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nuevo orden mundial

China non stop y el oso ruso

Beijing y Moscú avanzan paulatinamente en la construcción de un esquema de poder global distanciado de la tutela de Washington, con eje en la participación de ambas potencias.

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Madrid, estación de Abroñigal, 9 de diciembre. El morro verde de una locomotora diésel eléctrica se asoma a la última curva y frena, agregando al sordo bramido de sus motores el chillido de la tremenda fricción que detiene la formación de cuarenta vagones cargados con ochenta contenedores. La presencia en la terminal de la intendenta de Madrid, Ana Botella, junto a funcionarios chinos, se justifica por el hecho de que el carguero ha recorrido 13.052 km desde Yiwu, en China, hasta la terminal de Madrid. El trayecto más largo de la historia cubierto por un tren, una distancia mayor a la que separa a los polos.

El vínculo por riel reduce a la mitad el tiempo de transporte de carga entre China y España respecto de la vía marítima. Y el tren produce 62% menos de dióxido de carbono que un camión para el mismo trayecto. El tren cambió de maquinista cada vez que, en su viaje de 21 días, atravesó las fronteras de China, Kazajstán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania y Francia.

La carga eran artículos de librería y papelería, artesanías y adornos de Navidad. Yiwu, situada en la provincia oriental de Zhejiang, es sede del más grande mercado mayorista de pequeños artículos de consumo del mundo.

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La llegada del tren a Madrid se inscribe en una lista de múltiples acciones concretas que indican una decisión política de “entrar” a Occidente a través de Asia central, expresión de los dichos de Beijing relativos a la recreación de la legendaria Ruta de la Seda, evocadora de las caravanas de Marco Polo, y de otros capítulos de la historia del comercio entre China y Europa.

La Ruta se complementa con el llamado Collar de Perlas, nombre que –como muchos otros– es característico de los chinos, quienes suelen describir poéticamente estrategias de contenido crudamente comercial y estratégico, como este último caso, que alude al establecimiento de una ruta marítima segura, con puertos y bases navales, a través del mar de China, el estrecho de Malaca, el océano Indico, el Golfo Pérsico y finalmente el Mediterráneo. Un “collar” que no busca ceñir el cuello de alguna belleza oriental sino crear puntos de apoyo que sirvan de recalada y auxilio a una flota militar en constante crecimiento y puntos logísticos y plataformas de distribución para su comercio exterior.

En el caso de las dos imágenes, tranquiliza que tengan un contenido menos drástico que algunas consignas de la época de Mao Zedong, que alentaban a la juventud a generar miles de flores y primaveras, y que fueron el preludio de la famosa Revolución Cultural.

Días después de la llegada del tren a Madrid, se desarrollaba en Nanking una ceremonia en recordación del horror, 77 años atrás, de la Masacre de Nanking, genocidio de 300 mil niños, mujeres y hombres chinos a manos del invasor japonés. El acto no fue casi cubierto por los medios occidentales. Algunos diarios angloamericanos lo hicieron, pero disminuyendo la cifra de víctimas, como si el número fuera un modo de exculpar un mismo horror. Penoso. Sobre todo si se lo vincula con el triunfo del premier japonés, señor Shinzo Abe, en las elecciones celebradas hace unos días, en las que resalta el dato de que la única circunscripción en que tanto él como su partido fueron derrotados fue Okinawa, isla que alberga a una grandísima base naval norteamericana con una dotación de 40 mil hombres.

Regresando a Beijing, no se puede dejar de mencionar la inauguración de la sección media del Acueducto Sur Norte, equivalente moderno del excavado en la época de la dinastía Qing, suerte de gran zanja. Esta portentosa obra de ingeniería civil cuyo tramo medio se puso en servicio sin mayores actos o celebraciones será, una vez completada, el mayor acueducto del mundo. Ya representa un aporte decisivo para asegurar la provisión de agua a vastas regiones del norte de China y agregar aprovechamiento a tierras de cultivo penoso y bajo rendimiento. Al llegar a Beijing, este canalizado del río Yangtze volcó parte de su caudal en una planta de tratamiento inaugurada coordinadamente para proveer de ese vital insumo a la ciudad capital. La extensión de uno de los tres grandes tramos de esta colosal obra, iniciada en diciembre de 2002, es de 1.432 km e incluye secciones en túnel, la elevación del nivel de 54 diques de 14 a 176 metros y la formación de un lago de 29 billones de metros cúbicos.

Mientras China aumenta su presencia e influencia mundiales y moderniza y amplía su infraestructura, otra potencia regional resalta por otros motivos pero sugerentes coincidencias.

En dos oportunidades durante este diciembre, Vladimir Putin quiso expresar con claridad sus puntos de vista sobre la escena mundial y los intereses de Rusia.

La primera fue en el XI Encuentro Internacional de Valdai, cuyo tema fue: “Orden mundial, ¿nuevas reglas o juego sin reglas?”. Putin expresó allí que Rusia no compartía el criterio de que la continuada injerencia norteamericana en los asuntos mundiales debería aceptarse como una prerrogativa indiscutible, cuando en realidad era una política conflictiva, nociva y peligrosa. En la segunda oportunidad, en su conferencia de prensa del 17 de diciembre, afirmó a los 1.257 periodistas reunidos en el World Trade Centre de Moscú: “Los EE.UU. se creen un imperio y quieren que seamos sus vasallos”. Se celebra el aniversario de la caída del Muro de Berlín pero, mientras, ellos construyen nuevos muros, porque ¿qué otra cosa sino un muro es la expansión de la OTAN hacia el Este?”. Y luego: “Occidente quiere que el oso se quede sentado y tranquilo comiendo miel, mientras intenta encadenarlo, arrancarle los dientes y las garras y luego embalsamarlo”. Y también: “Hemos probado abrirnos a Occidente y hemos sido rechazados”.

Rusia, para Putin (aunque probablemente no sólo para él) sería un país europeo y asiático no integrado a Occidente. Esta definición cuadra con algunas posiciones de Moscú y Beijing que tienden a configurar el boceto de un esquema de poder distanciado de la tutela de Washington con eje en la participación de Rusia, una potencia cristiana (no dejaremos de insistir en este rasgo frecuentemente escamoteado de los análisis) y bicontinental (ya que es europea y asiática); y otra: China, laica, asiática y continental.