Ayer, á las 10 de la mañana, se llevó a cabo en el teatro Colón un ensayo del servicio de incendios de ese Coliseo”, dice La Prensa del 11 de mayo. “Lo presenciaron el intendente, el secretario doctor Piñeiro Sorondo, el ingeniero Agustín González, el coronel Calaza y los miembros de la comisión administradora del teatro. Primeramente, se abrió la llave de la cañería directa, por donde pasa agua sin presión de las bombas... y que se extrae del caño que sirve para la provisión en los edificios altos de la Avenida de Mayo. El ensayo no dió resultado, pues cayeron algunas gotas con muy poca fuerza. De cualquier modo, esa cañería no se usará nunca, pues siempre se dará presión con las bombas del teatro... Luego se abrió la llave de las demás cañerías y durante dos minutos cayó sobre el escenario un verdadero diluvio...” Con mangueras facilitadas por el jefe del cuerpo de bomberos, se hicieron después las pruebas en el resto del teatro, pues las que se encargaron a Europa todavía están en la aduana. Para comprobar la presión del agua, se sacó una manguera á la calle y el chorro se elevó á una altura mayor de 25 metros. En resumen, puede decirse que el ensayo dio excelente resultado...” “El teatro –sigue luego el diario– está casi concluído. Faltan obras de decorado y otras accesorias, que no impedirán que la inauguración se realice en la fecha que está fijada. Las calles adyacentes se están pavimentando y el director de paseos procede á la formación de la plazoleta de la calle Viamonte ...”
El 15 vuelve el diario a describir el estado de la obra: “Centenares de obreros están terminando las obras del teatro Colón,” dice. “Las butacas de la platea se hallan ya en su sitio y, ayer, se ha ubicado la araña en la nave central; por la noche se hizo el ensayo de luz... la actividad que se despliega hace presuponer que nuestro primer coliseo estará listo para ser inaugurado el 25... Se ha contratado con casas especialistas la limpieza general y la colocación de alfombras en los pasillos y salones... Desde el domingo los coros hacen sus ensayos en el mismo teatro y se han comenzado a instalar en el escenario las decoraciones que ya se encuentran aquí, que son las de las óperas Aída, Gioconda, Tristán e Isolda, Rigoletto, Otello... El empresario llegará con la compañía el 21 en el vapor Tomaso di Savoi...”
La noche del lunes 25 de mayo se iba a producir la gran celebración de la fecha patria y la inauguración del nuevo teatro Colón. La Nación anunciaba esa mañana en la sección Teatros y Conciertos: “Con gran expectativa se ha recibido el anuncio oficial de la inauguración del Colón que se realizará esta noche. Se pondrá en escena Aída”. Los empresarios parecían no haber reparado en el comentario de aquella Caras y Caretas de 1905 respecto de que “Aída será siempre el tipo de la gran ópera italiana: espléndida, pomposa y opulenta, como hecha á la medida para inaugurar fastuosamente una temporada de fuste, pero... el público la ha oído mucho, mucho... una obra maestra que tiene el defecto de haberse vulgarizado por la influencia de sus mismas virtudes...” Porque Aída no sería representada esa noche sólo en el Colón, en el Politeama, a la misma hora del mimo día, el público tendría... ¡Aída!... Pero la Opera, luchando contra la intromisión del coloso que se inauguraba esa noche y que, sin duda, haría que su escenario se tuviese que retirar a un segundo plano, se anticipó a ambas Aída poniendo en escena, la noche del 24, a Madama Butterfly, “partitura que sin poseer la fluidez melódica, natural y agradable de La Bohème”, dice La Nación del 25, “puede considerarse muy superior á Tosca y comparable á Manon del mismo autor, por su escritura suelta, equilibrada, y sobre todo, por su vida y movimiento...”. Gran esfuerzo el de la Opera, pero no podía competir en el interés general con la apertura de este nuevo teatro que, según La Prensa del 27 de mayo no sólo “marca una fecha notable en los anales sociales de Buenos Aires”, sino que hace que “el San Carlo de Napolés y la famosísima Scala de Milán tengan un competidor digno é impensado”.
