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Cauteloso con el infiel y sospechoso del extranjero

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G20. El príncipe Bin Salmán impulsa el protagonismo del reino en el grupo. | afp

Lo que es hoy Arabia Saudita encaró desafíos internacionales desde las décadas previas a su fundación en 1932, debiendo tratar y enfrentar a las potencias regionales como el imperio otomano, y mundiales como Gran Bretaña. En los últimos 90 años, estos desafíos se multiplicaron, y el rol internacional  de este miembro del G20, se potenció.

La formación del Estado saudita se debe, como dice el historiador David Fromkin, a la labor de un hombre fuerte más que a una legitimidad milenaria. Así, el reino lleva el nombre de Abdulaziz Ibn Saud, el primer gobernante dinástico que unificó los varios principados esparcidos por la península arábiga. Su principal rival en la península, Hussein Ibn Ali, quien había sido designado Sharif y Emir de la Meca por los otomanos en 1908, inició el levantamiento árabe contra los otomanos, y en 1916 –con acuerdo de los británicos que lo apoyaban–, fue proclamado rey de los países árabes, pero solo reconocido como rey del Hejaz, la región sobre el mar Rojo, que contiene a las ciudades sagradas de Meca y Medina. El sueño de una nación árabe unificada de Hussein Ibn Ali fue destruido por el acuerdo Sykes-Picot, que convirtió a los territorios árabes en protectorados británicos (Transjordania e Irak) y franceses (Siria y Líbano). Años después, ya sin el apoyo de los británicos, Hussein Ibn Ali abdicó su título de rey, y el Hejaz fue conquistado por Ibn Saud en 1925. A pesar de sus éxitos militares, y contra la opinión de muchos de sus seguidores, Abdulaziz Ibn Saud demostró prudencia al no avanzar sobre los protectorados británicos de Transjordania e Irak. 

Otro ejemplo de interacción con una potencia mundial fue en 1945, cuando Abdulaziz Ibn Saud acordó con Franklin Roosevelt –sobre el buque Independence en aguas del Golfo Pérsico– que Arabia Saudita daría  petróleo a EE.UU., mientras que EE.UU. garantizaría su seguridad. Este acuerdo rige hoy luego de siete reyes y doce presidentes. 

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Al describir la manera de actuar de Arabia Saudita a nivel internacional, el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger escribió en 1982 que, existiendo una devoción religiosa musulmana y puritana, el saudita es cauteloso con el infiel y sospechoso del extranjero. Por eso, trata de protegerse mediante la distancia, y por ello parecen retraídos, impenetrables y desprendidos.  A su vez, Kissinger destaca una sensación de vulnerabilidad de un país inmensamente rico, que no puede asegurar su seguridad solamente a través de su riqueza, ante vecinos codiciosos. 

Un gobernante importante fue el rey Faisal (1964-1975), de quien Kissinger escribió que combinaba intensidad religiosa con astucia diplomática. A su vez, tenía la gran habilidad de posicionarse exactamente en el  ojo calmo del huracán, sin olvidar jamás las tormentas que giraban en torno a él.  Habiendo experimentado la volatilidad de la política norteamericana, siempre se cubría en sus apuestas, todo lo posible en favor de los EE.UU., pero no si esto implicaba arriesgar los intereses de su país. Bajo su liderazgo, se materializó una revolución en la economía mundial y se conmocionó  el equilibro del poder mundial, al facilitar el primer shock del petróleo de 1973. Esto convertiría a Ryad en un jugador global destacado y miembro clave de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

En su importante rol internacional, Arabia Saudita se ha movido entre tres polos, según Kissinger: una estrecha amistad con EE.UU.; un profundo sentido de lealtad árabe; y su percepción de las amenazas externas. Aunque busca cumplir estos tres objetivos, a veces, existen conflictos entre los requerimientos para alcanzarlos. En el ejemplo de Irán, hay una gran rivalidad desde la toma de poder de los ayatolas chiitas en 1979, que lo acerca a EE.UU., a los países árabes sunitas, y que afecta su seguridad. Por otro lado, apoyó la primera invasión de Irak en 1991 liderada por EE.UU. –porque Irak amenazó su seguridad, y hubo apoyo árabe–, pero no la segunda en 2002 –que fue ilegal por parte de EE.UU.–  y que hubiera afectado su imagen ante los países árabes.  

En este contexto el caso de su relación con Israel es complejo, aunque con intereses compartidos. En cuanto a seguridad, ambas enfrentan el reto proveniente de Irán. Y ambas tienen profundas relaciones con EE.UU. Las diferencias se manifiestan en los temas que afectan la lealtad de Ryad con las causas árabes. Así, el establecimiento de un Estado palestino es un tema con apoyo popular en Arabia Saudita, y Ryad ha apoyado financieramente las guerras contra Israel en 1967 y 1973. También participó en el boicot de la liga árabe a Coca-Cola entre 1968 y 1991, por vender su producto en Israel, lo que benefició a Pepsico en la región. A pesar de esto, el príncipe Fahd propuso en 1981, un plan de paz Árabe-Israelí de ocho puntos, demostrando voluntad para resolver el problema, pero reflejando a rajatabla el punto de vista árabe. Israel rechazó este plan inmediatamente. Para Ryad, el reconocimiento de los dos Estados –Israel y Palestina– es fundamental para establecer relaciones con Israel. Sin embargo,  Arabia Saudita no ha criticado los acuerdos de Abraham para establecer relaciones entre UAE e Israel, o el establecimiento de relaciones de Israel con países árabes como Jordania, Egipto o Marruecos. 

La reacción de Arabia Saudita ante la invasión rusa de Ucrania, ha mostrado conductas más autonómicas de Ryad, evidenciando diferencias con EE.UU. Como la mayor parte de los países árabes, Arabia Saudita condenó la agresión rusa en la ONU, pero no apoyó sanciones económicas a Moscú. Además, Ryad ha dejado claro que su interés está enfocado en mantener relaciones fuertes con su principal socio en materia de seguridad (EE.UU.), su principal socio económico (China), y su principal socio en la OPEP+ (Rusia). En cuanto a Moscú, Arabia Saudita ha invertido –luego del comienzo del conflicto en Ucrania–, en firmas de energía rusas como Gazprom, Rosneft y Lukoil. Y en octubre de 2022, la OPEP+, liderada por Moscú y Ryad, anunció planes para reducir la producción de petróleo, para mantener alto su precio, lo que benefició a Rusia e indignó a EE.UU. En términos de seguridad, Rusia, con su presencia en Siria, ha vuelto a ser un jugador en el Medio Oriente, por lo que Ryad busca tener relaciones cordiales con Moscú, y estar al tanto de sus iniciativas en Irán, incluyendo actividades nucleares. 

En el caso del conflicto ruso-ucraniano, Arabia Saudita se ha desviado de su tradicional conducta, porque según Kissinger, Ryad había sido sumamente hábil y astuta, maniobrando para evitar estar en el frente de las confrontaciones, aún cuando sus recursos las hayan apoyado. 

*Especialista en Relaciones Internacionales.  Autor del libro “Buscando Consensos al Fin del Mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027)”.