El poder desgasta a quien no lo tiene, suelen decir irónicamente los adictos al poder. Pero el ejercicio del poder no desgasta mientras toca repartir felicidades, y la situación actual del Gobierno es la de administrar un ajuste. En sólo un mes de ser Jefe de Gabinete, Capitanich se consumió gran parte de las expectativas que generó su nombramiento. ¿Qué quedará de él en marzo, cuando cumpla los cien días que inicialmente le dio de plazo la Presidenta para hacer un primer balance de su gestión y ver cómo siguen?
La infinita locuacidad de Capitanich, que comenzó siendo una señal de energía discursiva, poco a poco se va convirtiendo un un síntoma de mecanicismo oral propio de quien habla mucho para disimular que no dice nada.
Así como los cuerpos aceleran su velocidad de caída cuanto más se precipitan (la velocidad aumenta cuando el objeto disminuye en altura), en el ciclo final de cualquier gobierno los tiempos políticos se acortan y lo que antes se medía en años, se pasa a medir en meses. No habría que descartar que en sus últimos dos años el kirchnerismo precise más jefes de Gabinete que en los diez años que lleva acumulado.
Sabiendo está lógica del poder, es comprensible que la Presidenta sobreactúe las prescripciones médicas de reducción del estrés, aprovechando para mandar al frente a otros a pagar el costo político de una época en que no habrá mucho bueno que comunicar. Aún así, todo lo que consigue es reducir los daños sobre su imagen porque no es inmune a la pérdida de aprobación, como muestran las encuestas, donde volvió a caer despues que la noticia de su enfermedad la mejorara.
Todo proceso de enamoramiento de una parte de la sociedad con cualquier proyecto político tiene su etapa de desazón. Ya sea con “la democracia se come y se educa”, con la ilusión de una “Argentina de Primer Mundo”, o con el “modelo de matriz diversificada con inclusión social”.
Eso es inevitable porque cuanto más ilusiones crean, más se siente la frustración de no alcanzarlas. Y el kirchnerismo ingresó en la etapa de desazón, donde casi sin importar lo que haga de bueno hacia adelante, la suma de los efectos negativos acumulados por la sobreexpectativa le irán erosionando su aprobación paso a paso.
En su columna semanal, Ricardo Forster transmite la tristeza kirchnerista al quejarse del “bombardeo inclemente de una televisión que parece regodearse en las miserias humanas y que se deleita describiendo un supuesto escenario catastrófico en un país, así lo describen ad nauseam, sin brújula ni destino. Sortear ese envenenamiento cotidiano constituye, también, un modo de resistir a la desesperanza que buscan propagar por el cuerpo de la sociedad aquellos que siempre están listos para boicotear los proyectos políticos que intentan construir un camino de reparación y de igualdad social. El infierno de cada día como metáfora de una realidad que asfixia toda expectativa de transformación”.
No hay bombardeo que los medios pudieran realizar si el mensaje no prendiera en una parte de la sociedad. Si no, mermaría la audiencia y en un punto deberían tener que cambiar de línea editorial o su prédica sería inocua. Es la sociedad que está cansada de lo que además también puedan querer cansarla.
Es la hora del crepúsculo y que recién comienza. Capitanich caracterizado en la imagen que acompaña esta columna como los personajes de la saga cinematográfica homónima, podría ser apenas el protagonista de un capítulo de la larga marcha del kirchnerismo hacia finales del 2015.
Muchos meses en que la economía y la violencia serán protagonistas permanentes, confirmando que la extorsión de las policías provinciales y los saqueos pudieron ser el inicio de una escalada de conflictos.
En esta edición, PERFIL dedica su título principal de tapa a los pronósticos para 2014 de importantes economistas, reunidos en una mesa redonda, donde ninguno es alentador. Y la foto principal de la tapa a los vecinos de los barrios cerrados de la zona norte del Gran Buenos Aires, que para defenderse se arman con armas largas que disparan balas de goma, como los de la Gendarmería para reprimir manifestaciones, pero en estos casos para defensa personal. El título y la foto son dos temas diferentes pero su origen es compartido.
En la medida que las personas vayan perdiendo capacidad de compra y calidad de vida, el malhumor social será creciente. Y no habría que descartar dentro de pocos meses a un Capitanich que, habiéndose consumido su capital político, sea una metáfora no sólo de su crepúsculo sino del de todo el kirchnerismo.
Quizás luego llegue el turno de Uribarri y el sillón de Jefe de Gabinete sea como esas monturas de animales bravíos que eyectan a quienes se suben a ella y el éxito se mida en cuánto tiempo se pudo resistir sin caerse, pero nunca por evitar la caída.
¿Se anticipará el momento en que Scioli sea la última esperanza del kirchnerismo? Massa duró alrededor de un año como Jefe de Gabinete, ¿Capitanich algo menos y Urribarri o quien fuere algo menos aún? Sorprende el equilibrismo que ha realizado Scioli para seguir montando la silla más compleja del poder sin caerse y su capacidad para durar mucho donde otros sucumbirán a la brevedad. Y que Córdoba y Santa Fe no hayan podido contener los saqueos y las rebeliones policiales y el mucho más caldeado conurbano bonaerense se haya salvado de ese grado de furia. Pero esa construcción de Scioli podría derrumbarse con cualquier estallido en cadena.