A las ocho de la noche, sigue La Prensa, “una gran masa de público se hallaba frente y en las inmediaciones del Colón presenciando la llegada de los lujosos vehículos que conducían á los concurrentes. La entrada del teatro deslumbraba desde la marquise que se había levantado hasta la calzada. Grandes cortinados y alfombras punzó cubrían las paredes y las escalinatas de mármol del hall de accesos. ...Una doble fila de granaderos hacía calle hasta la entrada esperando la llegada del Presidente de la República...” La Nación del día 27, sin negar el entusiasmo de la gente ni el lujo de la decoración, narra esa entrada con mayor severidad: bajo el título Un teatro inaccesible relata que “Llegar en carruaje a la puerta del Teatro Colón la noche del lunes resultó obra de romanos, gracias a la combinación de inepcias, imprevisiones y descuidos tanto de la autoridad pública como de la administración del teatro”. La culpa la tenía el estado de la calle Libertad, acceso a la puerta principal del Colón, “intransitable por la remoción de pavimento que se le estaba haciendo”. No tardó mucho en generarse un gran caos de tránsito. “La policía –puntualiza el artículo– dispuso que los coches entrasen por la calle Tucumán y desplegó sus agentes de manera que cerrasen todos los otros accesos. Los coches se aglomeraron en las calles Córdoba, Talcahuano y Lavalle. En las dos últimas hasta Cerrito se formó un bloque de carruajes, automóviles y tranvías. No había un solo agente que dirigiese en ese momento el tráfico. La masa de vehículos se inmovilizó por más de una hora. Con decir que a las 10 de la noche llegaban todavía familias al teatro se tendrá una idea de aquel desorden. Para completar las delicias de la noche, duró la función hasta la una y media de la mañana, y se repitió a la salida de la concurrencia algo parecido a lo que había sucedido a la llegada, a causa de las dificultades del acceso de los carruajes.”
La Prensa continúa su narración diciendo que “El Presidente llegó á las 9 y pasó á ocupar el palco oficial. La concurrencia lo aplaudió y la orquesta ejecutó el himno nacional, que fué obligada á repetir ...Los palcos, platea, cazuela, y demás galerías, como asimismo la entrada y los pasillos se hallaban totalmente ocupados...”. Después de describir a una buena parte de la concurrencia (señoras y señoritas de las plateas y los palcos bajos), el diario comenta: “No sabemos si era la novedad de la primera noche, pero se notó en toda la sala un ambiente de libertad, despojado del estiramiento y etiqueta rígida de otras salas...” Pero si alguien leyó La Razón la tarde anterior, es decir, el 26, encuentra que las cosas iban más acorde con el tono de La Nación. Comentaba La Razón: “Se ha inaugurado anoche el teatro Colón… la compañía… había llegado el 22 último, por lo que era materialmente imposible organizar un espectáculo digno de un teatro de primer orden. …se debía inaugurar el nuevo teatro en el día de la fiesta patria… la empresa, con ‘cualquier cosa’, como generalmente se dice, hubiera dado función; la cuestión era salir del paso y seguir adelante. …los resultados artísticos de la primera representación, no pudieron ser más elocuentes: aquello no pasó de una Aída menos que mediocre ... La presentación escénica… resultó regularmente aceptable. Son los ejecutantes, los… que no han satisfecho en absoluto las exigencias del público… la orquesta, aunque no muy numerosa, fue la que… se hizo acreedora de los elogios del público...”.
En cuanto a la ejecución de Aída esa noche, La Prensa acompaña a la crítica de sus colegas: “El apresuramiento aportado en la representación de la organización inaugural del nuevo teatro Colón”, dice, “ha traído, como consecuencia lógica, que la función adoleciera de sensibles deficiencias. Hubiera sido de desear que la parte artística fuera digna de la magnitud del recinto y de la importancia á la cual aspira. En lugar de esto, hemos tenido una Aída en muchos puntos inferior á la que tuvimos el año pasado en el Coliseo Argentino, con la misma protagonista, señorita Crestani, el tenor Zenatello, Amato y la Cucini. No nos toca averiguar cuáles fueron las razones que ha tenido la empresa, ó los inconvenientes con que haya tropezado, para dar una función de menguado valor artístico, con elementos secundarios de la compañía. El crítico no tiene por qué averiguarlo, tanto más cuanto que el público establecía fácilmente por su cuenta propia paralelos, por cierto abrumadores...”. Para completar las críticas, La Nación del 27 agrega: “La acústica resultó precaria... La causa principal está sin duda en algunos fenómenos de interferencia, en la grandeza del hemiciclo de la sala y en la altura y profundidad del escenario, todo lo cual es propicio para la dispersión del sonido. Pero no hay que olvidar que se trata de una sala construida recientemente y en este sentido sólo podrá ser mejorada con el tiempo y con el uso”. Termina disculpando la “indigencia” de la representación de Aída por “los inconvenientes extremos que se han tenido que vencer para poder inaugurar el teatro en la fecha perentoria de la fiesta patria”. La Razón tiene algo bueno para agregar: “Las masas corales disciplinadas y la orquesta, aunque no muy numerosa, fueron acreedoras de los elogios del público. El maestro Macinelli demostró ser el director de gran fama: dio matización, colorido admirable á la ejecución orquestal hasta en los menores detalles. Si corresponde, repetimos, un elogio sincero á la representación de anoche es al maestro Luis Macinelli, al que fueron tributados varias veces aplausos...”
*Autoras de Buenos Aires antes del Centenario, 1904-1909, de Editorial Sudamericana (2010). Extractos del Cap. 5: “1908: la bandiera del paese mio”.