futuro como, por ejemplo, la promoción de la industria minera rusa en Argentina, Bolivia, Perú y Chile (…). La industria petrolera y siderúrgica ha hecho inversiones millonarias de Zarubezhneft en Cuba, de Severstal (acero) en Brasil, de Rosneft en Venezuela, o de Rusal (aluminio) en Guyana. (…) Y dentro de poco a Argentina llegará Gazprom, la empresa que más gas produce de todo el mundo. Será de la mano de YPF (http://bit.ly/sputnik-404).
Parece evidente que tanto a China como a Rusia no les interesa exportar su modelo de organización política y social, sino la competencia geoestratégica; son grandes potencias mundiales. Hoy apoyan a Maduro, pero a menos que la guerra comercial mundial vire hacia el enfrentamiento militar, campo en el que también tienen intereses en la región, lo previsible es que seguirán negociando con cualquier tipo de gobierno.
Otra historia es saber cómo evolucionarán ante la crisis estructural del capitalismo, que ahora comparten y de la que aún no se sabe si acabará en un salto adelante o en el abismo.
*Escritor y periodista.