Nos, los representantes de la clase burguesa y consumidora, solemos vivir bajo la ilusión de que el mundo es una góndola de supermercado. Es la imagen que le gusta ofrecer de sí al capitalismo: tenemos todo para vos, siempre y cuando puedas pagarlo. Internet es, en ese sentido, la más sofisticada máquina de replicar la dinámica capitalista: en apariencia lo contiene todo. Pero así como el sistema parece ofrecerse sin restricciones, castra a sus consumidores: traten de ser políticamente incorrectos en Facebook, traten de encontrar películas violentas o eróticas en YouTube, y después me cuentan. En la industria editorial la censura está más relacionada con los derechos de distribución y la rentabilidad. Si no existe un margen de ganancia asegurado, la oferta se reduce: hace tiempo que buscaba un ensayo de la escritora francesa Virginie Despentes (Nancy, 1969), Teoría King Kong. Finalmente, tuve que esperar a viajar a Barcelona para comprarlo. Despentes publicó la novela Baise-moi (la traducción española es Fóllame) en 1994, la historia de una prostituta y una actriz porno que se dedican a mantener relaciones sexuales con hombres para después asesinarlos. El libro dio origen a la película, que desató una polémica, fue censurada en Francia y pudo verse en el Bafici en 2001, pero que actualmente (volver a las primeras líneas de este texto) es casi imposible encontrar completa en la Web.
Hasta la aparición de Fóllame, Despentes había tenido una adolescencia punk, había sido violada a los diecisiete años, había trabajado una temporada en una casa de revelado de fotos y otras dos como prostituta en Lyon. Pero después de publicar la novela se transformó en un ícono del feminismo, y publicó dos ficciones más, Perras sabias y Lo bueno de verdad. Pero es en Teoría King Kong donde se permite narrar en primera persona su violación, los años que mantuvo sexo por dinero con clientes ocasionales, y reflexionar acerca de su experiencia como directora de cine, como estrella mediática y como referente del feminismo contemporáneo.
El libro es pura potencia desde las primeras líneas (“escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las histéricas, las taradas, las excluidas del mercado de la buena chica”). Despentes busca (y logra) poner de cabeza el discurso que el sentido común construye alrededor de temas como la violación, la prostitución o la pornografía. Así, reclama el derecho a ejercer la prostitución libremente (“prohibir su ejercicio en un marco legal adecuado es prohibir a la clase femenina enriquecerse y sacar ventaja de su propia estigmatización”) y la compara con instituciones como el matrimonio, en la que ve un contrato rentado mucho más opresivo para el sexo femenino; abomina del concepto de femineidad, esa mentira; y llama a las mujeres violadas a correrse del lugar de víctima para reconstruirse y ver en ese acto aborrecible lo que realmente hay: “un programa político masculino” de dominación.
Despentes se ocupa de desnudar las relaciones de poder entre sexos que, en contra de lo que se cree, no sólo no fueron superadas sino que son alimentadas desde el más alto nivel político: de mostrar cómo un dispositivo de dominación masculino sigue asignando roles y hace pasar por naturales mandatos culturales que señalan qué es lo que las mujeres pueden o no hacer para vivir en sociedad.