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De campaña sucia a campaña suicida

Los dirigentes que se postulen para representar en las próximas elecciones a la Argentina moderada van a tener un desafío difícil y una oportunidad única.

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La pandemia. Hace un año había esperanzas de que el drama sanitario aportara un shock de madurez. Hoy todo parece valer en medio de la campaña. | Pablo Temes

Los dirigentes que se postulen para representar en las próximas elecciones a la Argentina moderada van a tener un desafío difícil y una oportunidad única.

El desafío es escapar de la seducción mediática de la grieta y de aquel votante que, de tantos años de consumir gritos, pide más gritos. La oportunidad es aprovechar el caldo de cultivo de una mayoría que, según las encuestas, está cansada del pensamiento mítico de los extremos.

El problema es que escapar a la tentación del rating no es fácil y que exponerse a corporizar un cambio de ciclo requiere del coraje de enfrentar a un establishment político que cree que gana con lo que hay.

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Acto. El Presidente es producto de la necesidad que tuvo uno de los extremos de postular una cara presentable para esa nueva mayoría social. Pero su discurso del 9 de Julio exhibió el problema de un dirigente que, siendo producto de esa necesidad, debe competir con la política establecida, con sus propias internas y con lo que los agrietados esperan.

El Día de la Independencia fue otra oportunidad perdida para simbolizar un quiebre de época. La chance perdida fue la de escenificar una racionalidad de quienes conducen para empatizar con la angustia social que provoca la pandemia, en un gran acto con gobernadores y dirigentes de todos los signos.

Es cierto que Alberto Fernández volvió a elegir el tono moderado de profesor universitario para recordar la historia. Sin embargo, no pudo dejar pasar la oportunidad de abonar al relato mitológico del Bien y del Mal. El Mal, claro, es la oposición.

Entonces, le pidió disculpas a Bolivia por el “armamento” que Macri habría envidado para apoyar el golpe y reprimir al pueblo. Podría haber dicho que la Justicia investigará esas denuncias, pero decidió dar por culpable a su antecesor. Con la lógica de que al Mal solo se lo puede reconocer y condenar, decidió ejecutarlo en menos de 24 horas. Que es la misma lógica sumarísima que aplican los que consideran que el Mal es él.

Parece de un infatilismo extremo. Lo es. El Gobierno trae a la campaña a Mauricio Macri como el Mal...

Balas. Que cada presidente argentino se postule como la encarnación del Bien frente al Mal anterior nos exhibe ante el mundo y ante nosotros mismos como un caso exitoso de fracaso. A prueba de resistir cualquier tipo de confianza sustentable en el tiempo.

Fernández completó: “Mi modelo no está en los que mandan balas de goma a Bolivia, mis modelos siguen siendo San Martín, Güemes y Belgrano. Nunca esperen de mí que firme algo que arruine la vida del pueblo argentino”. Y dijo que “la historia se repite y hoy hay muchos que no quieren que seamos libres y soberanos” y que a diario pelea “contra los que quieren ver a la Argentina arrodillada”.

También advirtió que “si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o un laboratorio, se equivoca, antes me voy a mi casa”. Aunque esa respuesta fue para Máximo Kirchner, quien un día antes se había preguntado: “Si un laboratorio nos obligó a cambiar todo el andamiaje legal, ¿qué vamos a hacer con el FMI?”.

Cuando el estilo de diálogo es el del enfrentamiento y el relato es el del acecho del Mal, hasta los propios pueden ser peligrosos.  

Días atrás, fue la vicepresidenta la que describió al monstruo macrista: “En el fondo no quieren a la Argentina, odian a los argentinos y no lo quieren decir, no se pueden ir porque ganan mucha plata y les conviene que todo siga mal”.

Para pesar de quienes creen que el ex presidente debería estar acá para frenar a “Argenzuela” y para alegría del resto de los opositores, Macri no competirá en las próximas elecciones. Así como el relato opositor necesita del protagonismo de Cristina Kirchner, el del oficialismo requiere que Macri siga presente en la campaña.

Es la forma que unos y otros encuentran para personificar la maldad y conseguir votos. Parece de un infantilismo extremo. Lo es.

Por eso Macri, además de ser el heredero de la dictadura, ahora se convirtió en un represor del pueblo boliviano, que odia a los argentinos y quiere ver a la Argentina arrodillada.

Lesa. El viernes, Gregorio Dalbón, el abogado de Cristina, anticipó que a Macri le podría caber la pena de prisión perpetua por el delito de lesa humanidad. La misma acusación por “lesa humanidad” hizo ese día el ex embajador del macrismo en China, Diego Guelar, pero denunciando a Fernández por las personas que mató al no comprar vacunas Pfizer.

La banalización de ese delito en un país que sí atravesó crímenes de lesa humanidad ejemplifica cómo la grieta consiguió degradar el debate público, a la clase política y al pensamiento crítico.

Así como para el Gobierno y una parte de la sociedad Mauricio Macri es el Mal, para Macri y otra parte de la sociedad, ellos son el Bien.

Eso es lo que cuenta el ex presidente por el mundo: el Mal gobierna la Argentina, convertida en un país en el que “tenemos que pedir permiso para salir a caminar, pasear el perro y qué es lo que se puede comer”, en donde se “avasallan las libertades y se viola la Constitución”, lo que genera “un éxodo como no se ha visto nunca en la historia”. El Mal, según Macri, es Alberto Fernández, un “criminal que eligió solo una vacuna, la Sputnik, porque es la que coincide ideológicamente, cuando está en juego la vida de la gente”.

Ya Carrió había denunciado penalmente al jefe de Estado por “envenenamiento” de la población con la vacuna rusa, antes de que Macri sostuviera que nunca creyó que “esta gripe, un poquito más grave, sea algo por lo que uno debe estar sin dormir” y de que Patricia Bullrich no tuviera “la menor duda de que Ginés González García quiso un retorno por esa vacuna (la Pfizer)” y que así el Gobierno “decidió que siguiesen las muertes en el país”.

...Y la oposición hace lo mismo con Alberto y CFK. Creen que así ganarán. Pero vamos a perder todos.

Los halcones de uno y otro lado entienden que la mejor manera de honrar la grieta es usar la pandemia como garrote electoral. Llama la atención la cantidad de mentiras, medias verdades y hechos no confirmados que se dan por ciertos, que reproducen por día políticos y comunicadores de cada sector. La vehemencia y el dolor con el que hablan indican que están convencidos de que es verdad lo que repiten.

Ganar. Que sean políticos y comunicadores a los que la información y las dudas no les hacen mella muestra cómo la pasión puede anestesiar el sentido crítico. Incluso de aquellos que deberían hacer de la crítica el sentido de sus profesiones.

Si hace un año había esperanzas de que una situación extrema como la pandemia y las miles de muertes que ella provoca fueran capaces de aportar un shock de madurez, hoy esa esperanza se diluye. Todo parece válido en medio de esta carrera electoral. Más que una campaña sucia, es una campaña suicida.

Unos y otros piensan que así van a ganar. Y puede que sumen más votos en las próximas elecciones. Pero igual van a perder. Porque en un país siempre convertido en campo de batalla mitológico del Bien y del Mal, vamos a seguir perdiendo todos.