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vacios

Cero a cero

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La Guerra Fría, por ser fría, se libraba en todo tiempo y en todo lugar, no solamente en los tiempos y en los escenarios bélicos. En razón de esa frialdad, y a la vez para garantizarla, esa guerra se peleaba en los viajes al espacio, en partidas de ajedrez, en despliegues de perfección gimnástica, en talentos para el piano, etc., etc., etc. La guerra era, como ya se sabía por Von Clausewitz, la continuación de la política por otros medios; pero la vida misma era, a su vez, la continuación de la guerra por otros medios, y en verdad, por todos los medios: todo era, en el fondo, guerra. Guerra de nervios, además, como insinuara Tsun Tzu: mantener uno la calma y enervar al enemigo.

Esa era mayormente pasó, terminó la Guerra Fría. Como un remanente de ese pasado, sin embargo, la otra noche en Pyongang hubo un partido de fútbol entre Corea del Norte y Corea del Sur, por las eliminatorias asiáticas para el mundial de 2022. El partido no tuvo público: ni visitante (como aquí) ni local. Ni prensa ni delegaciones. No fue transmitido por televisión. Tampoco hubo casi información de cómo iba, de qué estaba pasando. Decir que se jugó a puertas cerradas parece insuficiente. Habría que decir que se jugó a puertas herméticamente cerradas; o a puertas y ventanas y techos cerrados; habría que decir que el partido fue envasado al vacío.

Para expresar ese vacío, y tal vez para consolidarlo, empataron cero a cero.

Alguna vez Borges y Bioy imaginaron un partido de fútbol que en verdad no se jugaba, que se fraguaba solamente en la ficción de una transmisión radial. Aquí ocurrió claramente lo inverso; el partido se jugó, sin que nadie lo transmitiera. ¿Cuál de los dos, en última instancia, es el más inexistente?

Entretanto se han visto confirmados sin duda alguna los convencidos de que el fútbol sin gente no es fútbol, y los convencidos de que el socialismo en un solo país no es socialismo.