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Por gusto personal (disfrazado de razones laborales), disfruto de leer catálogos de editoriales, visitar las páginas web, recibir sus gacetillas. Es siempre interesante ver cómo se presentan los libros que publican los editores, gerentes de marketing y encargados de prensa.

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Por gusto personal (disfrazado de razones laborales), disfruto de leer catálogos de editoriales, visitar las páginas web, recibir sus gacetillas. Es siempre interesante ver cómo se presentan los libros que publican los editores, gerentes de marketing y encargados de prensa (en el caso de las pequeñas editoriales independientes, estas tres funciones suelen recaer sobre la misma persona). Una de las instituciones editoriales en las que más reparo es el rubro “de próxima aparición” o “próximos títulos”. De alguna manera, implica una promesa, un lazo con el futuro, un optimismo insobornable. Sin embargo, toda buena editorial que se precie anunció alguna vez un “próximo título” que nunca salió. Las razones pueden ser varias (desidia del autor que no termina el libro, cambio de opinión del editor, crisis económica que impide la publicación, cierre de la editorial, etc.); lo cierto es que, de vez en cuando, la promesa no se cumple. Recuerdo al menos tres o cuatro anuncios recientes en diferentes editoriales que no se cumplieron, al menos por ahora (la palabra “próxima” antes de “aparición” genera una duda temporal angustiante: ¿cuándo es “próxima”? ¿En unas semanas, unos meses, unos años?). Ese incumplimiento, doloroso casi siempre para el autor al mismo tiempo forma parte del encanto aleatorio de la literatura.

Pensaba en todo esto mientras leía la gacetilla de prensa con las novedades de la editorial La Bestia Equilátera. Es un pequeña editorial nueva con, por ahora, un breve catálogo más que interesante. Comenzó con Mil tazas de té, de Luis Chitarroni, y Los encubridores, de Muriel Spark, y ahora continúa con Memento Mori, también de Spark, y Tostadas de jabón, de Julian Maclaren-Ross. Es evidente el buen gusto anglosajón del catálogo, que alcanza por supuesto al propio Chitarroni (¿por qué será que nuestros máximos anglófilos tienen apellido italiano, como Pezzoni, Gambolini, Chitarroni?). Pero además de estas dos novedades, la gacetilla anuncia diez “próximos títulos”, de los cuales cinco son también de Maclaren-Ross y Muriel Spark, en una decisión que roza la obsesión, pero que en verdad desemboca en la sabia posibilidad de hacer conocer en serio la obra de un autor (un verdadero editor es aquel que sigue obsesivamente a los autores que le gustan). Pero en la lista de “próximos títulos” hay sobre todo uno (además, en primer lugar) que me parece un gran hallazgo: Caravana, el primer libro de María Martoccia. Publicado originalmente en 1996 en la Editorial Sudamericana (es decir, editado por Luis Chitarroni), en un catálogo en el que también formaban parte los por entonces jóvenes Daniel Guebel, C.E. Feiling y Federico Jeanmaire, Caravana es un libro de relatos absolutamente perfecto.

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Entre muchas otras maneras, Caravana puede leerse como una reflexión sobre el estatuto del castellano de Argentina, y el idioma español de las traducciones del inglés. Gilles Deleuze (que era mucho más anglófilo de lo que se piensa, por eso escribió sobre Louis Wolfson y no sobre Raymond Roussel), definía la literatura como “la invención de otra lengua dentro de la lengua”. Pues así se puede definir el proyecto de Martoccia. Por momentos, Caravana parece escrito en un español de traducción. Pero no bajo el modelo de la imitación, de la influencia pulp de la mala versión, ni mucho menos con la neutralidad comercial del español internacional tan caro a los premios literarios, sino como la búsqueda de un idioma que todavía no se inventó. Como la pesquisa de lo que fatalmente el lenguaje no alcanza a expresar. En la primera página, ya informa de esa insuficiencia: “Traduje la frase que había escrito y soporté el usual comentario: ‘Time y weather son la misma palabra... Qué poco vocabulario tiene el castellano’”. Caravana está escrito en un castellano descentrado, como si hubiera pasado por el inglés para volver al castellano argentino, pero manteniendo las marcas de cada etapa. La memoria de cada lengua.