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laberinto sanitario

Codicias 'urbi et orbi'

La pospandemia ya se vislumbra: se acentuará la desigualdad al interior de los países y entre ellos.

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Codiciado elixir. | Pablo Temes

Con el transcurso del tiempo, la pandemia empieza a mostrar realidades contrastantes. A diferencia del año pasado, cuando constituía un hecho devastador que afectaba a todos los países y regiones de manera más o menos similar, ahora exhibe dos registros: el de las naciones desarrolladas, que poco a poco parecen dejarla atrás, y el de las subdesarrolladas, que atraviesan la peor parte de la enfermedad.

Esta evolución no clausura, sin embargo, la incertidumbre. Nadie está a salvo ante la amenaza de nuevas cepas de peligrosidad imprevisible. Sin embargo, eso no impide vislumbrar el horizonte pospandemia, cuyo sesgo económico y social no será novedoso: la desigualdad, al interior de los países y entre ellos, se acentuará, siguiendo la lógica que rigió el capitalismo en las últimas décadas.

La novedad sucedería si las consecuencias del covid obligaran a variar la perspectiva. Por cierto, el virus no provocó la inequidad, pero comienza a observarse que podría incrementarla hasta límites insostenibles si ciertos supuestos de la economía y la política liberales no se replantean. Antes que impugnar moralmente la injusticia, miradas lúcidas advierten acerca de la capitulación de Occidente ante China, con la consecuencia de mayor fragmentación, tensiones e inestabilidad global.

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Mohamed A. El-Erian, presidente del Queens College de la Universidad de Cambridge y ex asesor de Obama, planteó esta semana cómo el mal manejo del reparto global de vacunas está dañando la confianza en el sistema internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial. Más allá de las fallas en la administración de la vacunación en las naciones en desarrollo, el verdadero problema es otro: diez países han concentrado casi el 80% de las vacunas, según las Naciones Unidas.

Para contrarrestar este desequilibrio, que permite a las naciones ricas vacunar hasta niños de 12 años mientras millones esperan en la periferia, el denostado FMI estimó que aquellas que poseen grandes stocks podrían donar mil millones de dosis sin perjudicar sus prioridades nacionales de vacunación. También calculó, con pragmatismo, que una inversión adicional de 50 mil millones de dólares para fortalecer los esfuerzos de vacunación mundial generarían un beneficio económico de 9 billones.

El voto, modelo para armar

El-Erian sostiene que el sistema occidental les otorgó a los países centrales “enormes privilegios” a cambio de la creación y sostenimiento de bienes públicos, como una moneda de reserva internacional y el financiamiento significativo a las instituciones multilaterales. La prevalencia del capital financiero debilita la legitimidad del sistema desde la crisis de 2008 y ahora el acaparamiento de vacunas podría socavarla aún más, algo “que le vendría bien a China”, según este especialista.

En otro aporte en la misma línea, el profesor Kaushik Basu de la Universidad de Cornell, ex economista jefe del Banco Mundial y asesor económico del gobierno de la India, se desplaza del problema sanitario para enfocar la debacle económica que está desatando la pandemia y que, según él, tendrá severas consecuencias si la desigualdad que genera no es atendida desde ahora. Cita a nuestra conocida Kristalina Georgieva, que describe esta situación como “la gran divergencia”.

Antes de centrarse en el caso de la India, Basu puntualiza que las economías emergentes enfrentan un aumento de la deuda y algunas, como Zambia y Argentina, ya incumplieron pagos. Recuerda que en 2020, la economía de América Latina se contrajo un 7,7%; y las de Filipinas e India todavía más, cayendo 9,5% y 9,6%, respectivamente. El Banco Mundial calcula además que el covid puede haber empujado a 40 millones de personas en África a la pobreza extrema.

Es interesante cerrar este recorrido con la conclusión del notorio economista Nouriel Roubini, que mientras observa “una exuberancia irracional” en algunos mercados, advierte que la desigualdad entre estados y regiones que dejará el covid aumentará el riesgo de inestabilidad social, política y geopolítica en el futuro. La protesta social y el descrédito de la democracia en la región y el mundo, ya manifestada en 2019, lo confirman.

¿Cómo juegan las élites de la aldea, empecinadas en sus asuntos e indiferentes al mundo, con la codicia global? Podría decirse que son un espejo, aunque la imagen que devuelve es aún más pequeña y banal. Practican, lamentablemente, un egoísmo irresponsable e hipócrita. Con pocas excepciones, los políticos y los medios que amplifican sus disputas están lanzados a una lucha por el poder y las audiencias, subordinando el desastre sanitario a sus utilidades, más allá de los relatos.

El Gobierno juega una partida oportunista y peligrosa: aprovechándose del recelo geopolítico de Occidente, bascula entre las promesas de alineamiento y la complicidad con China y Rusia en temas sensibles como Israel y Venezuela. Especula que no obstante Estados Unidos y sus aliados le perdonarán la vida, y lo sumarán al “socialismo de los ricos”, aliviándole deudas e infidelidades.

Regresan los moderados

Mientras tanto, la oposición se extravía en sus bifurcaciones. Los moderados no terminan de hacer pie, acaso por la capacidad de los halcones para generar escándalos que ciertos medios, después de invertir millones, magnifican para rentabilizar sus auditorios. Como en tantos países, dos versiones contradictorias del mundo se relatan cada día, según el canal sintonizado. Es un “win-win” para los involucrados y una fuente inagotable de alienación social.

El final de esta columna pretende ser pedagógico, no moralista: compárese la situación de una médica de terapia intensiva con la de dos ex presidentes millonarios, empeñados en imponer sus intereses, digitar la historia y evitar la cárcel. Contrástense los recursos de la clase gobernante con la desesperación de los padres que no pueden alimentar a sus hijos. Y agréguese que el covid potenció estas injusticias hasta el escándalo.

Efectuado el ejercicio, no se considere la desigualdad, que es un fenómeno universal irrebatible, sino su escala, hoy fuera de control. La conclusión es que si la codicia no se modera, declinará aún más la legitimidad del sistema, poniendo en riesgo tanto los derechos como los privilegios.

Por eso, no serán los ideales, sino el afán de preservar sus intereses, lo que impulsará a las élites a encontrar la salida del laberinto sanitario, obligadas a aflojar la cuerda para retener el dominio. Con sabiduría histórica, el poder se reconfigura, nunca se suicida. Así en la ciudad como en el mundo.

 

*Analista político. Director de Poliarquía Consultores.