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Convivencia

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La anécdota es totalmente verídica. Sucede en un bar de Federico Lacroze y Cabildo, el domingo pasado a la noche. Dos señoras de cierta edad cenan y, entre bocado y bocado, hablan un poco, intercambian frases sucintas. Sobre sus cabezas, mientras tanto, como se estila en tantos de nuestros bares, hay encendido un televisor, con el volumen reducido a cero para no incordiar conversaciones. Entonces sucede: en la pantalla aparece una imagen de la Presidenta de la Nación. Una de las dos señoras la ve, con una parte periférica del ojo a las que no sé si llamar rabillo, dado que el televisor, como digo, no está al costado de ella, sino montado más arriba. De inmediato se consterna: “¿Por qué tengo que ver y escuchar esto?”. Su amiga o compañera de mesa le dice con perfecta calma: “Ni la ves ni la escuchás” (no le dice: “no la veas”, no le dice: “no la escuches”; le dice: “Ni la ves ni la escuchás”).

En la escena se produce así una especie de concentrado de verdad social del presente. La verdad de la saturación que unos cuantos viven o sienten, fatigados por un predicamento político que se les impone como un asedio y por ende les resulta un completo agobio. Pero también una verdad opuesta, o más bien complementaria, la de una cierta vocación de sentirse y de verse perseguidos y mortificados, la de una irritabilidad que empero no puede dejar de estar pendiente y hasta salir a buscar justo eso que, al instante, le provoca ahogo y enojo.

La señora, con todo, no ceja. Llama a la moza y le exige un perentorio cambio de canal, con el tono de quien emprende la salvación de la República. La moza le explica entonces que cambiar el canal no puede, porque lo que transcurre es el entretiempo de un partido de fútbol y hay alguno que ese partido lo está mirando. ¿Y quién es, concretamente, ese alguno? Ese alguno, concretamente, soy yo. Tiemblo entonces al pensar que esta señora tal vez me interpele. Si me hace responsable por la presencia en imagen de la Primera Mandataria, sabrá que yo no soy kirchnerista. Si busca entonces mi complicidad de antikirchnerista probado, sabrá que antikirchnerista yo tampoco soy. Y si de eso colige que soy neutral, independiente, indiferente, un desinteresado, se habrá equivocado de nuevo. Porque confieso que no me disgusta la lógica de amigo / enemigo, pero tiendo a pensar que ni aun en la crueldad de las guerras las posiciones a considerar son siempre dos y solamente dos.

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Por suerte para mí, sin embargo, las preguntas que la señora me dirige toman un rumbo bien distinto. Me pregunta quién es que juega. Le digo que Boca. Me pregunta contra quién. Le digo que contra Arsenal. Al rato me ve saltar y sacudir al aire los puños, y me pregunta gol de quién. Le hago saber que gol de Boca. ¿Y quién lo hizo? Lo hizo Erviti. La señora no se alegra, lo que me hace presumir que es de River. No obstante no dice nada, y la noche termina perfectamente en paz.