Ceremonia 2011. Alfonsín-Cobos en la interna radical y De Narváez-Reutemann en el PJ Federal. |
En el Reino Unido, una ley estableció en 1775 que las novias no podían maquillarse porque eso era considerado una trampa, haciendo que el matrimonio no resultara legítimo debido a que “el novio había sido atrapado con engaño”. Otra tradición inglesa establecía que la novia que vistiera una enagua blanca durante la boda se liberaba ella misma y liberaba al novio de cualquier deuda que hubieran tenido. No se sabe si Cristina Kirchner usó enagua blanca el día que juró como Presidenta, pero al menos usó vestido blanco. Y el maquillaje ha sido siempre su constante.
Tan prolíficos en tradiciones nupciales fueron los británicos, que a ellos debemos una costumbre que perdura en nuestros días. Es el ritual galés que disponía que tras la boda, los novios se retiraran por unos días a gozar de su intimidad, ver la luna y comer dulces (por entonces de fruta). De allí surgió la “luna de miel”, período que hoy está gozando la Presidenta y que no pudo disfrutar tras su asunción, cuando parecían acabados todos los dulces.
Al contrario, desde la Ley de Medios hacia aquí, el Gobierno saborea un creciente idilio con la sociedad, que tuvo su pico más elevado en el clima patriótico del Bicentenario –salvo que Argentina gane el Mundial de Sudáfrica– y lo lógico sería que comience a desinflarse progresivamente para depositarlo en las elecciones del año próximo en condiciones iguales o peores a las de las últimas, en junio de 2009. Es decir, un Kirchner que perdería el ballottage contra cualquier candidato del panradicalismo y algunos del Peronismo Federal.
Estos dos sectores aprovecharon la última semana antes del Mundial para dejar instalada en la agenda política post Sudáfrica sus reorganizaciones partidarias. Por un lado, Alfonsín y Cobos se comprometieron civilizadamente para elegir el candidato radical a presidente 2011 a través de una interna. Y por el otro, aunque menos orgánicamente, el Peronismo Federal juntó para la foto a referentes que parecían definitivamente distanciados, como Reutemann y Duhalde o De Narváez y Solá, comprometiéndose también a crear otra alternativa de gobernabilidad para 2011.
Mientras tanto, los entusiastas kirchneristas creen que un nuevo ciclo de crecimiento económico permitiría borrar la resistencia a votar por el oficialismo de la parte de la sociedad que les permita llegar al triunfo sin la temible escala del ballottage. Minimizan el descontento que la inflación genera y el aburrimiento que experimentan los ciudadanos de todo el mundo después de un segundo período. Un tercer mandato consecutivo no sólo de un gobierno sino de un partido se hace muy difícil aun con la economía creciendo, aquí o en Alemania.
Esa es la ventaja del radicalismo sobre el justicialismo federal, el que al autocalificase como federal evidencia que se trata de un tronco compartido con el peronismo kirchnerista. Quizás el aporte de Macri con su ecléctico PRO desperonice, pero nadie sabe si lo que pueda aportar en un sentido sea mayor o menor que lo que reste en otro.
En la hipotética situación de que la mayoría del electorado llegue a tener que dividirse en tres fuerzas –un peronismo oficial, otro peronismo opositor y un panradicalismo–, vale analizar qué aglutinaría a los votantes de cada espacio.
Desde esa perspectiva, también el radicalismo parecería salir beneficiado, porque más allá de lo gastadas y vaciadas de sentido que estén las palabras progresismo o derecha e izquierda, el Peronismo Federal se ubica naturalmente a la derecha del kirchnerismo (y más aún si sumara a Macri) mientras que el radicalismo queda posicionado en el medio de ambas polarizaciones peronistas. Ese medio ideológico debería permitirle ser receptor de mayor cantidad de identificaciones. Pero, como dice el proverbio: “La primera vez que me engañes será culpa tuya; la segunda será mía”. Habrá que ver cómo procesa cada sector de la sociedad las mentiras anteriores de cada espacio político y, a la vez, cómo éstos logran maquillarse.
No sólo comenzó el Mundial, también comenzó oficialmente la competencia electoral de 2011. Promete ser aún más competitiva.