COLUMNISTAS
La lengua argentina

Cartas que no son de papel

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Bullrich. Con un sistema de transcripción de texto escrito a oral, el senador renunció. | cedoc

Para quienes nacimos en la era a.i. (o antes de internet), las cartas son, ni más ni menos, lo que dice la primera definición de la palabra “carta” en el DLE, “Papel escrito, y ordinariamente cerrado, que una persona envía a otra para comunicarse”.  Un texto usualmente breve, con remitente y destinatario.

Corrientes desde la Antigüedad –sigo en esta columna la palabra de Ana Mosqueda en Cartas sobre la mesa–, las cartas fueron usadas como fuente de las biografías (pensemos en Plutarco o en Suetonio). Es más, tal cual sostiene Mosqueda, “las cartas han iluminado aspectos íntimos y escenas de la vida cotidiana de grandes nombres de la humanidad”. 

Pero también fueron usadas por los propios autores –famosos, desde luego– como un registro complaciente de sus vidas, elaborado para hacerse público. En pocas palabras, ese supuesto destino privado de las cartas tuvo, en muchos casos, una vocación de divulgación. Por eso no puede decirse que sean novedosas las nuevas cartas. Esas cartas abiertas que escribe gente muy conocida y que publica en sus redes sociales.

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Sin ir más lejos, hace pocas semanas, hubo mucho revuelo con las cartas entre Icardi y Nara, reveladoras de un asunto conyugal que bien podría haberse dirimido puertas adentro. Y sin ir más cerca, todos los medios se agitaron con las cartas de los dos personajes más prominentes de la grieta que supimos construir. 

Ya se sabe, a Cristina Fernández le gustan las cartas abiertas. No olvidemos la que escribió a tres días de la muerte del fiscal Alberto Nisman. O la que publicó tras la derrota del oficialismo en las PASO de septiembre. Y tampoco olvidemos su última carta de denostación de la acción opositora: “¿En serio que los mismos y las mismas que trajeron de vuelta el FMI a la Argentina, reiniciando el ciclo trágico de endeudamiento que Néstor Kirchner había clausurado en el año 2005, hoy no se hagan cargo de nada?”. 

En su esquina, Mauricio Macri emitió también una carta pública. Luego de que la Justicia dispusiera la continuidad de la intervención judicial en el Correo Argentino –empresa familiar–, Macri se expresó en contra del oficialismo: “El gobierno busca venganza. Buscan dañarme y tienen como objetivo a mis hijos”. 

Ahora bien, ¿qué sentido tiene la publicación de cartas como estas? ¿Por qué se dirige un escrito, privado en origen, a la ciudadanía toda? La respuesta, aunque no conclusiva, puede ser múltiple. Para empezar, como se dijo más arriba, con el fin de construir ante la sociedad una imagen favorable de sí. Y para seguir, con el fin de construir una imagen de quien la recibe como destinatario privilegiado (o destinataria privilegiada), aun en el conocimiento de que solo se es uno (o una) entre el resto.  

Aunque quizá, sobre todo, porque se trata de una palabra unidireccional, una especie de monólogo desde el atril, algo así como un discurso concebido para no recibir respuesta. Un alegato rotundo de defensa y ataque al mismo tiempo. Una estipulación de límites al terreno de combate.

Frente a estas cartas –beligerantes, combativas–, las argentinas y los argentinos fuimos testigos en los últimos días de una carta diferente, una carta abierta y escrita pero pronunciada. Una carta nueva en más de un sentido. 

En una ceremonia inusual, con el auxilio de un sistema de transcripción de texto escrito a oral, el senador Esteban Bullrich –quien tiene el habla muy dificultada por la esclerosis lateral amiotrófica– renunció a su banca. “Todos los que le ganaron a esta enfermedad lo hicieron bajando el nivel de stress. No veo que el Senado los próximos dos años vaya a darme ese ambiente. Ojo, dejo el Senado, no la política y mucho menos el sueño de dejarle un mejor país a mis hijos”.

A lo mejor, el ya exsenador tiene una clave. A lo mejor, hay que bajarle el stress a la lucha política para que vivamos todos (y todas) con más tranquilidad. A lo mejor, quién le dice, nos andan faltando cartas de conciliación. 

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.