Seis policías llegaron a desalojar. En menos de una hora, una dotación de cincuenta agentes, perros y gases dejaban un tendal de heridos. ¿Qué pasó en el medio? Pues eso depende de quién cubra la noticia y de cómo las agencias que “informan” se limitan a comprar artículos como latas de atún sin verificar nada, o a quiénes benefician con la mentira.
Ah, estoy hablando de una fiesta en Berlín, y no del Borda, perdón. Debería haber empezado por ahí.
Como en ninguna otra ciudad de Alemania conviven en Berlín las contradicciones de múltiples políticas en eterna colisión. Meca de artistas y de espíritus inquietos del orbe, cada vez que el monstruo agazapado muestra sus colmillos, Berlín vuelve a encender la llama. Desde el escándalo de corrupción por el aeropuerto trunco en Schönefeld, pasando por los episodios cotidianos de xenofobia, sin olvidar el negocio de desalojar vecinos en Friedrichshain para seguirle el paso a la especulación inmobiliaria, en Berlín se comprenden las batallas fundamentales del capitalismo contra lo que el propio sistema define como “el pueblo”. Y sus libertades.
La fiesta era de unos actores muy amigos. ¿Cómo no voy a creer en su versión? Sobre todo cuando es tanto más lógica que la del Berliner Kurier, dictada por algún sargento que metió la pata por no saber diferenciar entre proletarios inmigrantes e intelectuales aspirantes a burgueses escuchando música argentina en Wedding.
Algún salame supone que los vecinos no tienen derecho a festejar nada. La policía llega a poner fin. Los invitados siguen en el bar de abajo: está prohibidísimo festejar en privado, pero en público y pagando la tasa de alcohol que lubrica los ingresos del fisco, la cosa es diferente. Vaya ingenuidad: lo que querían los uniformados era que la gente saliera para probar la entereza de sus cachiporras en desuso. Otros vecinos salen corriendo para anunciarse como testigos oculares de la represión. La mejor alternativa es rociar a todos con gas mostaza para que nadie vea nada y pedir refuerzos y pastores alemanes. Cuando se dan cuenta de que la mentira está fuera de control y que los supuestos indocumentados son celebridades de la tele y la Schaubühne, la única vía de escape será la prensa basura: los policías declararon cinco heridos en sus filas (se habrán golpeado entre ellos, porque conozco a esos actores quebradizos y sensibles y dudo que sepan cómo infligir dolor) y adujeron que los invitados hacían la señal de Heil Hitler. La acusación de nazi está siempre a la orden del día, y la fecha se prestaba a la parodia: muy cerca del cumpleaños del Führer, pero mucho más cerca del 1º de mayo. ¿Una advertencia orquestada como espectáculo a la vecindad toda, cuando Berlín se dispone a manifestar una vez más por los derechos pisoteados de sus trabajadores y proletarios? ¿Un error en automático, producto de lanzar a la calle unos policías aburridos demasiado armados para vigilar que la gente mantenga cerradas puertas y ventanas? Lo del Borda no me sorprende para nada. El negocio es el que dicta la política.