Cuando a mediados de los 90, Raúl Rodríguez estaba de vacaciones en Cuba, se quedó pensando mientras paseaba por el Malecón de la Habana. Observó las fachadas descuidadas y pensó en algo que no se le ocurriría a muchos argentinos en un momento así: “Tal vez puedo venderles la pintura para las paredes”.
A través de la embajada argentina anotó su empresa, Sinteplast, en distintas ferias. Se reunió con los funcionarios del Estado que deciden las importaciones. En algún momento tuvo una foto con Fidel Castro. Y luego de algún tiempo, en 1996 lo consiguió. Hoy, los hoteles Habana Libre o la cadena Riu en Varadero tienen su interior pintado con Recuplast, una de sus marcas más conocidas. La isla caribeña llega a representar algo así como el 15% de todas las exportaciones de una compañía que factura unos US$ 200 millones por año y si bien se enfoca en el mercado interno, abastece a países de Sudamérica, pero también a Israel e India.
El Gobierno llevó el miércoles el sueño de la salida industrial exportadora justamente a la sede de Sinteplast en el parque industrial de Ezeiza. La idea es que traer un dólar a la Argentina no dependa sólo de las locuras de un tipo que se va a la playa y flashea una exportación. Allí, en el acto del Día de la Industria, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, lanzó créditos a tasas blandas que buscan potenciar la producción de los sectores que generen o ahorren dólares de forma “genuina” (que exporten o sustituyan importaciones pero sin necesitar tanto insumo de afuera que anule el efecto). El combo ideal en este momento es que sea sin subsidios, porque el desafío de la recuperación albertista es doble: no hay divisas, pero tampoco caja.
Todo en un mundo picante para el comercio internacional. Poco mercado. Mucha competencia de mano de obra barata y robots. Ese marco te obliga a agregarle una solapa a la pantalla del desarrollo por venir. Los rubros más power en la inserción global (campo, minería, petróleo, software) tienen que poder emplear a una fuerza de trabajo que cada vez sale más cascoteada de la escuela secundaria y que en pleno tsunami tecnológico, además, nunca llega a subirse al bondi del primer empleo de calidad y sólo pedalea en la bici de la precarización.
Por eso, el Presidente sondea distintos planes de acuerdos por sectores. Lo seduce el “modelo SMATA” que en el caso más exitoso es el “modelo Toyota” de alianza entre una automotriz y el gremio de los mecánicos, que aceptó cambios en condiciones laborales para producir y exportar desde la planta de Zárate el 70% de lo que se fabrica. Sin coronavirus puede emplear 10 mil personas. Extrapolarlo a empresas sin japoneses y donde los productos no son una pick up top como la Hilux, te la regalo. El titular de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, habló de repensar el “ecosistema laboral”.
Nos habíamos dolarizado tanto. Mientras tanto, como se pueda, algún rebote hacia fin de año puede haber si no hay un descontrol que lleve a una nueva cuarentena estricta. Ya no hay default y hay más gente en la calle. Si se achica la diferencia entre el dólar oficial y los paralelos por un mes o dos y se convence a la gente de que hay algún horizonte, tal vez fluyan algunos de esos dólares raídos en cofres a transformarse en pesos que construyan o compren algo y la cosa se mueva al menos por un tiempo. Si no para la sangría de reservas, olvidate.
Y ojo, tal vez puede haber un guiño de ese mundo cruel. La tonelada de soja en el mercado de Chicago subió 10 dólares en la última semana a US$ 356. Muy lejos de los niveles récord de la época del déja vu 2003, pero si se alinean un poco los planetas, la astróloga amiga de Vilma Ibarra que lo ve a Alberto recuperador de las cenizas va a meter más congresos que Nouriel Roubini.
Porque con plata todo es distinto. “El dinero es energía, lo que importa es lo que hagas con él”, dice Alejandro Roemmers en una entrevista hermosa al medio español Expansión (https://bit.ly/3lWot8s). El heredero escritor del imperio farmacéutico afirma también que cree en “la espiritualidad de la abundancia, donde das amor y felicidad porque lo rebosas”. Buenos argumentos para el impuesto a las grandes fortunas que aún no tiene comisión asignada en Diputados.
Cualquier pronóstico es audaz. El clima de pandemia y malaria se enrarece cada día más. Los líderes de las dos fuerzas políticas dominantes son los Dementores de Harry Potter. Le chuparon la moderación a los sectores que venían sosteniendo el consenso antivirus. Crecen las acusaciones y las chicanas políticas entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, del Congreso a la Justicia, en persona o por Zoom. Dan ganas de mutearlos mucho a todos. Papelones cuando crecen los contagios y los muertos, la sociedad hace la suya y los médicos gritan “ayuda”.
En el caos nace un inesperado acuerdo político: el de la mano dura frente al delito, el gatillo fácil o las tomas de tierra. Todo se consagra en el altar simplificador de los grandes medios. El macrismo de Patricia Bullrich que avaló a un policía procesado por exceso en el cumplimiento del deber abraza con placer la llegada del nuevo kirchnerismo. Es que una parte del oficialismo pasó de los stencil con la cara de un desaparecido a un spot publicitario militarista de su secretario de Seguridad, Sergio Berni, el mismo día en que confirman la identidad del cuerpo de un joven presuntamente desaparecido a manos de su policía.