Boleto para Dujovne. Nunca imaginó, antes de ir al FMI y volver, cuando arreciaban versiones sobre su renuncia y estaba averiado en la interna del Gobierno –tan nervioso que le trastabillaban las palabras ante los medios–, el rédito personal que había logrado por invitar dos meses antes a la señora Lagarde a una cena en su casa. Nunca mejor gastado el dinero de los contribuyentes. Al menos para él, quien soportaba los daños de la corrida cambiaria con pronóstico reservado hasta que Macri decidió recurrir como solución final a la asistencia del organismo y galvanizó a su ministro de Hacienda como figura protagónica de la negociacion. Frágil mandato: junto a Dujovne también volaron su segundo, Galeani (quien ya dimitió al cargo por anticipado) y Llach por el BCRA, de quien el sistema financiero no guarda la mejor de las opiniones.
Justo es admitir que, previamente, Dujovne había logrado cierta consideración con el Presidente cuando le garantizó reducir un adicional de medio punto en el déficit primario; nadie sabe si por misterios de la contabilidad creativa, no pago de proveedores o recortes verdaderos. Igual Macri evitaba detalles: le servía la promesa para presumir y calmar a los críticos ortodoxos de su gestión.
Salvó el pellejo Dujovne. Nadie piensa que lo cambiarán en medio de la deliberación con el organismo internacional, al que le sobra plata y le faltan clientes. De ahí que a Lagarde también le vino bien la opípara cena en lo del ministro: no se vende este tipo de servicios del FMI con avisos en los diarios. Requiere habilidad en el trato, sumisión, ungüento en las alabanzas. Si uno desconoce estas características en Dujovne, en cambio no las ignora en la mujer: ese rentable felpudismo está documentado por su propia letra en cartas secretas a su ex jefe Sarkozy.
La coincidencia de intereses también exhibe interrupciones: el FMI deseaba avalar la economía argentina luego de las elecciones del año próximo, si es que las gana Macri. Sería un auxilio con cuatro años de perspectiva. Al revés del acuerdo que hoy se gesta con más límites en el tiempo y menos garantías para la política del organismo, ya que si el ingeniero no logra hacerse reelegir, temen una lluvia ácida (otra más) sobre su historial de asistencias. A ver si lo culpan por perderlas.
Pero Macri no puede esperar: se angustió con la corrida del dólar y las fantasmales derivaciones, un terremoto no previsto en sus cálculos; por lo tanto, prefiere enredarse ahora con el FMI y aguardar presuntos resultados positivos el año próximo. Tanto lo objetaban por llegar tarde a las medidas que en esta ocasión optó por anticiparse. Prevenir, como hace decir a la propaganda oficial. Esa urgencia no lo favorece en la negociación. Quizás no haya tanto dinero como requiere (de 30 mil a 20 mil millones), aunque siempre hay complicidades para engordar la cobertura, y lo más probable es que el tipo de acuerdo no sea diferente a los tradicionales stand by.
Existe un manual que el FMI debe respetar, aunque siempre encuentran resquicios (al Plan Austral, por ejemplo, le habilitaron una suerte de control de precios que era un sacrilegio en la entidad). Sí, tal vez le apresuren los trámites por la emergencia cambiaria y, en lugar de dos meses, le adelanten una Carta de Intención básica con un monto aproximado de préstamo más algunas condicionalidades. Quienes ruegan por esta decisión suponen que entre el lunes y el martes próximos podría divulgarse el documento. Vital balsámico para tranquilizar los mercados, frenar la velocidad de la crisis y la eventual extensión de la corrida.
Clave doble. Restan en esta etapa crítica dos cuestiones: el cumplimiento del compromiso y el respaldo de la oposición. Para la Argentina el último reembolso del FMI se aplicó el día que voltearon las Torres Gemelas. Como el país no cumplió sus compromisos, se acabó el suministro. Larga historia de juramentos burlados. O sea que habrá baile cada tres meses, una vez formalizado el acuerdo.
A esto debe sumarse el consentimiento opositor, ya que el entendimiento no requiere apoyo legislativo, pero las condicionalidades a ejecutar –previsionales, laborales, etc.– sí requerirán nuevas leyes. Existen tratativas en ese sentido con los adversarios políticos que los fuegos de artificio no logran distraer: el Gobierno se enfrenta con el peronismo por la cuestión tarifaria, o viceversa, arden de cólera en el recinto por una guerra fútil, Macri aseguró que vetaría cualquier imposición legislativa al respecto. Mientras, casi en silencio, la oposición le habilitó el Congreso al Gobierno para aprobar dos normas importantes en la misma jornada del reñidero (la ley de capitales y la de competencia). Nadie habla de esta complacencia ni de las transacciones que implican.
A su vez, los gobernadores suelen prestarse a los pedidos de Macri y hasta Cristina ha realizado la proeza de callarse frente a la negociación con el FMI. Por si no fuera poco, el influyente senador Pichetto hace pocos días produjo una declaración que ningún miembro de Cambiemos se atreve siquiera a repetir. Sostuvo que no se puede tener 10 u 11 millones de subsidiados por la asignación universal, quizás debamos observar fenómenos de países más desarrollados, como Finlandia, que han suprimido este tipo de plan sin controversias.
Son más fáciles de explicar estos ejercicios que otras contradicciones. Por ejemplo, Carrió endulzando la posible llegada del FMI cuando antes repudiaba por escrito una misión de ese organismo (visita de Anoop Singh) o el criterio del JPMorgan, que, en un mismo día, produjo tres expresiones diferentes: 1) El titular en la Argentina, diciendo que en la economía no pasa nada, que está todo bien. 2) Otro portavoz desde EE.UU. vaticinando un probable “desorden” el próximo martes con el vencimiento de las Lebac. 3) Suscribiendo un informe en el que se aconseja invertir en Lebac y no en dólares.
Puede agrandarse la lista de un voluntariado colectivo que reitera que el FMI será bondadoso con el país porque no desea que regrese el populismo. Olvidando que ese mismo concepto se aplicaba en tiempos de Alfonsín, cuando el organismo iba a apoyar al gobierno para que permaneciera la democracia y no volvieran las dictaduras.