El cambio de orientación en el viento de cola inquieta al populismo de América Latina. Los efectos negativos que podría acarrear en ese espacio de la política si sopla con la misma intensidad que lo hizo durante una década en la economía para elevar a valores extraordinarios las principales commodities de la región es la especulación que alimenta preocupaciones.
Fundadas también en el cambio de agenda de prioridades de la opinión pública en la que militan porciones de la sociedad en apariencia beneficiadas por gobiernos donde la calidad institucional es descripta como un obstáculo a la marcha indetenible de su obra.
Una peligrosa asimilación filosófica con dos representaciones rechazadas con espanto y atribuidas a sus opositores: el fascismo y el mercado. José “Pepe” Mujica fue el primero en advertir sobre el riesgo latente del nuevo escenario. “Temo por la institucionalidad en la Argentina” fue la alambicada metáfora elegida por el senador y ex mandatario uruguayo.
El malestar con la elección del nuevo presidente otorga otra connotación al pedido de aguardar el resultado de las elecciones legislativas de hoy en Venezuela antes de analizar sanciones en el Mercosur al gobierno de Nicolás Maduro que Dilma Rousseff formuló a Mauricio Macri.
La presidenta de Brasil encarna la transición entre el paradigma populista y el que proponen como ola de cambio los centros financieros para hacer viable, y especialmente predecible, al capitalismo en Sudamérica: la lucha contra la corrupción a la que Macri promete adherir sin escalas.
Tal vez sea otro motivo de interés para escucharlo entre el poderoso empresariado de San Pablo que lo recibió después de la recepción en Planalto. El Bovespa viene acompañando con alzas en sus papeles la posibilidad de un juicio político a Dilma que analizará en los próximos noventa días el Congreso.
Contexto donde la controversia por el traspaso presidencial y las tensiones entre el gobierno electo y el saliente por las medidas adoptadas a última hora adquieren una dimensión que trasciende la del lugar para la entrega de la banda y el bastón como atributos de mando.
Interés. Ese protocolo endemoniado forma parte de la estrategia de Cristina para promover una gesta capaz de revertir el largo proceso de decadencia del populismo iniciado por su reelección en 2011 con el 54% de los votos: entorpecer la consolidación de la nueva administración en el Estado para demorar la puesta en práctica de cualquier iniciativa que afecte sus intereses una vez fuera del poder.
No deja de ser una paradoja que ella sea la única candidata a liderarla, como les dejó en claro a los gobernadores del PJ. A ellos les envió Máximo un mensaje en la asunción como diputado. Juró por los que no aflojan.
Es lo que esperan los Kirchner. Que sostengan a Héctor Recalde como jefe de los diputados y a Ricardo Echegaray como delegado en la Auditoría General de la Nación. Y que cedan protagonismo absoluto en el PJ a Cristina, pero también a Daniel Scioli. Un extraño premio al mérito de la conversión política experimentada en la campaña que lo condujo a la derrota.
Aunque no en la visión del kirchnerismo. En la presidenta y el gobernador salientes se reconoce una significativa porción de la sociedad que no optó por Cambiemos. Que el precario factor de unidad sea que sus figuras puedan evitar que se repita en las elecciones legislativas de 2017 la instancia de 2013 da una idea de las dificultades del Frente para la Victoria.
El triunfo de una versión exitosa y amigable del peronismo con la nueva administración coronaría la renovación dirigencial en la que ya trabajan Juan Manuel Urtubey y José Manuel de la Sota. Sergio Massa es el fantasma que se agita en el activismo desplegado en la provincia de Buenos Aires por el gobernador de Salta y el dirigente cordobés.
Una oferta amplia, plural y de centro es la que imagina Massa, pero también María Eugenia Vidal, para enfrentar a Cristina y Scioli como eventuales candidatos a senador y diputado nacionales. No es la única coincidencia del líder del Frente Renovador y de la gobernadora electa.
Margarita Stolbizer es otra. Por diferentes motivos, la dirigente del Frente Amplio Progresista permite a ambos escapar a la lógica de la ortodoxia partidaria y avanzar sobre un potencial voto radical sin liderazgo visible en territorio bonaerense.
El factor Provincia. Los prejuicios de Stolbizer añaden complejidad a una tarea que no es sencilla: la aceleración que Massa imprime a sus movimientos frustró hasta ahora la presentación conjunta de una agenda legislativa. El límite de Macri interpuesto con Vidal sufrió ligeras variantes con la llegada de una dirigente de confianza de Stolbizer, Danya Tavela, a la Subsecretaría de Políticas Universitarias. Dependerá de Esteban Bullrich. El ministro de Educación es del riñón del presidente electo. La urgencia, sin embargo, no es de Massa. Pero sí de Vidal.
Carece de una figura de prestigio para neutralizar la postulación a senador de Jorge Macri. La supresión del cargo de jefe de Gabinete fue la salida elegante que halló la gobernadora electa para no tener entre sus ministros al titular del PRO bonaerense e intendente de Vicente López
Néstor Grindetti tiene la misión de contenerlo. El intendente de Lanús ya abrió contacto con su vecino de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, alrededor de quien orbitan los de Esteban Echeverría (Fernando Gray), Almirante Brown (Mariano Cascallares), Hurlingham (Juan Zabaleta), Malvinas Argentinas (Leonardo Nardini) y Merlo (Gustavo Menéndez).
La presentación del gabinete provincial en Lanús es un gesto de Vidal hacia Grindetti: tal vez la puerta de ingreso a un diálogo con el sector menos dogmático de los jefes territoriales del peronismo bonaerense que aspiran a tener voz y voto en las transformaciones del gobierno bonaerense. Pero también en el debate pendiente en el PJ. La defensa cerrada del modelo que postula Cristina o una adecuación a un nuevo tiempo que ya transcurre en la política.
*Analista político.